Borrador
sobre la crisis del sistema de partidos políticos y de los recursos electorales
en ambos países.
1.
El domingo 11 de agosto se realizan en toda Argentina las elecciones primarias
abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso) con el fin de determinar los cargos
nacionales que modificarán o no la composición de un tercio del Senado y la
mitad de la Cámara de Diputados a fines de octubre de 2013. Un análisis que
condensa desde una perspectiva crítica los alcances de las Paso se encuentra en http://frentepopulardariosantillan.org/ante-las-elecciones-primarias-2013-declaracion-de-marea-popular-y-el-fpds-cnpatria-grande/
En
Chile, a mediados de noviembre de 2013, se efectuarán las elecciones generales,
presidenciales y de ambas cámaras. Para conocer algunos de sus aspectos se
puede revisar http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172205&titular=an%E1lisis-y-proyecci%F3n-del-escenario-pol%EDtico-
y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171577&titular=las-hijas-de-los-generales-
El presente borrador, en cambio, pretende explorar, más allá de
los detalles contingentes y las distancias matizadas entre las democracias
burguesas de Argentina y Chile, el modo en que se expresa la crisis del sistema
de partidos políticos en ambos países.
2. Tanto en Argentina como en Chile, la política profesional se
presenta ante las grandes mayorías como distanciamiento y espectáculo; como
publicidad, farándula y saturación. Como una industria cuya particularidad está
asociada a la administración de un Estado aparentemente inmutable e imparcial.
Ello se acentúa en los períodos electorales.
3. ¿Cuál es la mercancía en temporada de elecciones? Los
candidatos y luego sus promesas programáticas. ¿Cuál es la forma de semejante
mercancía? El compromiso pegajoso, amigable, vecino y verosímil de
cambiar el actual estado de cosas ‘para el bien común’, envuelto en un
procedimiento mendicante explícito. En su movimiento doble, la democracia
burguesa representativa y vertical –o la dictadura del capital mediada por el
truco o la puesta en escena del sufragio- resulta patriarcal (aunque se trate
de candidatas), lejana como la mercancía más cara y, a la vez, con rostro que
busca la identificación inmediata con el eventual comprador.
¿Por qué abusar de la mercadotecnia? Porque es una mercancía
desacreditada, en crisis, que precisa de renovados artificios y coberturas
en el momento de la oferta y la vitrina. Los pueblos ya conocen el
momento frustrante de su realización. Por eso, desde arriba, el sistema de
partidos políticos hegemónico –por fuerza y consenso-, se lima las uñas
constantemente, reflota acontecimientos mistificados y sin contexto, como
también oscurece la memoria y experiencias históricas de los expoliados.
Siempre desde arriba, durante las elecciones la población habilitada para votar
es tratada como clientela de supermercado, consumidores, espectadores; como
masa infantilizada, deficitaria, incompleta, impotente e incapaz. Es decir,
como grupos sociales fáciles de distraer, víctimas de un déficit atencional sin
retorno, analfabetos políticos. En buenas cuentas, en las elecciones del
capitalismo argentino y chileno, simplemente se reproducen las relaciones
sociales que dominan provisionalmente la totalidad de la vida.
4. La crisis de representatividad del sistema de partidos
políticos –que sólo subsiste porque su agotamiento no es suficiente por sí solo
para ser trascendido- atraviesa tanto a las viejas derechas, como a las viejas
izquierdas. Por más que acudan a la cirugía plástica antes de cada rutina
electoral. Por más que empleen nuevas caras viejas o, peor aún, viejos
apellidos, como si el ejercicio de la política fuera un asunto genético,
atávico, hereditario, toda vez que es histórico y universal. (En Argentina
puede cumplir esa función el tótem masculino de Néstor K. o Perón o Belgrano; y
en Chile, el de los generales golpistas y los no golpistas, o cualquier Alessandri
o Frei Montalva o incluso Salvador Allende. Cada uno de ellos como figura
aislada, individual, ausente de texto y contexto).
Los representantes, partidos, alianzas, bloques, frentes y
concertaciones, directos, postizos o ‘voluntarios’, de más o menos similares
intereses de clase en el sistema político en decadencia -apenas oxigenado por
el éxito parcial de la alienación y el miedo- no se corresponden a expresiones
opositoras, sino que complementarias.
Ahora bien, en Argentina y Chile, aquellas agrupaciones críticas
al capitalismo y, por extensión, refractarias al devaluado sistema de partidos
políticos y que, sin embargo, participan en las elecciones por beneficio
táctico (publicidad ampliada) o convicción, se presentan hoy como
‘alternativa’. O sea, como otredad y negación propositiva respecto del imperio
planetario del capital y la hegemonía de
su modalidad financiera, extractivista, informatizada y militarizada, según sus
grises formas nacionales.
