lunes, 29 de septiembre de 2008

¿EN LA ONU BACHELET CONDENA LA DESIDIA , CODICIA E IRRESPONSABILIDAD DE ALGUNOS LÍDERES?



1. El 24 de septiembre, en la testera de la ONU , la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, en el marco de la crisis económica planetaria, señaló con “heroísmo” verborreico que “la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos”, junto a la “desidia política” de algunos líderes, ha arrastrado al mundo a esta “situación de incertidumbre”. Si bien, los latigazos retóricos, meridianamente abstractos (casi sin sujeto) contra los incidentes ruinosos del capital financiero especulativo de los países centrales originados en Estados Unidos de Norteamérica podrían venir de un sacerdote bien intencionado o un derechista de viejo cuño y productivista, cobran cierta relevancia proviniendo de la Mandataria del gobierno más libremercadista de Latinoamérica. ¿Es que ha caído un piano de cola azul sobre la cabeza del gobierno de la Concertación ?

2. Bachelet fue la candidata de Ricardo Lagos Escobar. Sus atributos políticos se reducen a ser la primera mujer presidenta de Chile (que no del Continente (ahí estuvo la Chamorro en Nicaragua), ni menos del mundo (ahí estuvo la Thatcher en el Reino Unido)), novedad necesaria para la ilusión del cambio proveniente del rostro concertacionista del bloque en el poder. Sin embargo, pasó de moda a la velocidad de la luz, al convertirse en simple continuadora de una sucesión de gobiernos concertacionistas que no han hecho más que profundizar el recetario antipopular del capitalismo extremista que manda en el país desde hace 30 años.

3. ¿Codicia, desidia, irresponsabilidad? ¿No son estas las categorías que podrían ilustrar inmejorablemente los resortes económicos, políticos y sociales del actual modelo chileno?

4. Además de los programas sociales absolutamente insuficientes y los bonos-miseria que de vez en cuando arroja la Concertación a las franjas más castigadas socialmente por la economía más abierta y antiproteccionista imaginable; los ejecutivos de la Concertación se han caracterizado por reformas que acentúan dramáticamente la concentración de la riqueza y la desigualdad social en el país. A casi 20 años de la inauguración del período de gobiernos civiles luego de la dictadura militar, un puñado de transnacionales y tres grupos económicos nativos, pero de intereses combinados con el capital mundializado (Angelini, Luksic y Matte) son dueños del país, de su soberanía en el plano de los recursos estratégicos, y titiritean a su antojo a los gobiernos de turno y sus carteras de Hacienda y al Banco Central. Mientras tanto, el 5 % más rico de la organización social faraónica de Chile, obtiene mucho más de 220 veces que el 5 % más pobre.

5. La hija política de Ricardo Lagos heredó la privatización sin precedentes del cobre (70 % desnacionalizado); la bancarización social para bien del sistema financiero y engorde de las carteras de deudores; una educación pública en bancarrota, simple reproductora de la sociedad de clases y archifuncional a la estrategia del capital; una salud de camillas abarrotadas en los centros sanitarios públicos (donde se atiende o desatiende, un 80 % de la población nacional) y en crisis permanente de recursos (con Plan Auge o sin él); el reinado de la subcontratación y el mal empleo; y la destrucción de amplias extensiones de territorio y medio ambiente producto de la explotación de la celulosa, la industria del salmón y áreas de la minería. En el plano de los derechos humanos y los objetivos de verdad y justicia promovidos por las organizaciones históricas de las víctimas de la dictadura, pese a los expedientes de Bachelet, apenas se ha avanzado simbólicamente mientras se han sorprendido a los criminales en conocidos restaurantes o paseando por la calle con la tranquilidad que ofrece la impunidad pactada.

6. En Chile existen 6 y medio millones de trabajadores y trabajadoras. Apenas un 11 % está sindicalizado (y la tendencia, desde 1992, corre a la baja), y menos de un 9 % está facultado para negociar colectivamente. Es más fácil crear una organización clandestina antisistémica que un sindicato, y el derecho a huelga, en la práctica, no existe. El Código del Trabajo está hecho como traje a la medida de la patronal, y las centrales de trabajadores existentes son pura extensión subordinada a los movimientos y agendas gubernamentales. Las luchas laborales que cruzan el umbral del miedo al patrón, son castigadas con violencia oligárquica (Agrosuper, subcontratistas del cobre y las forestales, empleados bancarios del Santander, obreros de la constructora San Felipe, etc., etc.).

7. La reforma previsional –perla del programa de Bachelet- fortaleció el sistema de administración privada de los fondos de pensiones que hoy acumula pérdidas de 18 mil millones de dólares, en virtud de las facultades garantizadas por el gobierno para que esas empresas (obra cumbre del pinochetismo) puedan invertir en acciones fuera del país. Los recursos perdidos en inversiones especulativas ya representan lo equivalente a más de la mitad de los ahorros estatales. Y ellos están muy bien guardados para cuando llegue lo peor de la crisis y se tenga que salvar al capital quebrado. Ni hablar que el superávit fiscal –efecto del transitorio boom exportador de cobre y celulosa- se invierta en industria, educación y salud dignas. El FMI, la OMC y el BID, y localmente, la Confederación de la Producción y el Comercio (gremio patronal) jamás lo permitirían.

8. Aquí el artículo podría extenderse sobre los escandalosos casos de corrupción que han protagonizado altísimos funcionarios concertacionistas (y que están asociados a las licitaciones de carreteras, por ejemplo); la ruina del Transantiago (que un 80 % de la gente repudia); la inflación que, por arriba y vía Banco Central, pretende controlarse a través de la baja de salarios y la contracción de la demanda; el aumento del precio de los alimentos y los servicios básicos; la creciente insalubridad mental de los habitantes de las grandes ciudades; la superconcentración de los medios de comunicación de masas (unidimensionales, bobos y defensores de los intereses de las clases dominantes); la bancarrota cultural; la exclusión política estructural; y un sinnúmero de asuntos que, a costa de abusar de los lectores, llenarían la más completa biblioteca.

9. Los gobiernos de Colombia, México, Perú y Chile son los enclaves que mejor reproducen los intereses imperialistas en la Región y el recetario neoliberal jaqueado cuando transcurren las quiebras, salvatajes de dudosos resultados y descalabros económicos sin fecha de término en los estados corporativos de Norteamérica y la Unión Europea. Con la cumbre de UNASUR a propósito de los hechos que protagoniza el pueblo boliviano enfrentado a la oligarquía fascista y rascista que le tocó por enemiga a desarmar, el aparato de propaganda gubernamental trató de convertir a Bachelet en una “líder” regional. Ahora, el mismo aparato, insiste, haciendo que Bachellet hable de codicia, desidia e irresponsabilidad ante la crisis de los límites históricos del capitalismo neoliberal. Pero ya es tarde. Esos titulares a los chilenos ya no les importa. Están desacreditados por la cotidianidad concreta de la mala vida y el mal gobierno. De alguna manera, Bachelet ya es parte del pasado; de lo antiguo y arriba. Lo que sí permanece pendiente, como futuro necesario y en ciernes, es la hora urgente de los trabajadores y el pueblo.
En fin, hay que terminar pronto el texto, que en la Plaza de Armas de Santiago hay ahora una concentración en apoyo incondicional al pueblo boliviano.

Andrés Figueroa Cornejo
Septiembre 25 de 2008






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miércoles, 24 de septiembre de 2008

APUNTES DE UNA TÁCTICA POPULAR PARA LA ACTUAL ETAPA



1. Que la pureza es un invento para dominar, disciplinar, resolver problemas de mala conciencia, ofrecer sentidos altruistas a escala individual, mantenerse al margen de los acontecimientos altamente contradictorios, no lineales y que desborban los manuales y las academias. Que la pureza produce en sus víctimas, temblores de idealismo, orden para mirar, platonismos deslavados e improbables. Que la pureza es estupenda para reemplazar los somníferos, desdeñar al prójimo y enjuiciar desde los altares religiosos o laicos, valga la redundancia. En fin, que la pureza ideológica, política, sexual, retórica, resulta más bien un reflejo tranquilizador ante el movimiento dialéctico de las cosas, lo concretamente problemático de la realidad, el dinamismo multidimensional del paisaje humano. Y cuidado, porque la pureza no tiene que ver con la ética rebelde. Ella está prendida de errores y dudas, pero se fortalece en su concreción insobornable, en el comportamiento conciente y coherente, desalojado de egoísmos. La pureza es la ilusión del Opus Dei. La ética rebelde es la unidad de sentido incuestionable del Che y tantos otros y otras.

