Entrevista con Rodrigo Oyarzún, Presidente de la agrupación de asalariados del grupo económico más poderoso del país
Rodrigo se desempeña hace 21 años en la planta de la Compañía Cerveceras Unidas de Chile, CCU, de Quilicura, la más grande del país y donde se realiza todo el proceso de producción de la cerveza, desde la mezcla de granos hasta su distribución. Desde el 2004 es dirigente sindical y preside la Federación de Sindicatos de Trabajadores de la CCU-Heineken hace 5 años.
-Tú trabajas y lideras una Federación de trabajadores de una de las empresas más importantes del grupo económico Luksic, que a su vez es el principal holding del país y cuyos intereses e inversiones se extienden, al menos, a varios países de la región. Según la revista Forbes 2018, el grupo Luksic representado por Iris Fontbona se ubica en el lugar 80 de las más abultadas fortunas mundiales, con un patrimonio de 16.300 millones de dólares. ¿Qué significa este contexto en tu condición de representante de la parte de los intereses del trabajo?
No hago muchas diferencias entre ser presidente de una organización de trabajadores de un conglomerado corporativo gigantesco, o serlo de una empresa menor. Las y los dirigentes sindicales tienen una responsabilidad enorme en el lugar donde se encuentren. En términos estructurales, la misión del representante de los asalariados es la misma: no sólo mejorar las condiciones salariales y laborales de la clase social históricamente explotada, sino que la tarea de aportar al mejoramiento del conjunto de la sociedad.
-¿De qué se trata una sociedad mejor?
De acuerdo al actual estado de las relaciones de fuerza entre opresores y oprimidos, siempre fluctuante y en movimiento, no creo que esté a la orden del día la posibilidad inmediata de construir un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Pero al menos podemos actuar hacia la creación de una realidad donde exista una mejor distribución de la riqueza (o del excedente socialmente producido). En la actualidad mundial 26 personas acumulan la riqueza equivalente a la distribuida entre la mitad de toda la humanidad. Resulta muy difícil aspirar a la superación del modo de producción dominante de un día para otro. Lo que sí podemos hacer es luchar por los derechos sociales que nos corresponden, como un trabajo digno y seguro, no tener que endeudarse para comer, una salud, educación, vivienda, recreación, medioambiente, igualitarios y de excelencia para todos.
El problema del endeudamiento en Chile es especialmente grave. Más de 4 millones y medio de personas están en morosidad, y según el Banco Central, los hogares deben distraer alrededor de un 70% de sus ingresos en pago de deudas. En los supermercados se puede ver gente comprar pan con tarjetas de crédito. Y el fenómeno del increíble endeudamiento en el país es transversal, no existen diferencias entre los empleados que ganan más y los que ganan menos.
La compañía vive diciéndonos que nosotros estamos sobrepagados respecto del mercado. Sin embargo, se trata de una distorsión de la realidad. Un asalariado que obtiene por la venta de su fuerza de trabajo un millón de pesos (1.500 dólares mensuales), no significa que vive en medio de lujos. De hecho, debe endeudarse para vivir, endeudarse si es que alguien de su grupo familiar sufre una enfermedad seria. Un millón de pesos no alcanza para nada en Chile. Aquí es muy fácil caer en la pobreza. Estamos refiriéndonos a un país donde todo es mercancía comerciable, todo hay que comprarlo. El salario es la medida de todas las cosas porque no hay derechos sociales garantizados. El 60% de los trabajadores gana alrededor de 450 mil pesos mensuales (680 dólares). Ir un par de veces al mes al supermercado para abastecerse de la alimentación básica equivale a unos 200 mil pesos (300 dólares). Sin contar los dividendos hipotecarios, ni los servicios básicos (agua, electricidad, gas, telefonía) que están privatizados y son de los más caros del continente junto con el transporte público.
El precio del salario lo determina el mercado, la competencia entre empresarios y la lucha social
-¿Qué ocurre entonces con los argumentos que usa la CCU para ‘conformarlos’ a ustedes?
Respondemos que no es que nosotros estemos tan bien pagados, sino que la mayoría de los trabajadores están muy mal pagados.
