1.
A la hace poco reelecta presidenta Michelle Bachelet por un 25 % de los
posibilitados legalmente para votar en Chile -confirmando la crisis de
representatividad del sistema político austral que desde el plebiscito de 1988
mantiene prácticamente el mismo padrón electoral- todavía le resta más de un
mes para asumir el Ejecutivo y ya su gabinete anunciado comienza a hacer agua
por varios costados. En términos inmediatos y con lógica de arquero
futbolístico, Bachelet puso de ministro de Educación al ex titular de Hacienda
y ex funcionario del Fondo Monetario Internacional (prestamista y productor de
deuda impagable, y evaluador de Estados para orientar a inversionistas de talla
mayor), Nicolás Eyzaguirre. El objetivo es contener y desmantelar al poderoso
movimiento estudiantil contra el lucro con un cuadro financiero que, de acuerdo
a sus resultados, bien puede convertirse en candidato presidencial para el
2018. Sin embargo, a los inexistentes expedientes de Eyzaguirre en materia
educacional, se agregó la nominación como subsecretaria de esa misma cartera a
Claudia Peirano, reconocida defensora de la enseñanza privada. Es decir, una
clásica tecnócrata que considera la educación como una mercancía más. Con el
argumento de ‘conflicto de intereses’, ahora mismo Peirano es objeto de
críticas no sólo de los que fueron representantes estudiantiles y hoy están en
el parlamento, sino de los estudiantes empobrecidos que privilegian la acción
directa contra la enseñanza del negocio y la deuda, e incluso del propio
partido Demócrata Cristiano en el cual milita la subsecretaria. Hasta hoy,
Bachelet, pese a los cuestionamientos multiplicados provenientes de su propia
Nueva Mayoría, ha confirmado a Peirano en su cargo. ¿Por qué en vez de sacar a
la funcionaria y enfriar el problema, Bachelet desafía el sentido común? Es
probable que la presidenta desde marzo de 2014 tema que la renuncia de Peirano
cuestione en conjunto su gabinete. Hoy es Peirano, pero junto a Eyzaguirre, ya
han provocado ruido fundadamente las autoridades de Minería, Salud, etc. El
criterio predominantemente nepotista, familiar, consanguíneo en la confección
del gabinete, suele parir políticas con cola de chancho. Y eso que aún falta
paño que cortar en otras carteras que, seguro, serán portada compartida con
el Festival de Viña del Mar en febrero de 2014.
Si
la administración de Bachelet arranca con una pobre votación, la relativización
diaria de su programa original y un gabinete jaqueado por la opinión pública,
potencialmente no tendrá tregua social ni tiempo.
Bachelet
es la presidenta de la embajada norteamericana, del empresariado -y sacando a
los aspirantes a llenar las planillas estatales- y de la población que votó
contra la derecha militarizada encarnada en Evelyn Matthei, hija de un ex miembro de la junta pinochetista.
El
verano chileno abandonó su paz vacacional. Esa paz mítica que sólo existe en
los suplementos del matutino El Mercurio.
2.
La II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) es
una victoria de la política exterior de Cuba en materia de posicionamiento mundial
y como añosa estrella pro-articuladora de la unidad continental. Otra cosa
serán los resultados concretos en materia de acuerdos económicos de largo plazo
en un contexto de ofensiva norteamericana y opacidad de sentido del
regionalismo brasileño. De cualquier modo, la superación en los hechos de la
Organización de Estados Americanos (OEA) obliga al imperialismo usamericano a
comenzar a explorar una nueva fórmula para
recrear una institución para Latinoamérica de acuerdo a la guerra fría del
siglo XXI. Es decir, entre la actual disputa comercial y financiera, política y militar intercapitalista
de mercados mundiales entre China y Rusia versus Alemania y EEUU.
Al
respecto, las iniciativas del Estado corporativo estadounidense que funda su
poderío inestable y hegemonía del dólar como divisa planetaria en su
industria-vanguardia de producción de tecnología bélica, se anclan en la
Alianza Transatlántica de Comercio e Inversión con la Unión Europea; el Acuerdo
de Asociación Transpacífica, y la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú,
Chile y eventualmente Panamá y Uruguay).
La
Alianza del Pacífico fue la variable que condicionó el diferendo marítimo de
‘resultado salomónico’ entre Chile y Perú el pasado 27 de enero. Ambos enclaves
de los intereses norteamericanos en Suramérica están destinados a mantener
complementaria y competitivamente la producción cuprífera y minera, sin ruidos
que puedan entorpecer los objetivos estadounidenses.
