viernes, 28 de septiembre de 2007

Hacia La Construcción Del Movimiento Por La Unidad De Los Trabajadores Y El Pueblo

HACIA LA CONSTRUCCIÓN DEL MOVIMIENTO POR LA UNIDAD DE LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO

"En la unidad del Pueblo está el motor que mueve la carroza del molino".
Patricio Manns.

Antecedentes preliminares: el contexto global de lucha y el lugar de Chile

· Comenzando el siglo XXI, el mundo transita un período signado por el predominio mundial del imperialismo capitalista (norteamericano, europeo y japonés), en su brutal versión neoliberal, que permite el bienestar de un 20 % de la población mundial a costa de la explotación, empobrecimiento y miseria del 80 % de la humanidad, y que hoy pone en riesgo cierto la sobrevivencia del propio planeta.

· En el continente, Chile juega el papel paradigmático de la hegemonía del capital financiero y especulativo, fundado en el profundo menoscabo del capital industrial (monopolio del llamado "primer mundo", productor central de la tecnología de punta, y los bienes estratégicos); la reprivatización y explotación irracional de los recursos naturales de la Región y el país; y la extinción del llamado "Estado de Bienestar" existente antes de la dictadura. Asimismo, el modelo de acumulación neoliberal sostiene sus millonarias tasas de ganancias sobre la administración privada de los servicios básicos y la capitalización del ahorro del pueblo trabajador a través de las AFP's; la concentración monopólica de los medios de comunicación de masas; y la aniquilación y desmantelamiento sistemático de las organizaciones de la clase trabajadora y el pueblo, con la conjunta destrucción de los destacamentos de inspiración revolucionaria que tuvieron un importante crecimiento e influencia en las décadas de los 70 y 80, para terminar diezmados políticamente durante los 90, debido al pacto interburgués (diseñado por el imperialismo norteamericano) que electoralizó la lucha popular -reorientando solapada y engañosamente la lucha del pueblo en función de objetivos ajenos a sus intereses- y sacó a Pinochet del Ejecutivo; debilidades propias, y a la bancarrota de los llamados "socialismos históricos".

· La dictadura pinochetista -instrumento que ocultó a los verdaderos responsables del fracaso del proyecto de la UP (la burguesía y el imperialismo)-, logró a sangre y fuego la refundación capitalista del país; la dominación, control, y administración sin contrapesos de los intereses de la minoría burguesa subordinada al capital extranjero mediante, por un lado, la reposición en gloria y majestad de sus intereses en Chile, y por otra parte, mediante la fidedigna implementación de los mandatos político económicos provenientes del FMI , el Banco Mundial y la OMC –todas instituciones tuteladas por los intereses imperialistas, principalmente norteamericanos (el 49 % de las sedes corporativas de las principales multinacionales del mundo están en Estados Unidos; el 40% de la inversión transnacional en América Latina es norteamericana, y el 60 % se reparte en capitales europeos, asiáticos, y en particular en Chile, españoles )-.

· El término pactado de la dictadura pinochetista, entre la derecha y los sectores de oposición burguesa de la época junto a ex miembros del conglomerado de la UP –comandada por los mismos personajes y fuerzas políticas que facilitaron las condiciones para el golpe de Estado de 1973 -sólo comportó una readecuación del escenario político, garantizando algunas libertades civiles y la democracia formal de las elecciones generales, manteniendo incólume los intereses y procedimientos de control social de la clase entronizada en el poder; modificando cosméticamente aspectos de la Constitución del 80, y creando, en el tiempo, una casta de nuevos ricos –demo neoliberal y de retórica antidictatorial-.