Por eso laborar en uno de los grupos económicos más poderosos a escala nacional, regional e incluso mundial, no es tan distinto de lo que ocurre en otros holding de menor tonelaje en materia de capital e inversiones. En otras palabras, el precio del salario no está determinado por el tamaño de la empresa, sino que por el mercado, la competencia entre empresarios y la lucha de los trabajadores.
-¿Y cómo es la relación formal con la empresa CCU?
Tratamos de mantener un diálogo lo más fluido posible, independientemente de que tengamos posiciones contrapuestas. Existen, por supuesto, muchas dicotomías entre las cosas que se dicen y las que se hacen. Por ejemplo, que los trabajadores tercerizados carezcan de los beneficios de los empleados de planta, no nos parece adecuado. Yo en la planta de Quilicura convivo con trabajadores que rentan el sueldo mínimo (435 dólares), y se ven obligados a realizar dos turnos continuos para obtener un poco más. Ello pone en riesgo su seguridad laboral, su salud, sus relaciones familiares y su misma productividad.
Al igual que en el resto del país, la empresa ha intentado aumentar la tercerización y el subcontrato laboral, pero hasta el momento hemos logrado frenarla.
La responsabilidad social de los trabajadores
-¿Qué ocurriría si no existieran los sindicatos base y la Federación?
No podríamos negociar colectivamente, sin contar que sus resultados son mejores que el promedio. Como nuestra tasa de sindicalización es de alrededor de un 60% -altísima respecto del promedio nacional-, hemos conseguido importantes reajustes salariales. Y no se trata sólo de la cantidad de asociados. Con el tiempo hemos conquistado el diseño de una agrupación fuerte, sólida, respetada. Por lo demás, somos trabajadores que nos desempeñamos en la industria alimenticia y de bebestibles, o sea, somos conscientes que nuestra labor está asociada a la salud pública, y en consecuencia trabajamos con un alto sentido de la responsabilidad social. Nosotros, los asalariados, producimos los bebestibles y alimentos que luego nuestras familias, vecinos, las grandes mayorías van a consumir. Cualquier error que cometamos tendrá un impacto en la ciudadanía. Allí se concentra nuestro compromiso principal.
“La relación conflictiva entre capital y trabajo es una lucha permanente”
-Una tasa de sindicalización de un 60% supera con creces la media del país.
En efecto. De hecho, según qué entidad la contabilice, el promedio sindical en Chile está entre un 10 a un 15% de toda la fuerza de trabajo en relación de dependencia. Y de esos porcentajes, es mucho menor la cantidad de sindicatos que pueden negociar colectivamente. Ahora bien, para nosotros, más allá de las negociaciones formales, tenemos la política de negociar permanentemente. La Federación, que es reconocida por la firma, asesora a diario a los sindicatos que la componen, aunque no tengamos siempre éxito.
Para nosotros la relación conflictiva entre capital y trabajo es una lucha permanente. No aparece y desaparece con la apertura y el cierre de las negociaciones colectivas.
“A la concentración empresarial, unidad de los asalariados”
-Tú además eres consejero nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT. Con el bajo nivel de sindicalización que existe en Chile, desde afuera es difícil entender que existan otras tres multisindicales más. ¿Por qué?
Para mí es un despropósito. Como también es un despropósito que en la compañía CCU existan tres federaciones de trabajadores y más de 50 sindicatos. En nivel de atomización es enorme, así como ocurre en el resto del país. La proliferación de sindicatos pequeños, sin fuerza, no hacen más que incrementar la desigualdad de la distribución de la riqueza. En estas condiciones, el capital hace lo que quiere con los asalariados. Si quiere nos destruye, si quiere nos mantiene.
En la CCU, las gerencias nos han repetido hasta el cansancio que la prueba de que la empresa no es antisindical, es, justamente, la gran cantidad de sindicatos que hay. Lo que no dicen es que con la inmensa dispersión sindical, la potencial fuerza de los trabajadores para obtener beneficios, se diluye.
