Por Andrés Figueroa Cornejo
1. Alfonso Ossandón Antioquera es un comunicador social, miembro destacado de la Red de Medios de los Pueblos, y luchador incansable por la causa del ambientalismo anticapitalista en el Norte Chico de Chile. Al respecto, produce material escrito y audiovisual denunciando los intereses corporativos que existen tras el saqueo ecosistémico de termoeléctricas e industrias mineras transnacionales. Por casi 5 años fue monitor de jóvenes en riesgo social en la Fundación Saint Germain. El 7 de marzo al mediodía recibió la inusitada visita del OS-7 de Carabineros, con el argumento de ‘aprender’ de los talentos de Alfonso para tratar con muchachos con problemas de adicciones. La policía aprovechó de tomarle todos los datos personales, mientras Alfonso preparaba el almuerzo de sus niños. Las medidas ‘precautorias’ contra los luchadores sociales del país se multiplican. Desde las intervenciones telefónicas, control de correos electrónicos, las grabaciones directas de Fuerzas Especiales de Carabineros en las movilizaciones, los arrestos individualizados en manifestaciones callejeras pacíficas, hasta la prisión de hace más de 6 meses de 14 jóvenes acusados de poner bombas, sin pruebas y sin víctimas, y que llevan casi un mes en huelga de hambre. En una de las marchas del 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, dentro de las tantas y los tantos detenidos por caminar a través del bandejón central de la Alameda, principal arteria capitalina, una joven muchacha fue violentamente ingresada a un vehículo policial. “Los carabineros me trataron de peruana, solterona, amargada y fea mientras me daban empellones”, afirmó la muchacha que de fea no tiene un pelo. El mismo día tres carabineros de tránsito agredieron pública y televisadamente a un ciudadano ecuatoriano por cruzar una calle con luz roja. Es una impertinencia habitual de los chilenos. Sin embargo, el ecuatoriano fue violentado con alevosía. El racismo, machismo y xenofobia de la institución policial excede su oficialidad; es transversal y vertical. Pero todavía algunos recuerdan a Tirso Montiel, teniente chileno de carabineros. Tirso Montiel murió como combatiente revolucionario en la guerrilla iniciada por el mítico Che Guevara, en 1970 en el departamento de Cochabamba, Bolivia. Sus restos aún no son encontrados ni menos repatriados.
2. Por efecto de los dramáticos acontecimientos que ahora mismo transcurren en el mundo árabe, el petróleo ha superado los US$ 100 dólares el barril. Más allá de la arremetida imperialista contra Libia y su eventual extensión en la zona de distintas formas (con mano ajena o propia) tras los recursos de oro negro que guarda y produce ese territorio, maldecido y privilegiado por tener bajo sus pies la materia energética hegemónica en el actual período del desarrollo capitalista mundial, lo cierto es que en Chile los combustibles que emplea el transporte aumentan a diario, aproximándose rápidamente a los US$ 2 dólares el litro. Junto con un nuevo ciclo inflacionario en el país, el aumento del precio del petróleo y sus derivados significa, según los productores, el incremento de un 25% de la leche, 30% de la carne de vacuno; 30% del transporte, y por el momento, el 10% de las frutas, verduras y el pan. Los salarios promedio en el país se reajustaron apenas alrededor de un 4% el año pasado. Promedio quiere decir que a algunos altos ejecutivos y gerentes se les empinó mucho más, mientras que a la mayoría asalariada simplemente se le congeló, lo que en los hechos, es una depreciación de las remuneraciones. El chorro crediticio de consumo a nivel de bancos para personas corrientes y de las grandes tiendas malamente cubre los gastos escolares de marzo que el sueldo no puede apañar, aumentando geométricamente el sobreendeudamiento y descalcificando los salarios. Las cifras oficiales de desempleo bajaron menos de un punto del 8% a costa de trabajo precario, sobreexplotación, proletarización de los profesionales jóvenes y no tanto, políticas antisindicales, relaciones contractuales inexistentes o totalmente fragilizadas, y altísima rotación laboral que impacta en materia de la seguridad social privatizada hace décadas.
Tanto ha subido el petróleo, que la Confederación de Dueños de Camiones, a un año justo de la llegada de Piñera al Ejecutivo, protestarán con bocinazos, usando el sistema de twitter. Su presidente, Juan Araya, informó que “es necesario que las empresas del sector transparenten esta realidad y traspasen a sus clientes las alzas que corresponden. Todo indica que debe ser al menos un 15%, pero creo que a fines de marzo incluso nos quedaremos cortos con esta cifra”.
Para el 11 de marzo, cuando se cumple el año de Piñera, el Comando de Demandas Sociales y Populares ha realizado un llamado a protestar por las alzas del costo de la vida. Uno de sus voceros, el dirigente de los trabajadores bancarios Luis Mesina, señaló que “estamos viendo, al igual como lo hizo la Concertación, que el poder legislativo continúa con la estrategia de favorecer al capital transnacional, al sistema financiero y al empresariado en desmedro de las grandes mayorías.” Asimismo, otras agrupaciones ligadas a la Concertación desde una posición ‘crítica’ también están realizando un llamado a manifestarse pacíficamente ese día. Aquí la cuestión es sencilla. La lucha de los trabajadores y los pueblos no es particularmente contra la anécdota de un Piñera en La Moneda –que cada día que pasa, se parece más a un quinto gobierno de la Concertación corregido y aumentado-, sino contra la brutalidad del capitalismo vanguardista y al desnudo que gobierna el país desde 1975. Si el movimiento real del pueblo trabajador y las clases subalternas, incluso en esta etapa de alta fragmentación e incipiente construcción de un proyecto político de poder ‘en regla’, se agrega indiferenciadamente a una masa anti-piñerista, únicamente fortalecerá la recandidatura presidencial de Michelle Bachelet (la bendecida por Obama) e hipotecará la eventual creación de la alternativa política propia de los intereses de las grandes mayorías. Por eso cada acción y práctica discursiva de las agrupaciones anticapitalistas debe contener las pistas claras y legibles de un movimiento que aspire a condensarse en poder independiente de la derecha y la Concertación, grupos de interés y componendas que estratégicamente resultan meros administradores matizados de los intereses del imperialismo financiero. Es decir, de ese momento del capital que actualmente subordina al capitalismo en general en el planeta.