· El modelo de reproducción capitalista impuesto a mediados de los 70 del siglo pasado, y hoy perfeccionado, legitimado y administrado por la Concertación de Partidos por la Democracia , sólo ha profundizado la diferencia de clases que ha convertido a Chile en uno de los países más desiguales del mundo (segundo en Latinoamérica después de Panamá, y 12 en el listado de 124 naciones del mundo); con estándares educativos extraordinariamente deficitarios (de paso, destruyendo el mito burgués de la educación como vehículo de movilidad social, y proletarizando a la marginalidad social juvenil mediante los 12 años de escolaridad obligatoria); una insuficiente e ineficiente salud pública (donde se atiende el 80 % de los chilenos); crisis de la vivienda y creciente demanda de los derechos sociales básicos insatisfechos.
En el plano laboral; el actual Código del Trabajo resulta extremadamente antipopular y pro empresarial, obstruye la sindicalización. Asimismo, la cartera del ramo emplea groseramente a la CUT –multisindical más numerosa del país, pero presa de la mañosa burocracia del reformismo obrero y sus partidos- como apéndice de sus políticas, más allá de los discursos accidentalmente insolentes de sus "dirigentes" cada Primero de Mayo. Lo cierto es que en Chile aumenta sostenidamente el sector de trabajadores contratistas y subcontratistas (más del 70 % de la fuerza productiva y de servicios del país ya está tercerizada); el ingreso promedio de una familia de 5 integrantes no supera los $ 250 mil pesos (el salario de la mitad de los chilenos bordea los $ 150 mil pesos) , y la línea de la pobreza está delimitada arbitrariamente en los $ 49 mil pesos; cifras, en general, que simplemente no alcanzan para vivir. Estos números son los causantes del sideral endeudamiento de los chilenos, cuyo monto duplica y triplica sus salarios, y demanda la distracción de alrededor de un 60 % de sus remuneraciones mensuales en pago de deudas. A lo anterior se agrega la costumbre patronal (multada en cifras ridículas por el Estado) de no cancelar las imposiciones de los asalariados, y el empeoramiento de las condiciones contractuales y laborales de los trabajadores. Al respecto, un 70 % de la fuerza laboral en Chile cambia de empleo (o de relación contractual) entre 3 y 4 veces al año.
Por su parte, el campesinado chileno sufre condiciones laborales todavía peores que los trabajadores de las grandes ciudades. Su situación de obrero agrícola y barata mano de obra, empeora aún más en el llamado "sector temporero" donde los salarios son miserables y los trabajadores (normalmente mujeres y menores de edad) laboran en peligrosas condiciones de higiene y seguridad. Sólo marginalmente logran cristalizar sus demandas a través de una ínfima expresión sindical.