Mira, el diagnóstico sobre lo mal que nos hace la atomización sindical, al interior de nuestra Federación la hicimos hace mucho tiempo. Lo que resolvimos fue pasar a la acción. De este modo, de un tiempo a esta parte, hemos propiciado y conseguido la fusión de sindicatos, al menos por unidades de negocio. Lo que hay detrás de esta práctica es una lógica muy sencilla: ante la concentración del capital, respondemos con la concentración de los empleados.
-Los de arriba tienen sus intereses clarísimos. El problema está abajo…
Y es político. Demasiados trabajadores se sienten parte del actual orden de cosas, parte de un régimen que consideran natural, normal, y que creen que es imposible de modificar. Y por tanto, se resignan a sobrevivir en él. Al respecto, en una ocasión un compañero sentenció que ‘el sistema nos doblegó’. Y estamos otros compañeros que consideramos que sí se puede, que es duro hacerlo, pero no nos rendiremos.
Asimismo, existen otros problemas, como el caudillismo, la práctica de muchos dirigentes que se pretenden dueños de sus parcelas, aceptan prebendas personales por sobre el bien común. Pero pasa que cuando tenemos encuentros con las bases sindicales, con los asociados, en espacios horizontales, los trabajadores plantean que hay que tener una sola organización. Esto es, los socios comunes y silvestres tienen más conciencia de sus intereses como clase social que varios dirigentes.
“Combinamos lo político con la ética”
-¿Y qué está haciendo la Federación para ir superando la resignación y el doblegamiento sistémico?
En concreto, escuelas sindicales y de formación para dirigentes. El objetivo es ofrecerles un conjunto de saberes teóricos y prácticos, distribuidos en módulos de economía, oratoria, teatro, historia del movimiento obrero, para aportar a los procesos que requiere un dirigente integral, combinando lo político con lo ético. Hasta ahora la escuela nos ha dado resultados satisfactorios. Hoy contamos con dirigentes que, efectivamente, realizan el ejercicio de la consciencia crítica. Y el propósito inmediato es que los dirigentes, a su vez, colaboren en la formación de la reflexión y la práctica crítica de los socios. En este sentido, todavía hemos tenido efectos relativos porque entendemos que se trata de procesos largos. Ahora sí, esta tarea es estratégica.
-¿Por qué?
Porque a la hora del relevo de los dirigentes, necesitamos socios con consciencia de clase, que se la jueguen por los intereses de los trabajadores y no defiendan, consciente o inconscientemente, a los capitalistas. Ello tiende a evitar la burocratización y la dependencia de la organización en los mismos de siempre. Mientras más participativa se vuelva la democracia interna, menos delegativa y cada socio se transforma en un protagonista de su vida social, en este caso en el sindicato. Es un cambio cultural complejo en un régimen capitalista como el chileno.
“Los trabajadores deben ligarse con el conjunto de las luchas sociales”
-¿Cuáles son los desafíos inmediatos de la Federación?
Además de la escuela y la negociación permanente, está el antiguo desafío de la unidad al interior de los trabajadores de la CCU. Y eso lo trasladamos a la CUT, tratando de llegar a los mayores acuerdos con el mundo social, independientemente, de las distintas perspectivas políticas, tipos de organización y estilos que allí existen. Hoy la mayoría social enfrentamos un alto riesgo en relación a quién está gobernando y para qué lo está haciendo. El Estado chileno es capitalista y sabemos muy bien que está al servicio del empresariado. Por eso tenemos que conquistar la más amplia unidad de las fuerzas sociales, como el ambientalismo, la lucha por la igualdad de género, la solidaridad activa con la resistencia del pueblo nación mapuche, etc. Ese es uno de los fines del llamado a Paro Nacional Activo que hizo la CUT para el próximo 11 de abril.
Nuestra Federación es político sindical. No lucha sólo por los salarios. El sindicalismo que practicamos es político y está por la independencia de los intereses de la clase trabajadora.
-Como tienen opinión política, tú, como presidente de la Federación, ¿qué piensas de la crisis en Venezuela?