3.
Hasta el momento, la crisis civilizatoria del capitalismo no ha abierto una
nueva temporada de insurrecciones populares de horizontes post capitalistas en la
periferia. Las resistencias pro populares, en particular de Venezuela,
continúan reproduciendo el patrón primario exportador con una notable
distribución social de sus excedentes. Sin embargo, tanto las burguesías
preexistentes como las provocadas en el propio proceso de centralización
estatal continúan beneficiándose incluso en un marco de relaciones de fuerzas de
clase sustantivamente más simétricas que jamás antes en la historia venezolana.
Pero mientras el gobierno bolivariano coexista con la clase gran propietaria y
parásita y no traspase definitivamente el poder a las fuerzas sociales
históricamente oprimidas y actualmente auto-conscientes, el tiempo favorecerá a
los poderes tradicionales.
(4.
Los últimos análisis de coyuntura del prestigiado economista de izquierda
Claudio Katz han intentado realizar una suerte de clasificación matizada entre
un sector de intelectuales que plantea que se estaría transitando por una fase ‘pos
liberal’ y, al otro extremo, por quienes ‘uniforman’ la condición de
dependencia primarizada de toda América Latina. Cada esquina, naturalmente,
comportaría conclusiones y proyectos políticos distintos (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=179989).
Al
respecto y con el respeto y admiración por la trayectoria de Katz, a quien
suscribe este borrador le resultan forzadamente dicotómicos los cortes
establecidos por el académico y luchador social argentino, y no necesariamente
convincentes. La política no es el arte de promediar discrecionalmente
posiciones tan extremas como abstractas. Es más bien el arte de acumular
fuerzas para conquistar el poder. Y de tomar partido por los intereses de los
pueblos y los trabajadores, como es el caso, entonces la política es el arte de
acumular fuerzas sociales destacadas a destruir el Estado burgués y establecer
una sociedad radicalmente democrática que acabe con la dictadura del capital y
siente las condiciones del fin del trabajo asalariado, el patriarcado y la
sociedad de clases. En este sentido, el llamado ‘pos liberalismo’ –de existir
más allá de la propaganda- ilusiona engañosamente, mientras que la denominada
teoría del Consenso de commodities se hace cargo de uno de los vértices
históricos de la dependencia de las economías periféricas. Esto es, ella es
concretamente útil para caracterizar y dirimir rumbos libertarios. ¿Pero qué
tiene que ver lo anterior con el paralelismo insostenible entre la política y
la economía?
Ahora
bien, ¿qué quiere decir el que ahora escribe apuradamente y parece emplear el
material de Katz casi como fraterna provocación y excusa para exponer sus
acentos? Que la crítica dialéctica y eminentemente práctica no se sitúa desde
un cociente entre pos liberalismo y Consenso de commodities, ni desde una
distinción casi contradictoria entre política y economía, sino desde la
radicalidad impuesta por las condiciones concretas de un sistema-mundo dominado
por la deuda, la especulación, el saqueo, la explotación multidimensional del
trabajo humano y la concentración y formación de nuevos bloques conflictivos
entre los mandarines del capital planetario. Las formas ‘nacionales’ de la
actual fase capitalista, devenidas de la financiarización mundial en línea (y
por tanto, de los aislamientos nacionales imposibles), como tendencia, resultan
mucho menos determinantes y nítidas que en la fase previa fechada entre la II
Guerra Mundial y la implosión de la Unión Soviética.
Por
supuesto que existe una diferencia política entre la administración de los
Estados mexicano y venezolano. México es hoy extensión de EEUU y Venezuela
resiste esa condición. Pero México es mucho más ultraliberal que socialista es
Venezuela. Y no hay promedio entre ambas realidades. Hay hegemonía del capital,
de lo contrario Venezuela habría destruido a la burguesía.
Lo
más probable es que este escribidor malinterprete a Katz y lo emplace injustamente.
Que incluso no esté haciendo sino continuar bien o mal su clasificación
diferenciada entre los procesos disímiles que mapean a América Latina. Sin embargo, la economía en su sentido
elemental es el lugar sobre el cual se producen las relaciones sociales. Y la
política no corre autónomamente. Salvo en los relatos, los deseos, el
parlamentarismo cazador de clientela. Es decir, salvo en los discursos
contingentes y de interés inmediato propios de la democracia burguesa
representativa. Todos aspectos muy lejos de Claudio Katz.)
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