2. Ante la debacle política de las fuerzas de inspiración revolucionaria en Chile, primero vino el dolor sordo, luego la necesidad de resistir (en el sentido de sobrevivir), después más golpes, y finalmente el enfrascamiento, las maneras sectarias, el mundo cuesta abajo, y el maximalismo principista. La vocación de minoría resultante de un proceso complejo de vaciamiento político marca el derrotero malogrado de un conjunto de siglas sin más proyecto que la nostalgia, las evaluaciones parciales, el voluntarismo y el acuartelamiento en un leninismo convenientemente editado y un marxismo monumentalizado, vuelto máximas inmóviles, desnaturalizado de su propia realización y producción histórica. Los puros duermen bien, pero no transforman el orden de las cosas. En el mejor de los casos, convierten la realidad en materia de calzado mal fabricado para el pie alado de lo que debería ser, pero no es.

CONTEXTO Y COYUNTURA


3. Después de 35 años del fin de la “vía chilena al socialismo”, el país es administrado por los intereses del gran capital, bajo la hegemonía inhumana de las relaciones económicas, políticas, culturales, simbólicas y sociales del fetiche de la mercancía y la supuesta teoría del libre mercado (que en la práctica, promueve los oligopolios, la concentración de la riqueza y osifica la sociedad y desigualdad de clases y la dependencia del capital financiero y especulativo). El pacto interburgués que puso término a la dictadura militar y abrió el actual período de gobiernos civiles, ha mantenido intactos los resortes profundos de los intereses del capital y su dinámica antipopular. Gobierno tras gobierno, la Concertación , primero acudiendo al temor de los cuartelazos, y luego actuando francamente desde el acomodo y la conveniencia, ha consolidado una sociedad estamental, sin derechos sociales asegurados para las grandes mayorías, y ha terminado de desmantelar y vender a privados las rémoras de la propiedad estatal. De esta manera, los gobiernos concertacionistas –cuya confianza la burguesía, recién a casi 20 años de elecciones, comienza a relativizar- han prometido cambios pro populares reiteradamente incumplidos; impedido la organización de los trabajadores y el pueblo; y castigado cualquier asomo de cabeza de los de abajo, muertos mediante. El Estado subsidiario, tutelado transitoriamente por la Concertación, ha reducido su “vocación ciudadana y democrática” a insuficientes programas sociales (que, sin embargo, han bajado las cifras de la extrema pobreza, pero que, en la práctica, evidencian la radicalidad y el saqueo del mismo modelo administrado por la dictadura), mientras en la realidad dominante ofrece señales de descomposición, envejecimiento de horizontes de sentido (si es que lo tuvo, más allá de la buena publicidad de los primeros años), corrupción, reformas aparentes, alienación, desastres en el ámbito educacional, sanitario y medioambiental, precariedad y pésimo pago del empleo.


4. De este modo, Chile padece la mutación y extinción del Estado tal como se conoció hasta 1973. El aparato fiscal, históricamente de contenido burgués, actualmente se expresa anémicamente en su peso burocrático, poderosamente en su papel militar, y defensor a ultranza de la propiedad privada en materia jurídica. Hoy el Estado parece ser una caja fuerte repleta de dólares para la contención parcial de eventuales conflictos sociales (Transantiago, Fondo de Estabilización del Precio Petróleo, bonos miseria) y útil como aval de los poderosos en apuros; tiene el monopolio de la fuerza militar; es el guardia privado de la burguesía; y sostiene un parlamento monocorde y legitimador del poder de los privilegiados. La extraña transparencia sin contradicciones del rol del Estado chileno en una sociedad de clases, mandata la reconstrucción de las fuerzas anticapitalistas al calor de la lucha entre capital y trabajo, en sus maneras más desnudas, multidimensionales y originarias.


5. Las cifras oficiales de 2008 hablan que el promedio de los trabajadores gasta más de lo que gana y adeuda un año de salario; menos de la mitad de la fuerza laboral está contratada; apenas un 8,7 % puede negociar colectivamente (independientemente de los magros resultados de los convenios); el desempleo se empina sobre el 8 % a nivel nacional (aunque números más reales superan con creces la cifra oficial) ; la inflación para el 40 % más pobre está en un 20 %; la pobreza es femenina y juvenil; el subcontratismo y la precariedad laboral campean y el descrédito del sistema político supera el 50 %. Asimismo, la desaceleración económica producto de la crisis cíclica del capital financiero parasitario y del alza estructural de los precios de los alimentos y la energía, destruyen el poder adquisitivo de las remuneraciones, mientras el Banco Central aumenta las tasas de interés para paliar la inflación a costa de las grandes mayorías. Las proyecciones del Ministerio de Hacienda en materia de crecimiento varían a la baja. Al respecto, el 2008 el país crecerá alrededor de un 4 %, el número más bajo de la región.


6. El modelo de reproducción capitalista inaugurado a mediados de los 70 del siglo pasado, y hoy perfeccionado, legitimado y consolidado por la Concertación de Partidos por la Democracia, sólo ha profundizado la diferencia de clases que ha convertido a Chile en uno de los países más desiguales del mundo (entre las 15 naciones de peor distribución del ingreso del planeta). El 60 % de los chilenos sobrevive con menos de $ 82 mil pesos mensuales, en tanto el producto por habitante es cuatro veces mayor. De 1990 al 2005, la brecha entre el 5 % más privilegiado de la sociedad respecto del 5 % más pobre, aumentó de 110 a 220 veces (hoy la distancia es superior). Los estándares educativos son extraordinariamente deficitarios (de paso, destruyendo el mito burgués de la educación como vehículo de movilidad social, y proletarizando a la marginalidad social juvenil mediante los 12 años de escolaridad obligatoria); existe una insuficiente e ineficiente salud pública (donde se atiende el 80 % de los chilenos); hay crisis de la vivienda y creciente demanda de los derechos sociales básicos insatisfechos. La tasa de cesantía entre los trabajadores jóvenes oscila entre el 15 % y 20 %, y Santiago es la séptima ciudad del mundo donde más horas se trabaja.


7. Asimismo, por arriba, el poder criminaliza y reprime “a la antigua” la movilización social y laboral, las demandas históricas del pueblo mapuche, y emplea como mano de obra barata la fuerza de trabajo femenina, adolescente e inmigrante.


8. En el país, los grupos económicos más poderosos y diversificados son los Angelini, Luksic y Matte, cuyos capitales puestos en la explotación cuprífera, forestal, pesquera, industrial, eléctrica, portuaria, y comercio, se convierten, en un mismo movimiento, en capital financiero a través de la propiedad de bancos y entidades financieras de crédito y colocaciones, como el Banco Chile, BICE y otros. Es decir, los patrones de Chile, cuyos capitales hace tiempo están transnacionalizados, han concentrado extraordinariamente sus beneficios y diversificado sus propiedades.


9. De este mismo modo, el Ministerio y la Dirección del Trabajo –donde se atrincheran restos del “progresismo” concertacionista- emplea groseramente a la CUT –multisindical más numerosa del país, pero presa una mañosa burocracia funcional- como apéndice y extensión de sus políticas.


10. Lo cierto es que en Chile aumenta sostenidamente el sector de trabajadores contratistas y subcontratistas (más del 70 % de la fuerza productiva y de servicios del país ya está tercerizada); en general, las mujeres ganan un tercio menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, y la línea de la pobreza está delimitada arbitrariamente en los $ 50 mil pesos; cifras, en general, que consolidan el funcionamiento de una democracia antipopular y una burguesía sin proyecto de desarrollo para el conjunto de la sociedad.


11. Un 70 % de la fuerza laboral en Chile cambia de empleo (o de relación contractual) entre 3 y 4 veces al año y menos de la mitad cuenta con un contrato de trabajo indefinidido. Por su parte, la fuerza laboral ligada a la explotación de productos agrarios sufre condiciones laborales todavía peores que los trabajadores de las grandes ciudades. Su situación de obrero agrícola, empeora aún más en el llamado "sector temporero" donde los salarios son miserables y los trabajadores (normalmente mujeres y adolescentes) laboran en peligrosas condiciones de higiene y seguridad. Sólo marginalmente logran cristalizar sus demandas a través de una pequeña expresión sindical.