Aspectos de la coyuntura de primavera de 2007

Cuando agonizaba el invierno, Chile, y su capital en particular, vivieron dos episodios de un mismo momento de protesta social que tienen un origen común: la brutal desigualdad social, política y económica sobre la cual está fundado el neocapitalismo, ayer impuesto por los fusiles de la burguesía, y hoy, optimizado por la democracia sin pueblo de la Concertación de Partidos en el Ejecutivo desde hace 18 años.
El 29 de agosto, el presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, el socialista Arturo Martínez, convocó a una protesta donde prometió “400 mil trabajadores a lo largo de todo el país, manifestándose de distintas formas” contra las malas condiciones de vida de la mayoría y contra el sistema binominal que impide el acceso al Congreso de la llamada “izquierda tradicional”. Lo cierto es que el acto de fuerzas fue mucho menor que el anunciado y el despliegue y actuación de las Fuerzas Especiales de Carabineros resultaron absurdamente desproporcionados respecto de la convocatoria. En la ocasión, hasta el senador de la República , Alejandro Navarro, fue apaleado por un funcionario de carabineros, lo que, lejos de victimizarlo, lo pone hoy al borde del desafuero, más por sus simpatías con la izquierda extraparlamentaria y el chavismo, que por su participación en la protesta (argumento que esgrimen sus detractores).
El llamado de Martínez tuvo como sujeto a los sindicatos, cuya debilidad actual se expresó notablemente. Más allá de los vicios históricos asociados a la burocracia sindical, la votación indirecta para elegir a sus representantes máximos, la inconsulta sistemática a las bases en la práctica; y el rol de apéndice y extensión del “progresismo concertacionista” atrincherado en el Ministerio del Trabajo, se evidenció la crisis de convocatoria de la multisindical que en la actualidad agrupa, sustantivamente, a sectores de trabajadores y funcionarios estatales. La protesta se realizó durante el día en los centros cívicos de las grandes ciudades chilenas, y por la noche cobró mayores bríos en las poblaciones pobres.
La noche del 11 de septiembre –que recuerda el martes oscuro de 1973 que echó violentamente por tierra la “vía chilena al socialismo”–, la protesta tuvo matices distintos. Al calor de la fecha más sensible del calendario de las izquierdas chilenas, esta vez las manifestaciones se realizaron en la periferia santiaguina. Parecido a las primeras expresiones de descontento social ocurridas a comienzos de la década de los ‘80, fue en los márgenes cartográficos y sociales del pueblo donde la protesta resultó más masiva. Por una parte, la urbanidad más empobrecida, los jóvenes sin porvenir, los cesantes, las dueñas de casa y puñados de militantes de la causa popular salieron a las calles miseria de comunas como Peñalolén, Maipú, Renca, Pudahuel, y otras. Aparecieron las barricadas y los pobladores más dañados por el modelo patronal protagonizaron duros enfrentamientos con la policía. En medio de las manifestaciones, sin embargo, también se supo del poder de fuego de un sector del narcolumpen que aprovechó la ocasión para marcar a balazos su relativo control en puntuales territorios, y manifestar fuerzas ante el despliegue policial. La noche terminó con un carabinero abatido y 40 uniformados heridos. De lo que pasó en el lado del pueblo, poco o nada se sabe.
Al respecto, vale anotar que la droga fue ingresada premeditadamente en las poblaciones populares bajo la dictadura pinochetista, como una de sus armas para aniquilar las organizaciones de inspiración socialista y revolucionaria. Sus efectos, si bien no alcanzan el espanto y la descomposición en todas las dimensiones imaginables como acontece en otros países del continente, sí hablan de una red organizada, bien apertrechada y que opera como enemigo interno de la clase. Probablemente, ya Chile es parte de las piezas e intereses de la llamada “narco burguesía” continental, cuyos movimientos no se distinguen significativamente de cualquier multinacional, funcional y reproductora de las infamias del neocapitalismo. Con el agravante de que se enmascara tras el descontento popular y sus manifestaciones, y, en muchos casos, “resuelve” el problema de la sobrevida de algunos territorios del pueblo excluido. El análisis detallado y fundamentado de este flagelo es también materia del mundo popular y sus sectores más visionarios.
Lo cierto es que ya Chile no es una taza de leche. Tímidamente, franjas del pueblo ligadas a los trabajadores organizados, tercerizados y precarizados por el patrón de acumulación capitalista dominante, comienzan a luchar por reivindicaciones básicas, pierden el temor y eclipsan la paz social promovida y requerida por la clase en el poder y el gobierno empresarial. Mientras, por su lado, los costados del pueblo más pobre, aprovechan las convocatorias para protestar ante el alza de los alimentos y el costo de la vida, la exclusión social, y las desigualdades siderales que definen el actual modelo.
Asimismo, el sistema de ahorro provisional neoliberalizado ya comienza a expresar sus falencias estructurales. Cerca de un 60% de lo trabajadores no tiene al día sus cotizaciones debido a la precariedad del empleo. Esto contribuye a que casi el 50% de los trabajadores no alcanzará a autofinanciar su pensión, equivalente al mínimo garantizado. Y, en muy corto plazo, el Estado deberá subsidiar más de la mitad de las pensiones. Según información entregada por Cenda, hacia fines de agosto las pérdidas acumuladas por los fondos de pensiones llegaban a más de siete mil millones de dólares, lo que equivale a más del doble del total de pagos previsionales realizados por los trabajadores en el 2006, es decir, toda el dinero depositada por los chilenos el año pasado en los fondos de previsión se desvanecieron totalmente.
Finalmente, la crisis mundial denominada “la burbuja hipotecaria” –que ya revienta en Estados Unidos e Inglaterra-, augura un nuevo ciclo de crisis del neocapitalismo, cuyos ecos en Chile –efecto de la dependencia extrema de la dinámica del capital especulativo- auguran el despliegue de un nuevo período recesivo en los próximos meses.