Allá ocurre que los Estados Unidos están buscando por todos los medios quedarse con los recursos naturales de Venezuela. Y lamentablemente hay gobiernos de países que se prestan para los objetivos norteamericanos, probablemente por algún tipo de interés económico no declarado. Pero es el pueblo venezolano quien debe definir su destino.
-Tú trabajas y lideras una Federación de trabajadores de una de las empresas más importantes del grupo económico Luksic, que a su vez es el principal holding del país y cuyos intereses e inversiones se extienden, al menos, a varios países de la región. Según la revista Forbes 2018, el grupo Luksic representado por Iris Fontbona se ubica en el lugar 80 de las más abultadas fortunas mundiales, con un patrimonio de 16.300 millones de dólares. ¿Qué significa este contexto en tu condición de representante de la parte de los intereses del trabajo?
No hago muchas diferencias entre ser presidente de una organización de trabajadores de un conglomerado corporativo gigantesco, o serlo de una empresa menor. Las y los dirigentes sindicales tienen una responsabilidad enorme en el lugar donde se encuentren. En términos estructurales, la misión del representante de los asalariados es la misma: no sólo mejorar las condiciones salariales y laborales de la clase social históricamente explotada, sino que la tarea de aportar al mejoramiento del conjunto de la sociedad.
-¿De qué se trata una sociedad mejor?
De acuerdo al actual estado de las relaciones de fuerza entre opresores y oprimidos, siempre fluctuante y en movimiento, no creo que esté a la orden del día la posibilidad inmediata de construir un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Pero al menos podemos actuar hacia la creación de una realidad donde exista una mejor distribución de la riqueza (o del excedente socialmente producido). En la actualidad mundial 26 personas acumulan la riqueza equivalente a la distribuida entre la mitad de toda la humanidad. Resulta muy difícil aspirar a la superación del modo de producción dominante de un día para otro. Lo que sí podemos hacer es luchar por los derechos sociales que nos corresponden, como un trabajo digno y seguro, no tener que endeudarse para comer, una salud, educación, vivienda, recreación, medioambiente, igualitarios y de excelencia para todos.
El problema del endeudamiento en Chile es especialmente grave. Más de 4 millones y medio de personas están en morosidad, y según el Banco Central, los hogares deben distraer alrededor de un 70% de sus ingresos en pago de deudas. En los supermercados se puede ver gente comprar pan con tarjetas de crédito. Y el fenómeno del increíble endeudamiento en el país es transversal, no existen diferencias entre los empleados que ganan más y los que ganan menos.
La compañía vive diciéndonos que nosotros estamos sobrepagados respecto del mercado. Sin embargo, se trata de una distorsión de la realidad. Un asalariado que obtiene por la venta de su fuerza de trabajo un millón de pesos (1.500 dólares mensuales), no significa que vive en medio de lujos. De hecho, debe endeudarse para vivir, endeudarse si es que alguien de su grupo familiar sufre una enfermedad seria. Un millón de pesos no alcanza para nada en Chile. Aquí es muy fácil caer en la pobreza. Estamos refiriéndonos a un país donde todo es mercancía comerciable, todo hay que comprarlo. El salario es la medida de todas las cosas porque no hay derechos sociales garantizados. El 60% de los trabajadores gana alrededor de 450 mil pesos mensuales (680 dólares). Ir un par de veces al mes al supermercado para abastecerse de la alimentación básica equivale a unos 200 mil pesos (300 dólares). Sin contar los dividendos hipotecarios, ni los servicios básicos (agua, electricidad, gas, telefonía) que están privatizados y son de los más caros del continente junto con el transporte público.
El precio del salario lo determina el mercado, la competencia entre empresarios y la lucha social
-¿Qué ocurre entonces con los argumentos que usa la CCU para ‘conformarlos’ a ustedes?
Respondemos que no es que nosotros estemos tan bien pagados, sino que la mayoría de los trabajadores están muy mal pagados.
Por eso laborar en uno de los grupos económicos más poderosos a escala nacional, regional e incluso mundial, no es tan distinto de lo que ocurre en otros holding de menor tonelaje en materia de capital e inversiones. En otras palabras, el precio del salario no está determinado por el tamaño de la empresa, sino que por el mercado, la competencia entre empresarios y la lucha de los trabajadores.