12. En la actualidad, los países capitalistas centrales, como efecto de la llamada “burbuja inmobiliaria” originada en Norteamérica, viven una crisis económica que ha pasado de una “desaceleración económica”, a una eventual recesión de dimensiones todavía insospechadas. Pese a la clásica “tendida de mano” y liquidez proporcionada por los bancos centrales de USA, la Unión Europea y Canadá, entre otros, a las entidades financieras en riesgo de quiebra, se transita de una crisis crediticia a una crisis de mercado. Resumidamente, se asiste a un proceso de contracción de la demanda de consumo de los norteamericanos (que representa el 72 % del crecimiento imperial) con inciertas consecuencias. Según los analistas de la propia burguesía, el enorme crecimiento de China (alrededor de un 12 %) ha ralentizado el despliegue de la crisis a escala mundial. Gran parte de la producción cuprífera chilena se exporta a los países asiáticos, y en especial a China. Sin embargo, un reflujo de los niveles de consumo de las grandes economías podría incidir en la demanda del cobre chileno, cuyos valores sometidos a la mundialización del capital financiero y especulativo importaría la crisis a un país tan frágil –aunque con importantes ahorros todavía (30 mil millones de dólares)- como Chile.


13. Durante el 2006, las masivas protestas escolares contra la bancarrota de la educación pública, y luego el 2007 los trabajadores forestales, los subcontratistas del cobre, y otros múltiples sectores menos estratégicos para el capital, rompieron la paz de cementerio reinante en el país, realizando largas huelgas por reivindicaciones económicas, cuyas demandas políticas (renacionalización del cobre, por ejemplo) se diluyeron al no contar con un movimiento popular debidamente organizado. Sin embargo, los trabajadores -la clase que produce la riqueza de Chile- retoman paulatinamente su rol histórico tras el cual debe ordenarse el conjunto de rebeldías anticapitalistas y demandas multisectoriales del país. El escenario de emergencias laborales parece reiniciar lentamente un nuevo ciclo de lucha de clases. Ante el pavor de la burguesía, hasta la iglesia católica ha denunciado las ominosas inequidades del modelo y propuesto un salario mínimo, incluso mayor que el negociado por la CUT de Martínez. Del mismo modo, el gobierno ha instalado una "Mesa de Equidad Social" y habla de pacto y cohesión social (acordados por los de arriba y sin pueblo) para "aligerar" la violencia de la explotación frente a eventuales movimientos de los de abajo que podrían espantar inversionistas y aminorar ganancias.


14. Como resulta histórico –salvando algunas nuevas maneras-, los dispositivos materiales que reproducen el sostén cultural e ideológico de la alienación requerida por el capital se encuentran en la escuela, el ejército, la iglesia, la empresa, el relato político dominante y el control monopólico de la clase en el poder de los medios de comunicación de masas (en especial, de la televisión). En su conjunto, los dispositivos de la alienación propalan la resignación, la igualación del consumo a la felicidad, la fatalidad del actual orden de cosas, el temor, la espectacularización de los acontecimientos y sus personajes, el espejismo de la enseñanza formal como palanca social, los metadiscursos para especialistas, la mala conciencia, la participación bajo control e irrelevante, el analfabetismo funcional, el consenso como imposición vertical, la lumpenización de las relaciones sociales, la idiotez indolente y el egoísmo.


15. Históricamente, las posibilidades de la construcción de la hegemonía de los intereses de los trabajadores y el pueblo están ligadas a las luchas concretas contra las relaciones de dominación, el capital y los patrones; la alfabetización política; la arquitectura sincrética, mestiza, creativa, cultural y simbólica devenida de las necesidades y experiencias concretas propias de las grandes mayorías; la religión liberadora; la ética insobornable; la solidaridad; la dignificación de los contenidos y formas genuinas de las clases dominadas; y la edificación incesante del malestar colectivo frente a los privilegios de la minoría en el poder.

MATERIALES PARA UNA TÁCTICA

16. El archipiélago microscópico de los empeños anticapitalistas de toda laya, como efecto complejo y dinámico de un período todavía no explícito y franco de lucha de clases, se debate entre el movimientismo autoreferente y restringido temáticamente, el localismo insuficiente, el aparatismo político social, y la ausencia de un nuevo proyecto histórico emancipador de los trabajadores y el pueblo que contenga potencias nacionales, vocación necesariamente internacionalista, de mayorías y de poder.

17. Por su parte, la dirección de los partidos de la izquierda tradicional y un conjunto de iniciativas menores y parciales apuestan a la inclusión sistémica crítica, subordinando los embriones de movimiento social a sus agendas políticas y de supervivencia orgánica. Al respecto, la crisis de conducción de la izquierda tradicional se manifiesta a través de desprendimientos que adquieren carácter orgánico autónomo, marcha a otros empeños políticos, o simplemente, destrucción de militancia popular.



18. Por otro lado, en potencia, con algunas certezas y abundantes dudas, agrupaciones anticapitalistas todavía simbólicas, pero involucradas concretamente en episodios de lucha social, ya comienzan a arriesgar y producir volitivamente ciertas condiciones para dar pasos hacia la unidad. Se trata, diferenciadamente, de organizaciones estudiantiles secundarias (y cierta presencia universitaria), organizaciones poblacionales ligadas a la demanda por la vivienda y contra el alza del costo de la vida, iniciativas sindicales de pelea que implícita o abiertamente apuestan a la independencia política de las clases subalternas y critican dura y fundadamente la conducción progubernamental de la CUT; originarios por la defensa de recursos vitales (agua, tierra) y proyecciones identitarias; grupos por una Asamblea Constituyente (con todas las consideraciones críticas al respecto), la renacionalización del cobre, el fortalecimiento de la sociedad civil, mediombientalistas resueltos, autonomistas e, incluso, genuinos colectivos socialdemócratas antineoliberales, entre otros. Cada uno de estos capítulos de reorganización popular todavía camina por vías paralelas, pese a que, de acuerdo a las prácticas y los discursos allí dominantes, existe un diagnóstico general más o menos común del actual período. En cada uno de estos polos de reagrupación hay una sólida sintonía en torno a la necesidad de la lucha directa contra el poder y sus expresiones; formas democráticas de funcionamiento y constitución; preeminencia de la lucha de masas; e independencia del sistema de partidos políticos hegemónico y a las instituciones que sostienen el modelo. Sobre las estrategias respecto del poder, la discusión sobre el papel de la participación en la democracia electoral, los sujetos principales de la transformación necesaria y los bordes de las convergencias, todavía se hacen a puerta cerrada, mirando hacia atrás y para los territorios transfronterizos. El debate tarda en comenzar, pero sus piezas iniciales ya existen.


19. Cada una de estas iniciativas, por sí solas, e incluso todas juntas, todavía no contienen el tonelaje suficiente para influir significativamente en el escenario político nacional. Sin embargo, en la potenciación combinada y organizada de sus luchas se abren posibilidades, hoy inexistentes aún, de convertirse en referente de trabajadores y pueblo (o pueblos como distinguen algunos). En rigor, son embriones de pueblo para-sí, que de manera parcial irrumpen incidentalmente en la arena de la lucha social, lejos del calendario gastado de las izquierdas tradicionales. Su composición tiene de microorgánicas de inspiración rebelde (más que de marxistas y revolucionarias de acuerdo a las categorías de la década de los 60 y 80 del siglo pasado), grupos de inspiración ácrata, independientes antisistémicos, generaciones jóvenes, ex militantes de destacamentos populares, etc. El camino para concertar los tiempos necesarios para su unidad (sin perder identidad, ni subsumirse al sector eventualmente más arropado políticamente) tiene mucho de voluntad, trabajo en terreno, construcción de confianzas, respeto mutuo y superiores alturas políticas. Aquí se habla de empeños que efectivamente consideran su visibilización y la lucha real en perspectiva de superar los aparcelamientos y las miradas cortoplacistas y puramente económicas o testimoniales.