· SE HUNDE BACHELET Y SE CRIMINALIZA LA POBREZA
La respuesta del mal gobierno obra con la política del garrote y la zanahoria. Mientras la presidenta Bachelet, según el Consorcio Iberoamericano de Empresas de Inversión de Mercados y Asesoramiento, se hunde en las encuestas regionales desde un 71% de popularidad alcanzado el 2006, a un 19% el 2007 (quedando en el penúltimo lugar de 22 países), a través del Ministerio del Interior promueve una política de criminalización de la protesta social y la disconformidad popular. De este modo, luego del 11 de septiembre, acogiendo el clamor patronal y de la derecha política, ha generado una serie de medidas tendientes a intervenir con medios y grandes recursos los “focos” más “conflictivos” de la población. Para ello la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI) está mandatada a maximizar sus tareas, se multiplican las plazas de carabineros y se engordan las cárceles. Naturalmente, lo anterior, adjetivamente edulcorado con programas de “mejoramientos barriales” y planes de “rehabilitación social”.
Por el lado de la zanahoria, el Ministro del Trabajo, Osvaldo Andrade –adelantando aspectos de la llamada “Mesa de la Equidad Social ”, o nuevo pacto social (reconfiguración de la colaboración de clases necesaria para cautelar la plataforma del modelo y decapitar un eventual ciclo de lucha de clases explícito y masivo) promovido por la iglesia y sectores del gobierno– ya ha mostrado sus cartas. Apoyado por la CUT de Martínez, Andrade propuso al Comité Político de ministros y presidentes de la coalición en La Moneda , eliminar el reemplazo de trabajadores en huelga con el objetivo de fortalecer la capacidad negociadora de los sindicatos, y crear una escuela sindical con financiamiento público. Resulta tan avasallante y escandalosa la supremacía del capital sobre el trabajo, que el “borde izquierdo” de la Concertación ha determinado que el movimiento de trabajadores organizados que aplastó en los albores de su primer gobierno, debe reestructurarse, pero esta vez, por arriba y controladamente. Lo suficiente para resistir las imposiciones extremas de la explotación y la precariedad laboral, y nucleada por la ideología del diálogo y el espejismo del prometido “crecimiento con equidad”. Esta vertiente del gobierno precisa aceleradamente contar con un contingente de dirigentes sindicales pro concertacionistas para emplearlo como herramienta de resolución de dilemas con la ultra neoliberal, y evitar la “incertidumbre social” del sindicalismo independiente y de clase. El progresismo de los de arriba demanda apañar la organización de los trabajadores, reconducirla, domesticarla. Asimismo, ante mejores oportunidades para la derecha en las elecciones presidenciales de 2009, les urge preparar las condiciones para un potencial aterrizaje.
Sus cuentas son claras: de no tomar estas medidas, aumentan las posibilidades de futuros estallidos sociales. Los operadores político-sociales del poder también saben que sin justicia social no habrá paz social. No por nada, muchos de ellos provienen de destacamentos de las izquierdas revolucionarias de los ‘70 y ‘80. Se la saben por viejos y por diablos.

