“Si ves al futuro,
decile que no venga antes de morir.”
Juan José Castelli
La crisis económica en Argentina
se manifiesta a través de un proceso de estanflación (decrecimiento + alta
inflación), la bancarrota de la promesa imposible de una nueva era industrial
cuando se adoptan medidas en sentido contrario; la reprimarización agrosojera y
extractivista; la llamada ‘fuga de capitales’; el atraso del precio del dólar
oficial de acuerdo al estado de la economía real; un nuevo ciclo de
endeudamiento externo avalado por endeudamiento interno; una avalancha de
impuestos al pueblo trabajador para tapar agujeros; el congelamiento del empleo
y abaratamiento del precio del trabajo; la jibarización de recursos para
inversión social; la desnutrición del financiamiento para servicios sociales
básicos (salud, educación, seguridad social); y la institucionalización del
trabajo ‘en negro’ o sin contrato ni regulación alguna. Mientras gana el
capital financiero y exportador de commodities, la corrupción tiene su
primavera. Si bien, la corrupción es constitutiva tanto del capitalismo, como
de cualquier sociedad basada en clases sociales y relaciones de poder, en
Argentina ella está puesta en vidriera y prácticamente naturalizada.
Como en toda sociedad
capitalista, la crisis está fundada sobre la especulación y la ganancia a
cualquier costo como totalidad independiente del empeoramiento de la vida de
las grandes mayorías.
Es tan grande el complejo
interdependiente que explica la crisis argentina –que no sólo es económica, por
cierto, sino política, cultural y axiológica-, que en tan breve artículo sólo
pueden ofrecerse aguafuertes.
Las pujas al interior del
Partido Justicialista (donde conviven tendencias casi antagónicas, sólo atadas
por la posibilidad de administrar el Estado) dan como resultado gabinetes
aparentemente contradictorios, como quien reparte una torta. Su descomposición
únicamente es opacada por la peor desestructuración y ausencia de proyecto de
la oposición burguesa. O porque ese proyecto –ligado al ultraliberalismo- ya
está contenido en el oficialismo.
El ministro de Economía,
Axel Kicillof, en la 19º Conferencia Industrial Argentina, pidió a los
empresarios del sector que “inviertan y no ajusten los salarios”. Si no es una solicitud ingenua, es para las
cámaras. El empresariado, por su parte, reclamó ‘políticas de largo plazo’,
conducta improbable para una administración capitalista caracterizada por la
improvisación. Esto significa que para ciertas fracciones de la burguesía, el
gobierno está dejando de ser un buen representante de sus intereses (por su
ineficacia, que no por su dirección popular o nada que se le parezca), y ya
estarán buscando, si es que ya no lo tienen, un recambio.
Dadas las condiciones
económicas, en general, el capital (no importando cuál de sus momentos) no va a
invertir ante la incertidumbre y el alto riesgo. Lo que llaman ‘fuga de
capitales’, no es fuga de nada. Es simplemente el movimiento interno del
capital que persigue la mayor utilidad al menor costo posible. No existe un
capital ‘patriótico’, ni ‘mala voluntad’ del capital. Por su histórico y
objetivo movimiento, el capital destruye pueblos, naciones, auspicia guerras,
pudre el planeta. Su exclusiva moral es la utilidad. Por eso prefiere invertir
en instrumentos financieros transnacionales, en industrias provisionalmente
rentables como la soja; acuartelarse en
la construcción inmobiliaria a precio de ricos, o no invertir en nada,
esperando cambios que se ajusten a sus intereses. Para eso tiene ahorros
dolarizados con que atecharse.
La inflación no sólo es un
fenómeno asociado a la circulación de dinero abundante y sin respaldo inyectado
en el mercado por el Banco Central. También se provoca por la escasez de
insumos y productos, y en Argentina en especial, por la incontrolable
especulación en el momento del intercambio de mercancías, es decir, en el
ámbito del retailer (grandes minoristas) y del pequeño comercio. Al respecto,
todos los intentos del gobierno por fijar el precio de algunos productos han
resultado un fracaso. Si el Ejecutivo democratizara desde abajo hacia arriba
una supervisión popular y barrial de la especulación, tal vez los resultados
serían más efectivos. Pero el desplazamiento de poder y control a la gente
común es observado como un peligro para una democracia sin pueblo. Kicillof –ex
marxista- que se dice hoy ‘keynesiano’, ni siquiera se atreve a una medida que
está dentro de los parámetros del capitalismo. El keynesianismo no sólo es
mayor participación del Estado en la economía para impedir las crisis propias
del librecambismo y el avance del ‘comunismo’.
No sólo es política subsidiaria (en retirada) para evitar ‘que los negros
se pongan rojos’. También puede ser acciones temporarias de vigilancia
ciudadana organizada contra los especuladores y formadores de precios. Pero el
terror de clase es superior a la condición antipopular y antiparticipativa del
capital.
Sin embargo, si la crisis es enfrentada sin medidas convincentes, sin
renacionalizaciones de nada, sin impuestos sustantivos a la renta financiera,
sin soluciones energéticas, sin intervención, más allá de los subsidios en
caída libre, en la distribución de los ingresos polarizados, entonces sólo se
puede apelar a la fórmula del ajuste estructural, las leyes antiterroristas
para tratar de amedrentar el descontento (6.500 luchadores sociales están
procesados, mientras los juicios suman y siguen contra trabajadores y
dirigentes políticos en resistencia).
Como especificidad argentina
de la crisis, la industria del narcotráfico, la red de trata y la explotación
sexual infantil coludida con un sector de las policías, ha estallado en varias
provincias del país. El pueblo más empobrecido y menos politizado sirve de
fuerza tercerizada para las componendas antes mencionadas.
Asimismo, y en materia
poliética, la extraña y reciente amistad entre la antigua líder de las Madres
de la Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini (oficialista a ultranza) con el comandante en jefe del Ejército, César Milani,
involucrado en violaciones de los derechos humanos, coronan un devenir de
difícil comprensión. En este sentido, la madre y luchadora inclaudicable e
insobornable, Elia Espen se refirió a
este hecho: “Tengo muchas fotos con Hebe, yo la
respetaba. No sé que pasó en su cabeza en todos estos últimos años. Sentí un
gran shock al ver esa foto (donde aparece Hebe de Bonafini junto a Milani).
Dolor. Obviamente creo que Milani debería estar siendo juzgado y no al frente
del Ejército” (http://www.agenciacta.org/spip.php?article10761). Por lo mismo, docentes de la
Universidad de las Madres ya presentaron su renuncia (http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/75772-argentina-por-el-caso-del-general-milani-renuncian-docentes-a-la-universidad-madres-de-plaza-de-mayo.html).
Amargas se avecinan las
fiestas de fin de año, mientras los asalariados y el pueblo hacen chillar las
tarjetas de crédito ante la caminata brava del ajuste. Luego de enero, a fines
de febrero comienzan los gastos escolares. Marzo se augura con tormentas.
En tanto, el movimiento
social y sus expresiones políticas todavía batallan de manera continua, pero
dispersa. La única táctica posible para los oprimidos y sus organizaciones es
articular la unidad popular. Es de esperar que la propia oportunidad, armada de
voluntad e inteligencia, de autocrítica
y destrucción de diferencias indistinguibles, produzca la herramienta política
necesaria para encarar el actual
período.
No hay comentarios:
Publicar un comentario