20. Si el malestar social y político que resume cada uno de estos empeños respecto de las desigualdades, injusticias y mala vida que ofrece el actual modelo a las grandes mayorías lograra, paso a paso, dinámica y flexiblemente, constelarse en tiempos relativamente acotados y mediante la producción de incidentes unitarios, sin duda, resultaría un avance de calidad ante el panorama reinante.


21. ¿Pero cómo alcanzar la unidad? Si el punto de llegada táctico para la etapa se resumiera en la construcción de un Frente Anticapitalista (regido por la independencia política de la clase y con el nombre que se convenga), es decir, una expresión político social amplia, con vocación de masas, de mayorías, con convicción de lucha, multisectorial, de existencia nacional, éticamente incuestionable, democráticamente devenida; fuertemente propagandística (en su sentido polidimensional), prácticamente solidaria, inclusiva, porosa, como una suerte de continente de los de abajo, cuyo total sea más que la suma de sus partes, y constituya la superación concreta de la agregaduría de siglas vacías, ya se estaría frente a un nuevo actor político popular que, en potencia, podría formalizarse como alternativa en el futuro.


22. Pero un Frente Anticapitalista es un punto de llegada. En cada activo de intervención y construcción genuina de trabajo político de masas, las organizaciones convocadas deben ser capaces, premeditadamente, de condensar las demandas, formas de organización y tramado concreto que explicite la necesidad de la unidad bajo los contenidos antes anotados, y que, a la vez, sea capaz de provocar los hechos político sociales, en alta sintonía popular y democrática, que precipiten no tan sólo el encuentro, sino que la necesidad del encuentro, la materia básica, irreductible, de la necesidad de la consolidación y frecuencia del encuentro.


23. El punto de arranque táctico está en las iniciativas políticas de masa concretamente existentes. La facultad dinamizadora de las organizaciones sociales y políticas (o político-sociales) debe considerar un puñado de contenidos tremendamente nítidos, elementales, simbólicamente decodificables para amplias franjas de trabajadores y pueblo. Esos contenidos subyacen en cada una de las luchas sociales actualmente en situación embrionaria. El rol del motor político constituyente es la traducción sintética de las demandas más acuciantes y que, al mismo tiempo, faciliten la acción directa y la confrontación de acuerdo a las proporciones del continente de fuerzas en construcción. Ni vanguardismos, ni economicismos posibilistas. Y asimismo debe rastrear los métodos más adecuados, más simples e incuestionables, más básicos y amigables, y ponerlos rápidamente en práctica.


24. El establecimiento de un Frente Anticapitalista no se crea en frío. Sus componentes iniciales ya existen como dispersión, e iniciativas locales, sectoriales y regionales. Al respecto, las voluntades políticas deben poner en tensión sus habilidades, multiplicar sus empeños y colocarse a disposición de un horizonte táctico claro, evaluable periódicamente, rectificable, autocrítico, perfectible. La voluntad política convocada, paulatinamente se acera en el ejercicio de la unidad popular, y comparte, obligatoriamente, los modos y contenidos de la recomposición premeditada y concordada democráticamente de las fracciones de los trabajadores y el pueblo en disposición creciente de lucha.

Andrés Figueroa Cornejo
Septiembre 21 de 2008




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lunes, 22 de septiembre de 2008

A propósito de la cumbre UNASUR


SI PIERDE EL PUEBLO BOLIVIANO, PIERDEN LOS PUEBLOS DEL MUNDO
1. En Pando los mataron los asesinos. 30 campesinos bolivianos muertos y más de 100 desaparecidos. Indios, pobres, pueblo que a tientas, en medio de la oscuridad cerrada de siglos de dominación y catástrofe, hoy amanecían para fortalecer un gobierno democrático que, paulatinamente, construye su estatura de humanidad nueva. La misma Bolivia que el Che observó como territorio desde donde comenzar la liberación mayor hace más de 40 años. La misma Bolivia, mil veces expoliada, mil veces rota por la oligarquía del odio de raza y de clase que se acuartela y lanza sus dentelladas criminales desde Santa Cruz, Tarija, Tobija y Pando. Lo que no saben los patrones, los gringos, los fascistas de siempre, es que el futuro es indio, mestizo, trabajador, mujer y muchacho pobre y repobre, y que reunidos, son mano en la mano, empuñadura, memoria centelleante, rebelión, cabeza y corazones. Y que son más, muchos más. Y que la indignación telúrica y antigua como el aire hace trizas los miedos y enarbola el coraje. Pero los patrones, los gringos, los fascistas de siempre ya lo sabrán.
2. Los Presidentes agrupados en la joven Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa, Cristina Fernández, Luis Lula da Silva, Tabaré Vásquez, Fernando Lugo, la anfitriona, Michelle Bachelet, y el innombrable colombiano, se reunieron por más de 6 horas en el Palacio reconstruido de La Moneda luego de su bombardeo hace 35 años, en el corazón cívico de Santiago de Chile. El objetivo fue tratar lo que ocurre en Bolivia, la pobre, ante la ofensiva fascista digitada por las clases dominantes y el imperialismo norteamericano contra el gobierno más popular del Continente (acaso, del mundo). Los acuerdos firmados se resumen en defender la democracia (es decir, la institucionalidad democrática formal) y propiciar el diálogo entre las partes en conflicto (?). Concretamente se creó una Comisión de Apoyo y de Asistencia al Gobierno de Bolivia, en función de sus requerimientos, incluyendo recursos humanos especializados. La composición política del encuentro explica matemáticamente los acuerdos previsibles. Lo positivo es que la cita reveló en los hechos, la inutilidad de la Organización de Estados Americanos (engendro paraimperialista) a la hora de los temas significativos, y que, pese a que participó el colombiano cachorro innombrable del imperio, no hubo representación oficial norteamericana. La declaración de buenas intenciones convenida mantiene las posiciones tal como estaban antes de la cumbre. Podría decirse que la señal mancomunada hacia la agresión imperialista es tibia, sin sabor, ausente de contenidos relevantes. ¿Es mejor que nada?
3. Lo negativo del encuentro en Chile fue la contención de Bachelet a que en el texto final se aludiera al gobierno norteamericana como propulsor de la trama golpista que se desenvuelve en Bolivia. Manifestando, como dicen los psicólogos, una relación doble vinculante respecto de la realidad, Bachelet invitó a los Presidentes Morales, Fernández y Chávez al salón de homenaje al Presidente Salvador Allende en La Moneda, quien, refrendado abundantemente por desclasificados de la CIA norteamericana, fuera saboteado en el gobierno de la Unidad Popular por la Casa Blanca desde antes que asumiera su investidura de Mandatario. ¿Humor negro?
4. Naturalmente, contra el despliegue concreto y la radicalización de la lucha de clases en el país altiplánico, una Comisión (política muy empleada en Chile para resolver formalmente y por secretaría las pugnas irreconciliables de la sociedad) apenas comporta, por el lado de la ingenuidad conveniente, buenas intenciones. Sin embargo, la mala conciencia vibra bajo las palabras y el papel mojado de la declaración definitiva del encuentro. En rigor, apelar al diálogo entre una minoría golpista, fascista, atrincherada en argumentos de disfraz autonómico y cada vez mejor armada paramilitarmente por sicarios sin más ley que el salario sucio de la patronal, contra la inmensa mayoría del pueblo boliviano que lucha, reloj en mano, por construir una sociedad más justa, es reconocer como interlocutor válido a los poderosos seculares en Bolivia. ¿Qué significa el diálogo en concreto? ¿Frenar las iniciativas pro populares del gobierno, aplacar la organización creciente del movimiento social boliviano, ofrecer más garantías y tiempo a la oligarquía fascista? El diálogo, en general, tiene como condición la igualdad interlocutiva, la tolerancia, el deseo genuino de concordar. ¿Es posible el diálogo ante los crímenes de los ricos en Bolivia, que no se han reservado estrategia alguna para desbaratar un gobierno de mayorías a través de todas las formas de violencia imaginables para recuperar por completo sus granjerías históricas?
5. Si retrocede el gobierno de Evo Morales en los aspectos sustantivos de su programa (que, en buenas cuentas, no se sustenta sobre un proyecto socialista, sino sobre materias democráticas de inspiración popular y redistributivas económicamente), pierde el pueblo, y la minoría privilegiada -a la que no le interesa el voto mayoritariamente incuestionable cuando de sus intereses de clase se trata- gana por todos lados. Gana en reconocimiento, gana tiempo de recomposición, gana en la institucionalización de sus enclaves territoriales, gana en propaganda y en ropaje político. Si, además, el texto oficial de la cumbre, no menciona al titiritero mayor, no alude ni por error la intervención flagrante y repetida del gobierno norteamericano en los asuntos latinoamericanos, los resultados del encuentro son pirotecnia dilatoria, falsa conciencia, mal teatro.
6. Pero Bolivia no es Chile. Bachelet es Presidenta por descarte y alienación; Morales como figura política, representa movimientos sociales auténticos, a la mayoría pobre y originaria, a un complejo popular que contiene liderazgos menos publicitados, pero que saben que la historia corre contradictoria y dinámicamente de la memoria al poder. “No se detienen los procesos sociales ni con la felonía, ni con el crimen”, sentenció Allende en su mensaje final. Y largas franjas de pueblo boliviano ya apresuran su armadura históricamente necesaria. Lejos de ideologismos librescos, frente a la violencia del puñado de privilegiados que con metralla y dólares procura imponer sus condiciones y la razón expoliadora de sus intereses, existe un pueblo profundo que no se engaña, multiplica sus organizaciones y blinda su causa universal, humana hasta los huesos. Los pueblos por naturaleza no son belicosos, aman la paz, quieren trabajar tranquilos y vivir con dignidad. ¿Pero si una y otra vez, durante “siglos estelares” el patrón criollo y el extranjero les destruye la vida, el entorno, el trabajo, las esperanzas; no llega el momento crucial, la inflexión histórica provocada por mil variables que impone la lucha en un estadio superior, franco, desnudo de terrores, sintético en valor ancestral y organización para el triunfo de los más?
7. Si pierde el pueblo boliviano, pierden los pueblos del mundo. La solidaridad latinoamericana e internacional, en todos los planos, apremia. Y mientras arden episodios más resueltos de lucha en el territorio boliviano, allí mismo, como un espectro de ética luminosa, recorre los caminos embarrados de Bolivia la memoria viva de un hombre emboinado que ya es de todos los justos y de todos los tiempos. El Che, que hace más de 40 años, impacientemente, viene forjando, junto a los pueblos, la estrategia fabulosa de la emancipación boliviana y latinoamericana.