· LA DERECHA DESORIENTADA
La Alianza por Chile cruza uno de sus momentos de peor convivencia de la temporada (circunstancial, por ahora). La ultra derechista UDI decidió llevar un candidato propio a las presidenciales, golpeando con dureza la capitanía del sector del pre candidato de Renovación Nacional, el multimillonario Sebastián Piñera, a quien sólo le falta hacer votos de pobreza para ofrecer garantías de transparencia de intenciones a la comunidad nacional.
Por su parte, la UDI todavía se debate en la elección de su candidato, cuando uno de sus próceres, Pablo Longueira –quien públicamente ha manifestado estar “completamente de acuerdo con el actual modelo económico”-, fue uno de los primeros políticos que salió al ruedo de la discusión del sueldo mínimo, aventurando una cifra que hizo palidecer al gobierno y al empresariado.
La Confederación de la Producción y el Comercio (gremio patronal) evalúa a sus representantes naturales como “populistas”. Fuentes de la CPC señalaron que “ya no hay oposición. (Los partidos de la Alianza ) están más preocupados de llegar al poder que de atajar reformas (como las propuestas por el ministro Andrade) que complicarán el crecimiento, el empleo y las remuneraciones.”
Del mismo modo, la CPC , frente a la sugerencia del político derechista Andrés Allamand de pagar de mejor manera el trabajo los días domingo, sentenció que “si se pagan mejor los domingos, lo que ocurrirá es que a los trabajadores se les pagará menos los otros días, pero la suma al final del mes será la misma”.
Aquí se observa un paradójico distanciamiento entre el discurso de la clase dominante y sus representantes políticos. De hecho, la CPC , ha señalado que las relaciones con la Alianza permanecen congeladas. Al respecto, no es distinta la posición de la SOFOFA.
Independientemente de que tras esta aparente contradicción, se oculte una táctica para potenciar a la derecha ante el pueblo como un polo político independiente de los intereses de los ricos, la situación –guardando las proporciones del caso– se parece a la actitud del empresariado venezolano a comienzos de 2000, cuando el ramillete de partidos derechistas descompuesto e incapaz de convertirse en alternativa de poder, obligó directamente a la burguesía a intervenir de manera abierta en la arena política, desconsiderando a sus mediadores e interlocutores históricos.