-¿Y cómo es la relación formal con la empresa CCU?
Tratamos de mantener un diálogo lo más fluido posible, independientemente de que tengamos posiciones contrapuestas. Existen, por supuesto, muchas dicotomías entre las cosas que se dicen y las que se hacen. Por ejemplo, que los trabajadores tercerizados carezcan de los beneficios de los empleados de planta, no nos parece adecuado. Yo en la planta de Quilicura convivo con trabajadores que rentan el sueldo mínimo (435 dólares), y se ven obligados a realizar dos turnos continuos para obtener un poco más. Ello pone en riesgo su seguridad laboral, su salud, sus relaciones familiares y su misma productividad.
Al igual que en el resto del país, la empresa ha intentado aumentar la tercerización y el subcontrato laboral, pero hasta el momento hemos logrado frenarla.
La responsabilidad social de los trabajadores
-¿Qué ocurriría si no existieran los sindicatos base y la Federación?
No podríamos negociar colectivamente, sin contar que sus resultados son mejores que el promedio. Como nuestra tasa de sindicalización es de alrededor de un 60% -altísima respecto del promedio nacional-, hemos conseguido importantes reajustes salariales. Y no se trata sólo de la cantidad de asociados. Con el tiempo hemos conquistado el diseño de una agrupación fuerte, sólida, respetada. Por lo demás, somos trabajadores que nos desempeñamos en la industria alimenticia y de bebestibles, o sea, somos conscientes que nuestra labor está asociada a la salud pública, y en consecuencia trabajamos con un alto sentido de la responsabilidad social. Nosotros, los asalariados, producimos los bebestibles y alimentos que luego nuestras familias, vecinos, las grandes mayorías van a consumir. Cualquier error que cometamos tendrá un impacto en la ciudadanía. Allí se concentra nuestro compromiso principal.
“La relación conflictiva entre capital y trabajo es una lucha permanente”
-Una tasa de sindicalización de un 60% supera con creces la media del país.
En efecto. De hecho, según qué entidad la contabilice, el promedio sindical en Chile está entre un 10 a un 15% de toda la fuerza de trabajo en relación de dependencia. Y de esos porcentajes, es mucho menor la cantidad de sindicatos que pueden negociar colectivamente. Ahora bien, para nosotros, más allá de las negociaciones formales, tenemos la política de negociar permanentemente. La Federación, que es reconocida por la firma, asesora a diario a los sindicatos que la componen, aunque no tengamos siempre éxito.
Para nosotros la relación conflictiva entre capital y trabajo es una lucha permanente. No aparece y desaparece con la apertura y el cierre de las negociaciones colectivas.
“A la concentración empresarial, unidad de los asalariados”
-Tú además eres consejero nacional de la Central Unitaria de Trabajadores, CUT. Con el bajo nivel de sindicalización que existe en Chile, desde afuera es difícil entender que existan otras tres multisindicales más. ¿Por qué?
Para mí es un despropósito. Como también es un despropósito que en la compañía CCU existan tres federaciones de trabajadores y más de 50 sindicatos. En nivel de atomización es enorme, así como ocurre en el resto del país. La proliferación de sindicatos pequeños, sin fuerza, no hacen más que incrementar la desigualdad de la distribución de la riqueza. En estas condiciones, el capital hace lo que quiere con los asalariados. Si quiere nos destruye, si quiere nos mantiene.
En la CCU, las gerencias nos han repetido hasta el cansancio que la prueba de que la empresa no es antisindical, es, justamente, la gran cantidad de sindicatos que hay. Lo que no dicen es que con la inmensa dispersión sindical, la potencial fuerza de los trabajadores para obtener beneficios, se diluye.
Mira, el diagnóstico sobre lo mal que nos hace la atomización sindical, al interior de nuestra Federación la hicimos hace mucho tiempo. Lo que resolvimos fue pasar a la acción. De este modo, de un tiempo a esta parte, hemos propiciado y conseguido la fusión de sindicatos, al menos por unidades de negocio. Lo que hay detrás de esta práctica es una lógica muy sencilla: ante la concentración del capital, respondemos con la concentración de los empleados.