Andrés Figueroa Cornejo
Septiembre 17 de 2008





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lunes, 15 de septiembre de 2008

UN MUERTO LA NOCHE DEL 11 DE SEPTIEMBRE; EL OBRERO DE LA CONSTRUCCIÓN JUAN SOTO



El 11 de septiembre último, alrededor de las 21:00 hrs., un brutal accidente ocurrido en la construcción de la Torre Titanium, en la comuna de Vitacura, terminó con la vida del obrero enfierrador, Juan Alberto Soto.
La Torre Titanium –que busca ser la segunda más grande de Latinoamérica- es propiedad de Abraham Senerman (apodado “El rey del metro cuadrado”). Allí se pretende erigir la Portada de Vitacura, un edificio para fines comerciales y financieros.
El obrero Juan Soto se encontraba en el piso 27 de la construcción cuando producto de una situación que todavía debe ser aclarada, sufrió un golpe fatal de una estructura metálica. Mientras se escribe esta nota, su cuerpo aún se encuentra en el Instituto Médico legal.
La empresa Titanium ha acumulado una serie de denuncias laborales por exceso de jornada y horario de trabajo; falta de higiene y seguridad para los obreros; y prácticas antisindicales. Las denuncias abarrotan la Inspección del Trabajo de Las Condes. Sólo el 27 de agosto pasado, tres obreros sufrieron un accidente debido a deslizamientos de tierra en la base de la construcción que los llevó a la Mutual de Seguridad, mientras la Seremi de Salud inició una investigación al respecto.
El obrero Juan Alberto Soto era oriundo de Angol, novena Región, y se había trasladado a trabajar a Santiago buscando un mejor porvenir.
El fono contacto para acopiar mayores informaciones es el 9-2653636.

Andrés Figueroa Cornejo
Septiembre 12 de 2008

jueves, 11 de septiembre de 2008

EN PRIMAVERA SE ENCUMBRA EL MALESTAR SOCIAL


1. En general en el mundo y en Chile, el capital se concentra, se torna monopólico, y sus intereses corporativos se entroncan genéticamente con los estados capitalistas centrales. En su revés, el trabajo, como efecto de un proceso de transformación del patrón de acumulación y organización de la producción, el comercio y los servicios financieros, se disgrega, se expresa orgánicamente a través de millones de moléculas legales y materiales dispersas, desarticuladas. Por eso el sindicalismo tradicional, el sindicalismo de empresa, ya no se condice con las nuevas formas de organización y explotación del trabajo, y sólo representa a una fracción minoritaria de la fuerza laboral chilena. A diferencia de Europa, por ejemplo, donde también la sindicalización ha decaído considerablemente, pero fórmulas alternas privilegian las negociaciones colectivas (en más de un 60 %) para debatir las relaciones y la distribución del plusvalor, y por consiguiente, parte de las utilidades de cualquier industria; en Chile, la legislación no consagra la negociación colectiva y niega la huelga. Esto quiere decir, que las maneras contextuales que el sindicalismo conoció antes de 1973, simplemente, hoy resultan inútiles para la inmensa mayoría de los trabajadores.
La Central Única de Trabajadores de la que habló con justificado orgullo el Presidente Salvador Allende en su famoso discurso en la ONU en diciembre de 1972 se fundaba sobre una sindicalización que superaba el 30 % de la fuerza laboral nacional, el contrato indefinido, el trabajo estable, una relación relativamente compensada entre la contradicción capital / trabajo, la indemnización a todo evento y sin tope, una previsión social meridianamente decente, grandes extensiones de fuerza laboral ligada a empresas nacionales o mixtas, organizaciones por área o rama económica, y derechos sociales que, si bien insuficientes, vivían una explosiva y creciente expansión. Todo lo anterior enmarcado por el ascenso de las luchas de los asalariados y los pueblos en innumerables lugares del mundo, y con una suerte de retaguardia contenedora –criticada, pero basculadora, en los hechos- en los denominados “socialismos realmente existentes”.

2. Pero todo ello es historia hacia la primera década del nuevo milenio. Desde la refundación capitalista en Chile (o contrarrevolución patronal o neoliberal), la ofensiva de la burguesía digitada por las políticas más extremistas del laboratorio de los economistas de Chicago, los dictados del FMI, el Banco Mundial, la OMC, el BID e instituciones asociadas, ha readecuado estratégicamente la organización del trabajo en Chile. En la actualidad –independientemente de las tonalidades casi indiferenciadas entre el régimen militar y los gobiernos civiles post dictadura- ya prácticamente, no existe industria nacional (salvo rémoras sin peso económico sustantivo), la economía en su sentido profundo y no temático o sectorial, se funda en la explotación del cobre, la madera, actividades comerciales vinculadas a las importaciones beneficiadas por tratados de libre comercio asimétricos y proteccionismo cero; el subcontratismo; el multigiro legal de una misma matriz patronal; la flexibilidad laboral; y el ingreso masivo en desigualdad de condiciones al mercado laboral de las mujeres, los inmigrantes y los jóvenes. El capital financiero, otrora puesto de una u otra forma al servicio de áreas productivas, hoy gobierna sobre instrumentos crediticios altamente parasitarios y especulativos, como capital que se reproduce sobre su propio movimiento ficticio, más distante que nunca de la llamada “economía real”. Las tramas del capitalismo extremista en Chile tienen que ver con el superconsumismo, el sobreendeudamiento, la precariedad e inestabilidad laboral. Tanto para los pobres de siempre, como para franjas de profesionales ilusionados por la movilidad social y la reificación de un concepto de educación que, en concreto, hoy proletariza y envía a numerosos contingentes de jóvenes formados en las universidades a labores que no tienen nada que ver con la oferta vocacional o funcional recibida, el actual modelo de acumulación del capital dinamita radicalmente las formas tradicionales de organización del trabajo.