· LA SITUACIÓN DE LOS DE ABAJO
La izquierda tradicional agrupada en torno al PC agota paulatinamente sus posibilidades de llegar a acuerdos con sectores de la Concertación para quebrar el sistema electoral binominal consagrado en la Constitución pinochetista. Los intentos forjados con la derechista Renovación Nacional abortaron rápidamente. Ahora las fracciones anti comunistas al interior de los partidos de gobierno, provenientes principalmente de la dirección de la Democracia Cristiana , presionan de manera poderosa y coercitiva a los segmentos que apelan a la inclusión de representantes comunistas en el parlamento burgués. Lo más probable es que, simplemente, se logren pactos parciales por omisión en las próximas elecciones municipales de 2008 (es decir, que los partidos de la Concertación no lleven candidatos en algunas municipalidades donde el PC tiene mejores oportunidades.)
Al respecto, sólo vale señalar que el deseo político de reconstruir los viejos tres tercios de la política chilena por arriba choca frontalmente con uno de los aspectos medulares de la contraofensiva burguesa ocurrida tras el golpe de Estado de 1973. Esto es, impedir que la izquierda llegue al Ejecutivo por vías legales.
Asimismo, la política de frentes amplios, fundada en la colaboración de clases y la ilusión de la existencia de una burguesía nativa “revolucionaria”, capaz de cumplir con las tareas históricas de la industrialización del país y una democracia “más plena”, entre otras medidas, son parte del museo ideológico de la izquierda bajo la égida soviética que se desplegó entre los años ‘30 y ‘70 del siglo pasado.
La clase en el poder –cuyas tramas sanguíneas e intereses se confunden entre la Concertación y la derecha– aprendió la lección histórica. Así como ahora, ante incidentes desorganizados y reducidos de un trozo de pueblo que se reconstruye, los de arriba toman ya iniciativas brutales en todos los ámbitos (policíacos, jurídicos, ideológicos y mediáticos), lo mismo hacen en la arena estrictamente electoral, pese a la pobre votación obtenida por la izquierda desde el fin de la dictadura. Su objetivo –muy bien alcanzado hasta el momento– es cooptar, dispersar o destruir cualquier asomo de fuerzas desde abajo.
Así y todo, las tareas del pueblo y el archipiélago de organizaciones hermanas que es preciso reagrupar, están pendientes. No es fatal el actual orden de cosas. Pero su reunión es condición necesaria para la construcción de la crisis.
Mientras en otros territorios del continente, son millones los que enfrentan a diario el horizonte titánico de construir una sociedad donde gobiernen los trabajadores y el pueblo, donde el trabajo subordine al capital y el hombre al dinero, abajo, en Chile, la indignación ante las condiciones objetivas extraordinariamente antipopulares del actual modelo, antecede la organización y la lucha.
Durante el último trimestre del año, la primavera chilena será espectadora de los conflictos laborales que se avecinan en el sector pesquero, de la salud, del subcontratismo, de los servicios tercerizados, de la construcción. El fracaso del sistema de transporte Transantiago y su pronto encarecimiento para la población, sumado a las alzas constantes de los alimentos y los derechos básicos privatizados, y el congelamiento de los salarios, paso a paso, construyen las condiciones de indignación nacional y auguran nuevas expresiones de protesta.
El sujeto de la transformación es la constelación organizada de los distintos actores cuyos intereses se contraponen a los establecidos por los de arriba.
La primera tarea es la unidad: de los sindicatos con independencia de clase e inspiración socialista, de los pobres más conscientes y dispuestos para luchar, de las organizaciones revolucionarias. Paralelamente, y frente al desarme ideológico propiciado por arriba, es preciso construir el “intelectual colectivo”: el conjunto de mujeres y hombres capaces de realizar el análisis concreto de la realidad material, sentar las bases del debate, crear las condiciones para la producción del proyecto emancipador de la mayoría.
El tiempo apremia. Y cada segundo restado a las tareas de la unidad de la clase, es un segundo ganado por la minoría privilegiada para perpetuar su dominación.
Sólo la unidad, y la organización blindada de la unidad, son garantía de un futuro próspero para las generaciones que recién amanecen.


Una táctica desde y para el pueblo: el Movimiento por la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo

