Con la participación diversas organizaciones políticas y sociales y más de 200 personas, se realizó el 11 de septiembre de 2016 la marcha ‘De la Memoria a la Victoria’ o ‘De la Memoria al Poder’, que se inició a las 11.00 hrs. en el Cementerio General y terminó en la Plaza de Armas de Santiago.

Pero eso no es todo. La marcha De la Memoria al Poder, lejos de caprichos o competencias enfermizas respecto de la caminata tradicional, invierte su sentido porque, muy distante de cierta cultura martiriológica y victimista, reivindica la actualidad de la causa emancipadora de quienes cayeron antes y de quienes resisten ahora. ¿Y qué resisten? Resisten al capitalismo, al imperialismo, al patriarcado. Son militantes del ambientalismo consecuente, son mapuche y solidarios con la liberación y autodeterminación de los pueblos indígenas. Son migrantes empobrecidos. Luchan por las transformaciones estructurales en materias de súper-explotación del trabajo asalariado, contra el imperio de la deuda y la especulación financiera y comercial, contra el saqueo extractivista y la destrucción de la biodiversidad. Batallan por una educación gratuita, universal, de excelencia, y con un currículo al servicio de los intereses de las y los oprimidos y ya no de la reproducción del capital y la ganancia privada. Luchan por una salud pública con presupuestos adecuados y por un sistema de seguridad social basado en la solidaridad. Luchan contra el centralismo metropolitano y por la creación de poder popular como un punto de llegada complejo y sometido a la realidad de la situación genuina de la lucha de clases. Luchan por el derecho a la vivienda digna y contra la criminalización y represión del Estado capitalista y policial chileno. Combaten la alienación social promovida por los pocos opresores mediante la rica producción cultural de las y los oprimidos.
La marcha De la Memoria al Poder define su proyecto de sociedad tras las lecciones de lo mejor del socialismo revolucionario de Chile, el Continente y el mundo, y apurando aquello que todavía es preciso imaginar colectiva e individualmente. Sabe que nada está terminado y que la voluntad humana amalgamada y en acción es la variable determinante para cambiar la historia y descompensar las relaciones de fuerza que aún sostienen un régimen político agotado y un Estado antipopular. No se fía de manuales, de remedos, de caudillismos de ocasión. Confía y se resuelve en los modos y fuerzas concretas de la paulatina recomposición del movimiento social y popular a escala territorial y sectorial. No se autoproclama vanguardia ni pretende sustituir las distintas formas en las que se expresan las resistencias populares. Sabe que aún son pocas y pocos, pero también sabe que el futuro se desenvuelve de lo simple a lo complejo, de menos a más. Pero no por ello escasea la convicción de poder. Sólo que con los pueblos, todo, y sin ellos, nada. Esa marcha es pueblo.
La segunda marcha De la Memoria al Poder efectuada este año fue superior que la del año anterior. La Plaza de la Constitución donde se encuentra el monumento al ex Presidente Salvador Allende estaba blindada hasta los huesos policialmente, debido a lo cual la marcha alcanzó a llegar a la Plaza de Armas, a pocas cuadras de La Moneda. Ardiente paciencia, le llaman. Que las fuerzas sociales y políticas de las y los oprimidos no se reconstruyen de un día para otro y que ‘no hay revoluciones tempranas: crecen desde el pie’.
Para atesorar: la disciplina y sentido de cuerpo de la marcha. No fue un mosaico desarticulado de grupos mirándose hacia adentro. Fue un mismo proceso. Diverso y compacto a la vez. Igual horizonte de sentido y distintos modos de manifestarse. Finalizó con la entonación conjunta de La Internacional. No por nostalgia. Por lo perentorio de su emergencia.
Una promesa en medio de la confusión ambiental.
Fotos: Mario Aballai y Maricelu Ramírez
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