3. Si la mayoría de la fuerza de trabajo chilena carece de contrato indefinido (más de un 50 % de los asalariados labora “a honorarios” o con contrato a plazo fijo, o por faena o meta cumplida), no puede sindicalizarse (o si lo hace, debido a la debilidad de la fragmentación cuantitativa y, por tanto, también cualitativa de la fuerza posible de constelar bajo un mismo patrón jurídico, sus niveles de negociación son nimios), ¿Qué modos de organización demanda el actual estado de la división y multifragmentación del trabajo impuestos por el capital?
La actual Central Unitaria de Trabajadores y su composición pueden sobrevivir con tranquilidad. El sostén real de sus fuerzas está en los funcionarios públicos, los profesores (que son una mezcla de profesionales-proletarios), y un conjunto de sindicatos-empresa sin capacidad objetiva de negociación. En este caso, la tesis del desarrollo desigual y combinado del capitalismo funciona inmejorablemente. En rigor, la CUT del siglo XXI, con su conducción, procedimientos, composición, formas de enfrentar los conflictos, discursos y maneras de negociar, no representan sino una parte minoritaria de los trabajadores chilenos. De algún modo, hoy vive sus límites históricos posibles de acuerdo a la organización hegemónica del trabajo. Aunque un buen día, la mayoría de los asalariados chilenos quisieran ser parte de CUT y desde allí mejorar sus condiciones de existencia, simplemente, no podrían hacerlo. Al respecto, vale decir que el Código del Trabajo –fundado en el derecho civil y no laboral- es fiel reflejo de las relaciones capital / trabajo realmente existentes y la organización social dominante de la producción de la riqueza.

4. ¿Para qué sirve la CUT, entonces? En términos simbólicos, la Central todavía contiene grados significativos de autoridad popular a la hora potencial de convocar al movimiento social tras demandas convenidas. Ello es parte de la historia chilena, más allá de las fuerzas concretas que agrupe la multisindical. Sin embargo –y colocando entre paréntesis el carácter de institución domesticada y altamente funcional respecto del gobierno concertacionista, y, por extensión, de los intereses estratégicos de la minoría en el poder-, una Central de trabajadores que rime con las condiciones reales de la explotación laboral y sus formas actuales hegemónicas, tendría, necesariamente, que dar una vuelta de tuerca más que relevante a sus propios fundamentos, métodos, prácticas y discursos. La refundación de la organización de los trabajadores, además de recobrar sus notas originales de independencia de clase y lucha anticapitalista, debe construir formas flexibles, multidimensionales, inclusivas, que, en los hechos, desborde los límites del sindicalismo tal como está constituido hoy. En este sentido, las conducciones y embriones de organización de trabajadores más avanzadas y jóvenes, más democráticas y éticas, más independientes y antiburocratizantes, tienen que componer sus propias respuestas, asumir creativamente las nuevas modalidades de la organización del trabajo para el combate franco contra el capital en mejores condiciones de lucha. Los anarquistas de finales del siglo XIX y principios del XX; junto a Recabarren y Clotario Blest siempre serán fuente de inspiración ética y volitiva en esta hora dura. Ellos supieron enfrentar con imaginación, convicción unitaria y claridad estratégica las imposiciones del capital. Respondieron, sin duda, con fortaleza y en medio de la incertidumbre las más crueles embestidas de la oligarquía de su época. Y, si bien, la organización del trabajo ha cambiado esencialmente respecto de ese período fundacional del movimiento obrero en Chile, los materiales hondos de su madera deben constituir continuidad ética y horizonte político de las maneras que demanda hoy la recomposición de la organización necesaria y contemporánea de los trabajadores y trabajadoras de Chile. Por historia, y por el lugar objetivo en el proceso de acumulación y base de dominación del capital en Chile, los asalariados –en su presentación compleja- son motor capilar para remontar el reflujo transitorio del protagonismo político de los intereses de los trabajadores y el pueblo.

5. Las encuestas continúan reflejando el descontento de los chilenos ante el sistema político que manda, sus instituciones, iniciativas y movimientos. Según el último estudio de Adimark (consultora de estudios de mercado de capitales chilenos y alemanes), en agosto de 2008, un 42,1 % de la gente aprueba la gestión de Bachelet y un 46,1 % la desaprueba. Un 80 % desaprueba el sistema de transporte colectivo Transantiago; y sólo un 30 % aprueba la actual política económica. En general, un 16,8 % de los consultados aprueba la gestión de la Concertación (ya no personificada en Bachelet); un 19,9 % aprueba a la Alianza por Chile, y cerca de un 50 % no se pronuncia. Un 62 % de los encuestados manifiesta una percepción negativa de la Concertación, mientras un 57 % siente lo mismo por la Alianza por Chile. Sobre temas específicos, los consultados en un 62 % desaprueban la gestión educacional del gobierno; un 58 % desaprueba la política económica; un 57 % la gestión en el ámbito de la salubridad; y un 51 % rechaza la gestión en orden al medio ambiente.
Como en Chile no existen referendos ni plebiscitos de ninguna especie, y las encuestas en su conjunto, ya denuncian una clara tendencia en las áreas arriba enunciadas, se puede avizorar una crisis de credibilidad y confianza en relación al actual ordenamiento político dominante que cobra rangos estructurales. Naturalmente, sin alternativas construidas desde el campo popular y anticapitalista –salvo episodios e iniciativas simbólicas y testimoniales- la reproducción del actual orden de cosas puede todavía dormir en paz. Mientras se escribe este artículo, aún no ha transcurrido la noche del 11 de septiembre donde diversas organizaciones sociales y políticas han convocado a caceroleos y protestas ante los nefastos efectos de la inflación sobre los salarios, que a 12 meses, varía entre un 9 % a un 11 %. Sólo los alimentos han aumentado su precio en casi un 15 %, mientras las remuneraciones nominalmente congeladas y realmente arrastradas a la baja, gatillan un malestar atmosférico incuestionable. El superávit fiscal –que a fin de año alcanzará los 30 mil millones de dólares producto, principalmente, de la demanda cuprífera- continúa bajo llave, aguardando la agudización de la crisis económica para ir a socorrer a la minoría empresarial.
A 100 años del natalicio de Salvador Allende, y a 35 del golpe de Estado, las fuerzas de abajo convocadas históricamente para revertir un Chile injusto, desigual y oligárquico, comienzan a expresar su descontento de manera confusa, pero sostenida. Y, como suele ocurrir, si los rebeldes de ayer son hoy parte del aparato del Estado, han jubilado sus proyectos sociales emancipatorios, y, en el mejor de los casos, permanecen mordiendo la nostalgia, tendrán que ser las nuevas generaciones junto a franjas de militancia popular que enfrentó bajo jefaturas invisibles el último tramo de la lucha antidictatorial, quienes tomen de una buena vez las riendas de la reconstrucción política de los trabajadores y el pueblo. Con imaginación, con unidad, y a tientas. Que ya está claro que nada volverá a repetirse tal cual y sólo se cuenta con los presentes.

Andrés Figueroa CornejoSeptiembre 11 de 20



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martes, 9 de septiembre de 2008

CHILE: “TONY MANERO”, LA PELÍCULA SOBRE LA RAZÓN INHUMANA DEL FASCISMO


Con prejuicios y contradicciones llegan muchos hasta las salas del Cine Hoyts –complejo de proyección cinematográfica que impone la cartelera obligada de los chilenos, dulcemente norteamericanizada con “palomitas de maíz” y abundante Coca-Cola- a ver la segunda producción de Pablo Larraín, “Tony Manero”. Básicamente porque el creador es hijo del senador y ex presidente de la ultraderechista Unión Demócrata Independiente (UDI), Hernán Larraín. Pero, al parecer, lejos del naturalismo atávico tan propio de la provincia, en este caso felizmente no se confirma el dicho “de tal palo, tal astilla”. Si bien, siempre es conveniente conocer el contexto de producción de cualquier obra, ellas, en definitiva, deben sostenerse sobre su coherencia interna y sus potencias simbólicas propias. Resultaría un despropósito mayúsculo suponer que “Tony Manero” es un producto instrumental para “lavarle la cara” de pinochetismo a su padre, y por extensión, a la propia UDI. La película bien podría haberse construido con la mano izquierda. Y a diferencia de muchas películas abiertamente “concertacionistas” (la malograda “La Frontera” como paradigma, al respecto) cuyos mensajes apelan a la reconciliación necesaria para efectos de colaborar con la gobernabilidad de los gobiernos civiles post dictadura, “Tony Manero” provoca una recepción inquietante, políticamente incorrecta.