3. También en el ámbito de los trabajadores, la ministra del sector, ex senadora de la ultraderecha UDI e hija de uno de los generales de la Junta Militar de la dictadura en su último tramo, Evelyn Matthei, dijo pretender regular el multi-RUT de las empresas, la jornada dominical de los trabajadores y el régimen laboral de los empaquetadores de los supermercados. Para ello, Matthei, antes de enviar los proyectos respectivos al Congreso, desea arribar a un consenso entre la Confederación de la Producción y el Comercio (gremio del empresariado) y la Central Unitaria de Trabajadores (una de las tres existentes en el país, cuyas vigas maestras son los empleados públicos, los profesores municipalizados y fracciones sindicales de acotadas áreas de la economía). La colaboración entre el capital y la dirección actual de la CUT, sin embargo, no garantiza nada bueno para los asalariados. No únicamente porque en términos estratégicos en una sociedad de clases altamente polarizada como la chilena y ante las actuales relaciones de fuerza entre el capital y el trabajo, la propia negociación no es más que ficción y propaganda, sino porque el propio directorio de la CUT es el que ha firmado una y otra vez los sueldos mínimos de hambre y sólo hace unos meses, a espaldas de los trabajadores fiscales y sus demandas, rubricó un acuerdo contra los mismos empleados del sector. La ministra Matthei puede apelar al consenso a pesar de las empeoradas condiciones de los trabajadores chilenos exclusivamente porque el presente directorio de la CUT está domesticado, cooptado, amañado por el Estado, por sus representantes políticos, y en último término por las reivindicaciones del capital. Y este no es un fenómeno reciente: ya tiene 20 años de ejercicio. ¿Tendrán que transformarse por la razón y la fuerza la CUT y su dirección mediante un movimiento popular todavía en estado de latencia para superar una entidad histórica y referente de los asalariados para terminar con la colaboración antisocial, al servicio alienado del capitalismo vanguardista de Chile? ¿Tiene perspectivas la construcción de otra central de trabajadores? La respuesta está en la reunión social y política, la solidaridad militante, el concurso inteligente y audaz del pueblo trabajador claro respecto de sus intereses de clase.
4. Según el Instituto Nacional de la Juventud, casi 700 mil jóvenes entre 15 y 29 años no buscan trabajo ni estudian. El director del organismo estatal, Ignacio Naudon, dijo que “La inactividad es reflejo de una realidad mucho más profunda y dura: la falta de proyectos de vida”. El responsable del INJUB llega a una conclusión existencialista y casi metafísica, toda vez que la falta de proyectos de vida es resultado, al revés, de la realidad concreta que sufren los jóvenes sin porvenir, aquellos que no califican ni para endeudarse, los hijos de una sociedad de castas sin posibilidad de movilidad social, de un país atávico donde los jóvenes malviven peor que sus padres y sus abuelos. Los muchachos no buscan trabajo porque simplemente no hay empleo para ellos, y no estudian porque el precio de una carrera, incluso la más barata, resulta inalcanzable. Ya las ferias libres donde vender chucherías están saturadas; ya el comercio ambulante se encuentra sobrepoblado; ya no existen industrias donde desempeñarse y los call centres tienen un ejército de reserva abrumante. Porque más del 35% del quinto más empobrecido de los jóvenes vive en poblaciones y comunas cuyos solos nombres destruye la eventualidad de pasar a una entrevista de trabajo. Porque la educación municipalizada e incluso particular-subvencionada, salvo casos heroicos, debido a su premeditada escasez de recursos estatales, egresa a los alumnos por secretaría, sin armas para enfrentar operaciones básicas y labores que demandan una calificación elemental. Porque incluso, y aquí está la perversión más honda, la enseñanza para pobres en Chile ni siquiera alcanza para instruir una futura fuerza de trabajo disciplinada para beneficio del empresario. Si ya existe un incontable contingente de profesionales que se desempeña en empleos que no tienen nada que ver con lo que estudiaron y que casi siempre están asociados al comercio y la venta de servicios, ¿dónde ubica el capital a los rematados de futuro, misérricamente educados (qué hablar de reflexión crítica), sumidos en la bancarrota de cualquier porvenir (qué hablar de realización personal), que escriben inversamente, son analfabetos disfuncionales y jamás pudieron aprender las tablas de multiplicar (qué hablar de proyectos de vida)? Esos jóvenes, nuestros muchachos y muchachas, sólo están condenados a cambiar la vida. En ese viejo combate encontrarían el sentido de las cosas. Y estos sí que no tienen nada, absolutamente nada que perder.
Marzo 10 de 2011
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