-Los de arriba tienen sus intereses clarísimos. El problema está abajo…
Y es político. Demasiados trabajadores se sienten parte del actual orden de cosas, parte de un régimen que consideran natural, normal, y que creen que es imposible de modificar. Y por tanto, se resignan a sobrevivir en él. Al respecto, en una ocasión un compañero sentenció que ‘el sistema nos doblegó’. Y estamos otros compañeros que consideramos que sí se puede, que es duro hacerlo, pero no nos rendiremos.
Asimismo, existen otros problemas, como el caudillismo, la práctica de muchos dirigentes que se pretenden dueños de sus parcelas, aceptan prebendas personales por sobre el bien común. Pero pasa que cuando tenemos encuentros con las bases sindicales, con los asociados, en espacios horizontales, los trabajadores plantean que hay que tener una sola organización. Esto es, los socios comunes y silvestres tienen más conciencia de sus intereses como clase social que varios dirigentes.
“Combinamos lo político con la ética”
-¿Y qué está haciendo la Federación para ir superando la resignación y el doblegamiento sistémico?
En concreto, escuelas sindicales y de formación para dirigentes. El objetivo es ofrecerles un conjunto de saberes teóricos y prácticos, distribuidos en módulos de economía, oratoria, teatro, historia del movimiento obrero, para aportar a los procesos que requiere un dirigente integral, combinando lo político con lo ético. Hasta ahora la escuela nos ha dado resultados satisfactorios. Hoy contamos con dirigentes que, efectivamente, realizan el ejercicio de la consciencia crítica. Y el propósito inmediato es que los dirigentes, a su vez, colaboren en la formación de la reflexión y la práctica crítica de los socios. En este sentido, todavía hemos tenido efectos relativos porque entendemos que se trata de procesos largos. Ahora sí, esta tarea es estratégica.
-¿Por qué?
Porque a la hora del relevo de los dirigentes, necesitamos socios con consciencia de clase, que se la jueguen por los intereses de los trabajadores y no defiendan, consciente o inconscientemente, a los capitalistas. Ello tiende a evitar la burocratización y la dependencia de la organización en los mismos de siempre. Mientras más participativa se vuelva la democracia interna, menos delegativa y cada socio se transforma en un protagonista de su vida social, en este caso en el sindicato. Es un cambio cultural complejo en un régimen capitalista como el chileno.
“Los trabajadores deben ligarse con el conjunto de las luchas sociales”
-¿Cuáles son los desafíos inmediatos de la Federación?
Además de la escuela y la negociación permanente, está el antiguo desafío de la unidad al interior de los trabajadores de la CCU. Y eso lo trasladamos a la CUT, tratando de llegar a los mayores acuerdos con el mundo social, independientemente, de las distintas perspectivas políticas, tipos de organización y estilos que allí existen. Hoy la mayoría social enfrentamos un alto riesgo en relación a quién está gobernando y para qué lo está haciendo. El Estado chileno es capitalista y sabemos muy bien que está al servicio del empresariado. Por eso tenemos que conquistar la más amplia unidad de las fuerzas sociales, como el ambientalismo, la lucha por la igualdad de género, la solidaridad activa con la resistencia del pueblo nación mapuche, etc. Ese es uno de los fines del llamado a Paro Nacional Activo que hizo la CUT para el próximo 11 de abril.
Nuestra Federación es político sindical. No lucha sólo por los salarios. El sindicalismo que practicamos es político y está por la independencia de los intereses de la clase trabajadora.
-Como tienen opinión política, tú, como presidente de la Federación, ¿qué piensas de la crisis en Venezuela?
Allá ocurre que los Estados Unidos están buscando por todos los medios quedarse con los recursos naturales de Venezuela. Y lamentablemente hay gobiernos de países que se prestan para los objetivos norteamericanos, probablemente por algún tipo de interés económico no declarado. Pero es el pueblo venezolano quien debe definir su destino.
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