La trama es de un realismo violento, denso, acuciante. El protagonista (un Alfredo Castro exacto, inmejorable, extraordinariamente versátil y verosímil) es un chileno pobre y alienado que habita el corazón capitalino del Chile tenebroso de 1978 que, obsesionado por la película de música y baile funcional, “Fiebre de Sábado por la Noche”, participa en un concurso televisivo del olvidable “Festival de la Una”, un magazine que expresó bajo la dictadura militar mejor que “Sábados Gigantes” o el “Jappening con Ja”, la podredumbre cultural y material -cerrada, tonta e insípida- de un país en Estado de Sitio, persecuciones políticas, y agobiado por la revancha patronal multidimensional luego del golpe de Estado de 1973.

El personaje vive en una pensión miserable que funciona como boliche de tragos y cuenta con un minúsculo escenario donde un grupo de cuatro aprendices de baile pop, presentan sus rutinas permeadas por el escombro atmosférico. El protagonista tiene un objetivo claro: ser el Tony Manero chileno. El creador de la película, acudiendo a los modos de un thriller sordo, construye un personaje lumpenizado, psicótico, aislado, presa de su obsesión. Mientras tanto, con un fuerte color local y de época, se transparenta oblicuamente un Santiago militarizado, secretamente resistente, incestuoso en lo íntimo, destruido de sentidos y víctima de la enajenación pinochetista. Es también La República del Silencio, El Extraño, el cine en el cine, Fassbinder a hurtadillas, La Peste, y un cine político de maneras laterales, sin música incidental, sin estridencias (lo que enmarca con más eficacia los crímenes, la oquedad, el tránsito impulsivo del protagonista), incómodo, falto de oxígeno, carente de panorámicas tranquilizadoras.

Mientras el protagonista procura alcanzar su objetivo, los agentes del Estado imponen la estrategia de exterminio del régimen militar. Aquí coexisten dos países. Uno que, en lo oscuro, realiza propaganda simbólica, precaria, de pura resistencia, como una épica muda, de gestos en medio de la represión estatal de la dictadura; y otro silenciado y disciplinado en el trauma, presa del espanto, psiquiatrizado, de pulsiones básicas, sobreviviente.

“Tony Manero”, en sus contenidos, justifica excepcionalmente la lucha frontal contra la dictadura que alcanzaría claves de masas y descontento abierto cuatro o cinco años después. La representación del país dibujado en la película, es materia de memoria que gatilla la rebeldía por venir. La opresión sucia, desplegada, casi ausente de toda compensación, denuncia los dispositivos del poder y la plataforma del espanto fascista, sus procedimientos de alienación cultural, la paranoia reinante, el acoso panóptico contra los pobres, el propio miedo enemigo ante los brotes del odio elemental que sabotean en potencia los pilares metálicos del nuevo estado de cosas.

Cuando la película termina abruptamente a través de una escena altamente sugerente, el espectador, con dificultades, se desentierra de la butaca asediada. “Tony Manero”, entonces, revela como un puzzle acabado parcialmente, los alcances universales que resultan de su trama. En general, la obra de Pablo Larraín se incorpora al conjunto de representaciones cinematográficas mundiales de la razón inhumana del fascismo. Es una película que hacía falta y mediante la cual los jóvenes rebeldes de la actualidad y de mañana, comprenderán con mayor facilidad los resortes profundos de la violencia política que recorre largos tramos de la historia política de Chile. Esta vez, desde una producción estética sólida, actuaciones notables, y de profunda sustancia existencial y contextual.

Andrés Figueroa Cornejo

Septiembre de 2008




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jueves, 4 de septiembre de 2008

DE NUEVO MARTÍNEZ EN LA CUT: GANA EL GOBIERNO, SONRÍE EL PATRÓN



1. Paladeando los milagros culinarios prohibidos para los chilenos de a pie, el Presidente de la Sociedad Nacional de Minería, Sonami, y todavía líder de la Confederación de la Producción y el Comercio (gremio patronal del país), Alfredo Ovalle, en la cena anual de los rostros del capital minero, hizo, como es su costumbre, claras indicaciones a la Presidenta Michelle Bachelet, invitada a la comida. Con un ingenio sin antifaces, le propuso a la mandataria que parte de los impuestos del royalty a la explotación principalmente cuprífera sean usados en pasivos ambientales, lo que serviría para que Chile presente credenciales de “excelencia y responsabilidad” en el manejo ambiental.
Sin tapujos, Ovalle, a costa de las arcas fiscales (y por extensión, de eventuales recursos destinados a programas sociales), pretende que el Fisco ofrezca mayor competitividad y “mejor ver” a los inversionistas y las instituciones financieras internacionales. Sólo la minera La Escondida, rentó en utilidades limpias el primer semestre de 2008, más de 2 billones de pesos (4 mil millones de dólares). Pero para el capital no es suficiente. Exige que los paliativos contra los efectos negativos de alto impacto ambiental devenido de la explotación minera sean ahora subsidiados por el Estado. Nuevamente se privatizan los beneficios, y se socializan los desperdicios.
Pero el Presidente de los patrones en Chile no terminó allí. Durante la cena anual de la Sonami, acusó que la nueva ley de salario base (que lo iguala al salario mínimo, es decir, a la miseria de $ 159 mil pesos (300 dólares) “eleva sustantivamente los costos para las empresas, afecta el empleo y puede implicar un serio deterioro de las relaciones laborales”. El sentido de la ley, que ya está siendo readeacuada contra los trabajadores, guarda relación sobre todo con la amplia área laboral (fuerzas de venta) que construye su salario fundamentalmente a través de la parte variable de la remuneración (un 70 % de los asalariados chilenos vende algo para vivir, y por tanto, el comisionismo, es régimen general de composición salarial). Ya la ley ha sufrido enmiendas que desnaturalizan su espíritu original, y, por lo demás, la patronal, al verse obligada a garantizar un salario base superior al existente (que puede ser hasta de $ 15 mil pesos (30 dólares) en muchos casos), simplemente ajustará el precio de las captaciones a la baja con el fin de no dañar sus tasas de ganancia. En los hechos, al menos en el área financiera, la contracción crediticia impuesta por el Banco Central para demoler inflación, ha elevado las condiciones para obtener un crédito, por un lado, y limitado sus montos, por otro. Ello también está asociado a los resguardos bancarios ante el riesgo de la morosidad y el no pago, en un marco mundial de recesión y desaceleración económica.
Los patrones en lo suyo, y el gobierno toma nota.

2. A través de un procedimiento electoral largamente cuestionado por fundarse en la votación indirecta (y mayoritariamente, inconsulta respecto de sus bases sindicales), alrededor de 8 mil delegados, teóricamente “representantes” de alrededor de 500 mil trabajadores (un 8 % de la fuerza laboral chilena) votaron prácticamente, la misma directiva de la Central Unitaria de Trabajadores que ya existía. De este modo, nuevamente el Presidente de la multisindical, por tercera vez, será el militante concertacionista del Partido Socialista de la línea de Escalona (el mismo que impuso al jefe de la inteligencia de la Concertación durante los primeros años de gobiernos civiles, Marcelo Schilling, en el cargo parlamentario dejado por el extinto diputado Juan Bustos), Arturo Martínez.
La “victoria” de la máquina electoral de Martínez (que, entre otras cosas, pagó cuotas a sindicatos proclives a su candidatura), tranquiliza transitoriamente al gobierno y a la propia patronal. Más allá de las innumerables críticas a la conducción de Arturo Martínez, ligadas a su papel apéndice del gobierno de turno y contenedor del sindicalismo independiente y de lucha, los resultados electorales implican, por sí solos, un dinamizador para la organización de los sectores sindicales más críticos de la dirección de la CUT por su colaboración progubernamental (parte relativamente significativa de la gobernabilidad necesaria para la reproducción del actual patrón de acumulación capitalista), y la urgencia de construir una fuerza de los asalariados profundamente democrática y que cautele con celo granítico los intereses genuinos de los trabajadores.
Irónicamente, la lista que encabezó Arturo Martínez se llamaba “Autonomía Sindical. Una CUT para todos los trabajadores”. Aquí, naturalmente, el eslogan funciona como fórmula que revela su reverso, toda vez que la autonomía no tiene nada que ver con una política y estilo de conducción de la Central en manos de Martínez, fuertemente financiada por el gobierno y la socialdemocracia alemana (y no por los trabajadores), y presa del burocratismo y subordinación partidista más franco y desenfadado. Como botón de muestra, sólo cabe recordar la imposición por arriba no consultada a nadie del sueldo mínimo, refrendada, entre gallos y medianoche, por Arturo Martínez.
La reedición –envejecida y mañosa- de la misma dirección de la CUT hasta el 2012, resta esperanzas populares respecto de avances relevantes a través de la institución CUT.
La refundación urgente del sindicalismo inspirado por los principios y prácticas de Luis Emilio Recabarren y Clotario Blest será fruto de la reunión, por dentro y por fuera de la Central, de las iniciativas sindicales potencialmente constelables que se sostengan sobre liderazgos insobornables, la independencia política de los intereses de los trabajadores, y el anticapitalismo en su versión amplia e inclusiva. Las máquinas del sindicalismo funcional y domesticado se superan a través de la fuerza unitaria, audaz, flexible, actualizada, inteligente y de lucha.