Es en el marco anterior que desde hace tiempo ha surgido la formulación de distintas convergencias y ejercicios de vinculación entre los diversos empeños político sociales de inspiración revolucionaria del pueblo.
Considerando la sobrediagnosticada conclusión sobre la evidencia y causas del actual período dignado por la debilidad en general, y sus diversas expresiones y organizaciones revolucionarias en particular; es posible establecer que el horizonte a largo plazo a convenir tiene que ver con aportar a la construcción de la fuerza social revolucionaria de la clase trabajadora y el pueblo que sea capaz de destruir los cimientos del actual modelo de dominación burguesa y entregarse a la tarea histórica de edificar el socialismo en Chile. Aquí se habla del establecimiento de un gobierno comandado por la clase asalariada y que funde su proyecto histórico en los intereses profundos del pueblo.
El proyecto en ciernes debe hacerse cargo de la memoria popular, sus victorias, derrotas y aprendizajes, y al mismo tiempo aspirar a constituirse en la síntesis y superación de las diversas experiencias de la lucha organizada y sus instrumentos políticos de antaño. Cada período histórico requiere de su propio instrumento político revolucionario.
En el corto plazo y como parte de una táctica para el período, se ha propuesto trabajar en torno al objetivo de vertebrar, vincular y reunir en torno un Movimiento de la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo, al archipiélago descoyuntado hasta ahora, de organizaciones sociales y políticas, genuinamente de clase e independiente, al que, en un primer momento, formen la "Mesa por la Unidad del Pueblo".
En este sentido se ha propuesto establecer encuentros territoriales (que eventualmente contengan iniciativas temáticas y sectoriales) que constituyan las piezas fundamentales del Movimiento por la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo. Los encuentros tendrán como objetivo propugnar democráticamente desde abajo, y de lo particular a lo general, las claves nucleares del futuro Programa del Pueblo y dotarse de una orgánica mínima para enfrentar con éxito la unidad en la acción. Los encuentros por la unidad popular deben trabajar con perspectiva de país, protagonismo popular, vocación de poder, y convicción de lucha permanente. Asimismo, su orgánica debe ser elemental, horizontal, hondamente democrática y funcionar de acuerdo a sus ritmos y modos. El Programa y la composición de fuerzas que lo elaboren deben garantizar su carácter de clase y orientación política.
Por su parte, la "Mesa por la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo" debe funcionar como germen de la conducción política en las tareas correspondientes a la evaluación y formulación de políticas del Movimiento por la Unidad , además de cumplir con sus labores político sociales centrales, teniendo como eje de su quehacer la acumulación de fuerzas más amplia. La "Mesa por la Unidad del Pueblo" debe operar de manera democrática, horizontal, garantizando la participación colectiva en igualdad de condiciones, para impedir los “hegemonismos”, “verticalismos” y otros males heredados de la vieja izquierda; sancionando compartidamente los nuevos ingresos, la agenda de tareas, las líneas de propaganda, formación y áreas temáticas de discusión y lucha.
Es imperioso incorporar a este nuevo empeño la experiencia de otros intentos de convergencias, la reflexión política a la luz de la realidad concreta en la que nos desenvolvemos, y a las nuevas maneras en que las actuales generaciones de avanzada del pueblo validan y se comprometen con los espacios políticos en los cuales participan.
Consecuente con lo anterior, la "Mesa por la Unidad " no puede correr el riesgo de convertirse en una suerte de "dirección superestructural" del trabajo político cristalizado en el futuro Movimiento por la Unidad del Pueblo. En este sentido, resulta altamente peligroso para nuestras expectativas que la "Mesa por la Unidad del Pueblo” sólo reúna a las "orgánicas", a los más "preclaros", a los "políticos".
¿Cómo podríamos ofrecer garantías democráticas auténticas a las organizaciones sociales y populares anticapitalistas de carácter más local, temático o sectorial que se sumen al MUP, sino son parte protagónica y resolutiva de la "Mesa por la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo”?
Dadas las condiciones del actual estadio político de nuestros sectores en formación (extremo localismo, desconfianza a ultranza, demanda de democracia radical, identidad y compromiso sólo en aquellos continentes político sociales donde tienen capacidad de influir y ser parte del reparto protagónico del empeño) sólo sumaremos a amplios sectores para la apuesta estratégica que nos hemos propuesto si se incorporan los actores hermanos y amigos en igualdad de condiciones a la "Mesa por la Unidad ".
Es decir, independientemente de contar por un período indeterminado con una coordinación o "Mesa por la Unidad " altamente mestiza, diversa y combinada en su composición orgánica; una política de acumulación de fuerzas fundada en la realidad del archipiélago de organizaciones sociales y populares antineoliberales y de inspiración socialista existentes en el seno del pueblo, nos exige flexibilizar la composición de la Mesa , aplicando una metodología impecable que limite las incertidumbres, las formaciones desiguales y las desconfianzas.
Se propone que la coordinación de la "Mesa por la Unidad ” funcione con dos representantes por organización (sea cual sea su naturaleza orgánica, social y política, territorial, sectorial, temática, etc.) que participen en el Movimiento por la Unidad de los Trabajadores y el Pueblo. De este modo se evita la estructuración de falsas jerarquías, se genera alta sintonía y coherencia político social en el conjunto de la fuerza, y se construye un espacio genuinamente democrático. Esto permite la democratización de la política, las tareas y la organización de la lucha, con más compañeros comprometidos y con la estatura y modalidades que demanda el actual estado de cosas.

NÚCLEO POLÍTICO OVEJA NEGRA
De la Memoria al Poder
Septiembre de 2007

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