Andrés Figueroa Cornejo
¿De qué manera continúo aislando a Venezuela y Bolivia, suelos ricos en energías fósiles y minerales que me urgen buenas, bonitas y baratas para producir mercancías competitivas en la guerra económica con China, y al mismo tiempo me reposiciono geopolíticamente como dueño absoluto de Latinoamérica?, se preguntó el Presidente Donald Trump, y uno o muchos de sus asesores le respondieron que, por ejemplo, sería buena cosa terminar de una vez con la Unasur e inventar una especie de concierto funcional de extrema derecha que podría llamarse Prosur.
Así fue que entre el 21 y 23 de marzo arribaron a un Chile que administra Sebastián Piñera, el multimillonario pinochetista, los mandatarios de Brasil, Jair Bolsonaro; de Colombia, Iván Duque; de Argentina, Mauricio Macri; y otros de menor tonelaje, pero que adornaron las jornadas disfrutando de la polución de Santiago, metrópolis de la Capitanía General, en el lugar 20 de las ciudades más contaminadas del planeta.
Por su parte, medio millar de personas se autoconvocaron en el Paseo Bulnes, a unos 200 metros frente al Palacio de La Moneda, el mismo que fue vuelto escombros por el ataque militar conjunto de cielo y tierra que también destruyó de golpe los únicos tres años de democracia que ha vivido Chile en toda su historia, el 11 de septiembre de 1973.
“El prontuario de Bolsonaro es conocido y de terror”, dijo el líder de la comunidad LGBTTI, Víctor Hugo Robles, ‘El Che de los Gay’. “Por este brasileño, como por Piñera, que toda la disidencia sexual del mundo nos muriéramos lo antes posible.”
-¿Por qué?
“Los Estados de Brasil y Chile son capitalistas, patriarcales, racistas, homofóbicos, misóginos y odian a todos quienes no son iguales a ellos. En Chile, por ejemplo, la epidemia de VIH entre los jóvenes gay es de tal gravedad que las alarmas han sido encendidas por la OMS de la ONU. Sin embargo, el Estado y sus administraciones de turno, podridos en su conservadurismo de doble moral, no han movido un dedo para evitar la progresión del flagelo. Deben considerar que es el “castigo divino” que nos merecemos por vivir una sexualidad distinta.”
Por su parte, el Presidente del Sindicato de Bomberos de Shell-Copec, Juan Caripán, señaló que todos y cada uno de los presidentes reunidos “se caracterizan por aplicar políticas antilaborales en contra del pueblo trabajador. Bolsonaro admira el ultraliberalismo chileno y quiere vender hasta la Amazonía por metro cuadrado a la empresa privada. Impondrá un ajuste estructural en contra de las y los asalariados. Iván Duque es una suerte de narco-mafioso y fiero extractivista, enemigo de la naturaleza y las comunidades. Mauricio Macri tiene a la Argentina desnutrida. Y Piñera quiere acabar derechamente con cualquier tipo de organización de los trabajadores. Compiten entre ellos para ver quién saca el premio a negrero del mes”.
De igual modo, el Presidente de la Federación de los Trabajadores de la CCU, Rodrigo Oyarzún, destacó, “las comunes direcciones que comparten esas cuatro administraciones gubernativas para acabar con los derechos humanos, sociales y económicos de la gente de trabajo. Asaltan los ahorros previsionales, hunden el precio del trabajo, multiplican el endeudamiento doméstico y ponen por completo al Estado al servicio de los intereses de la minoría social que forman los grandes grupos económicos”.
La manifestación social en contra del llamado Prosur (Pronorte, en realidad), denunció la convergencia fascista con sede en Chile. Junto con los clásicos gritos, carteles y pancartas, la protesta fue pacífica. Lo que no tuvo nada de pacífico fue el violento despliegue policial protagonizado por las Fuerzas Especiales de Carabineros los días previos al evento, el cual se intensificó en sobremanera los días 21 y 22 de marzo. No sólo se empleó la tradicional exposición de amedrentamiento por presencia que ha convertido a Chile es un Estado policial en toda norma, sino que además se agregaron drones y helicópteros que vigilaron lo que no ocurrió.
De hecho, cuando se congregó medio millar de personas para expresar su absoluto desacuerdo con la cumbre de extrema derecha y subordinada a los intereses del imperialismo estadounidense, en la Plaza Bulnes a eso de la 19.00 horas del 22 de marzo, nadie siquiera alcanzó a tocar la calle, cuando la policía militar descargó gases lacrimógenos a granel y agua tóxica, además de tomar detenidos ‘por sospecha’. De acuerdo a Verónica Brito, responsable del Observatorio de Derechos Humanos Sutra-Chile, Convenios Internacionales, Derechos Individuales, al cierre de esta nota se habían registrado diez adultos detenidos que permanecen en la Tercera Comisaría de Santiago Centro, y dos menores de edad que se encuentran en la Comisaría 48.
Producto de la represión policial, un escolar menor de edad fue arrollado por un coche particular mientras huía de los carros blindados de carabineros.
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