No obstante, y lejos de la propaganda, situarse como pura
alternativa u oferta programática democratizadora, pero carente de las fuerzas
sociales concretas que combaten al capital, es un gesto insuficiente.
Cuando se propone que la lucha contra el capitalismo es por
arriba y por abajo, no se trata de dos opciones separadas, sino de un solo
momento que comporta los mismos supuestos y soportes. Es decir, no es posible
considerar decisivo un diferendo electoral desde los intereses y modos de
los pueblos y los trabajadores, desde su movimiento real, sin contenerlos
protagónicamente. Y así también, el movimiento real de los pueblos y los
trabajadores que se enfrenta contra el capital no puede desdeñar las elecciones
burguesas siempre y cuando su desempeño allí esté férreamente subordinado a sus
intereses, tácticas y realización histórica, con los resguardos suficientes
para que las plazas ganadas no reviertan su sentido –por cooptación, mesianismo
o ilusión- y terminen siendo parte del problema.
Entonces, postularse como ‘alternativa’ política, sin que el
sujeto político que orienta y desenvuelve -mientras corre o camina- su propia práctica
y proyecto emancipador, en el mejor de los casos, puede tal vez testimoniar la
naturaleza inhumana del capitalismo desde una tribuna en 3D, y, en el peor de
los casos, puede fortalecer la escenografía gastada del sistema de partidos
políticos imperante aún.
Asimismo, también resulta insuficiente plantearse como pura
‘alternativa’. Tanto en Argentina, como en Chile, las luchas colectivas del
sujeto político concreto (pueblos indígenas, mujeres oprimidas y sin derechos,
trabajadores activos e inactivos precarizados, estudiantes e intelectuales
empobrecidos, ambientalistas consecuentes; todo quien sobrevive de la venta de
su fuerza de trabajo, e incluso pequeños propietarios subordinados a los
precios, la demanda y la deuda impuestas por el gran capital imperialista
resumido en la bolsa, las armas y la divisa), se manifestará como posibilidad
de superación del
capitalismo, más que como ‘alternativa’ o simple negación de lo que, por ahora,
constituyen las relaciones sociales dominantes.
5. Los Estados no son inmutables e imparciales. Son un producto
histórico devenido de las relaciones sociales y de poder existentes en una
época determinada de la sociedad humana en la naturaleza. Sus instituciones,
funciones y movimiento no tienen que ver con un mítico acuerdo social ocurrido
en distintos tiempos o a similar distancia y velocidad. Por el contrario, su
sola realidad revela la existencia –para este caso, desde la modernidad- de
clases sociales de intereses antagónicos e irreconciliables.
Por tanto, el Estado es una relación social que está allí para
promover, servir, proteger y legitimar la hegemonía de una clase social sobre
otra. Bajo el capitalismo, el Estado, incluso extremando sus formas
democráticas hasta los bordes tolerables por la minoría que vive a costa de la
mayoría, es de contenido burgués. De no ser burgués, el Estado sólo podría ser popular y
radicalmente democrático si es concebido por una sociedad autoconciente que lo
va minando en tanto crea sus propias formas nuevas de organización social,
distintas de la sociedad de clases. Es decir, un Estado no es burgués ni
antipopular ni antidemocrático sólo cuando el conjunto de la sociedad lo sabe transitorio o como mal
necesario y temporario mientras
edifica las condiciones para su extinción y superación. De volverse el Estado
un fetiche y la estatización de los bienes y servicios un fin en sí mismo -como
si el Estado fuera un producto abstracto y terminal-, como tendencia observada
históricamente, él sostiene las relaciones de poder y obstruye la mismidad
entre necesidad y libertad.
Para la voluntad e intereses de la sociedad como totalidad libre
y liberadora pendiente, el
Estado únicamente es un ‘mientras tanto’ la política deje de ser la
concentración de la economía y la guerra. Naturalmente, la velocidad
espacial de la desaparición del Estado está determinada, en general, por el
mapa temporal de la lucha de clases en todas sus escalas y proporciones
nacionales, regionales y mundiales, y por la inauguración de una era
post-capitalista, sin explotados ni explotadores, sin arriba ni abajo, sin opresión
y sin guerras.
Esto es, junto con la abolición de la propiedad privada, es
necesario abolir la política conocida como hasta ahora.
*Pintura de Rene Magritte
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