3. En el cuerpo de Economía y Negocios de El Mercurio del viernes 11 de abril de 2008, el Presidente de los grandes empresarios y ramas económicas gremializadas en la patronal Confederación de la Producción y el Comercio, Alfredo Ovalle, afirmó lo siguiente: -¿Fue visto en la CPC un apoyo a la reelección de Arturo Martínez en la CUT?"No, nunca ha existido un apoyo y no me corresponde. Lo que sí he logrado es crear una confianza con el presidente de la CUT, de manera que creemos que en el resto de su mandato podríamos llegar a acuerdos que van a beneficiar especialmente a los trabajadores y, por supuesto, a los empresarios, en el sentido de que exista mucha mayor paz social, que evitemos todo acto de violencia y que podamos llegar a acuerdos en materia de negociación colectiva, seguros de cesantía y de capacitación especialmente". Independientemente de que, en concreto, no se arribara a ningún acuerdo relativamente positivo para los asalariados, lo cierto es que resulta de temer cuando el capitán de los patrones confía en el representante de los trabajadores. Los resultados están a la vista.

Andrés Figueroa Cornejo
Septiembre de 2008




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lunes, 1 de septiembre de 2008

GERENCIA DE GRUPO SANTANDER APLICA ESCANDALOSA MANIOBRA ANTISINDICAL CONTRA TRABAJADORES DE BANEFE QUE PROTAGONIZARON HUELGA DE UN MES

Un mes duró la huelga protagonizada por las trabajadoras y trabajadores de la fuerza de venta del holding Santander España, Santander Banefe. La movilización de los empleados estuvo marcada por la violencia empresarial y policial traducida en detenidos, agresiones que llevaron a dirigentes al hospital con secuelas todavía insospechadas, vejaciones sexuales, seguimientos armados, huelga de hambre y querellas. Hace 40 años que en la banca no se vivía un conflicto que expresara con mayor brutalidad, la prepotencia gerencial y la violación a las condiciones mínimas de convivencia y diálogo que supone una negociación colectiva legal.
Hasta la última votación democrática que sancionó satisfactoriamente la oferta de la empresa que dio término al conflicto, el empleador siempre argumentó, en diversos episodios, que detrás de sus recurrentes negativas respecto de las demandas de los trabajadores, existía un problema de "falta de recursos". Se está hablando de la fuerza de venta de la corporación bancaria que más renta en Chile, y que en el primer semestre de 2008 alcanzó $235.408,2 millones de pesos en utilidades (más de 400 millones de dólares).
Luego de una lucha inagotable, los trabajadores de Santander Banefe obtuvieron un bono de colación de $ 2 mil pesos diarios (4 dólares); un bono de locomoción de $ 12 mil pesos (24 dólares), que se pagarán desde agosto de 2008, y un bono de fin de conflicto que va de $ 400 mil a $ 650 mil pesos (entre 900 y 1300 dólares).

EL CASTIGO EMPRESARIAL

Sin embargo, la revancha empresarial contra las conquistas de los trabajadores organizados no se hizo esperar por mucho tiempo.
A menos de un mes del reintegro de los empleados en huelga a sus labores, la gerencia, a través de su titular de Recursos Humanos, Alfonso Palavecino González, arremetió con una ofensiva antisindical bajo la anuencia de supuestos representantes sindicales que, por un lado, jamás apoyaron a los funcionarios movilizados, y por otro, de manera oportunista y sobornable, siempre se han subordinado a los intereses de la administración bancaria.
De este modo, la empresa con la complicidad de cinco "dirigentes" (Miguel Allende, Walter Figueroa, Marco Salas, René Cortez y Enrique Aravena) de la denominada Federación de Sindicatos Banco Santander, completamente funcional a la estrategia de precarización del empleo del holding, y contraria a la Federación de Sindicatos del Grupo Santander, a la cual adhiere el Sindicato que protagonizó la huelga y cuyo horizonte es la independencia de los intereses de sus asociados, montó un acuerdo en beneficio de los empleados que no participaron del movimiento. ¿El objetivo? Destruir primero el Sindicato que protagonizó el conflicto y, en consecuencia, dañar a su Federación y a la propia Confederación de Sindicatos Bancarios –única multisindical de los trabajadores financieros chilenos-.
Así, entre gallos y medianoche, un comunicado firmado por los cinco dirigentes antes mencionados, se distribuyó entre los trabajadores, donde se informa que el empleador ofrece $ 100 mil pesos más en beneficios para aquellos funcionarios que no participaron de la huelga. La burda maniobra antisindical, contraviene legal y éticamente la organización y lucha legítima de los trabajadores; funciona como represalia patronal para quienes "pusieron el cuerpo" en la obtención de mejoras laborales durante un mes de paralización; y constituye un pésimo precedente, en el marco del discurso de la Presidenta Bachelet que plantea su voluntad porque mejoren las negociaciones colectivas y se fortalezca la sindicalización en el país.
La estrategia empresarial para castigar la organización de los trabajadores en huelga de Santander Banefe revela que era absolutamente falso que no existían recursos para responder a las demandas de los empleados movilizados, y que la lógica del holding Santander hace trizas "la palabra empeñada", su discursiva voluntad de diálogo y su archipublicitada política (a costa de millones de pesos) sobre la Responsabilidad Social de la Empresa.
Pero ni el Sindicato Santander Banefe, ni la Federación de Sindicatos de Grupo Santander y la Confederación de Sindicatos Bancarios, duermen. Ante tamaña práctica antisindical ya se realizan gestiones legales, se socializa el atropello empresarial entre los trabajadores, se envió una misiva a España para denunciar la situación al Presidente del poderoso holding español, Emilio Botín; y se multiplican las gestiones tendientes a evidenciar públicamente la maniobra.
Al respecto, las organizaciones consteladas en la huelga realizaron un llamado a la unidad granítica de los trabajadores, y solicitaron la práctica solidaria nacional e internacional ante un hecho que contraviene los principios elementales que deben normar el quehacer y horizonte del genuino sindicalismo jugado por los intereses propios de las trabajadores y trabajadores en Chile y el mundo.

Andrés Figueroa Cornejo
Departamento de Comunicaciones
Confederación de Sindicatos Bancarios y Afines de Chile

Septiembre 1 de 2008






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RAZONES DE ESTADO

1. De acuerdo a informes provenientes del Director del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo, CENDA, el economista Hugo Fazio, y publicaciones económicas nacionales, los más altos resultados de utilidades por área entre enero y junio de 2008, son la minería (44,9 %); la industria de la electricidad (10,7 %); la empresa forestal (8,8 %); los bancos (7,3 %); los retails (4,2 %); y las telecomunicaciones (1,8 %).
En términos pormenorizados, el ranking es el siguiente: Minera Escondida (propiedad de la anglo-australiana BHP Billiton) con $ 2.050.138 billones de pesos en utilidades; Codelco (estatal) con $ 1.725.970 billón de pesos; Empresa Copec (Grupo Angelini) con $ 273.514 millones de pesos; Santander Chile (Santander Central Hispano) con $ 235.408 millones de pesos; Celarauco (Grupo Angelini) con $ 186.339 millones de pesos; Antar Chile (Grupo Angelini) con $ 163.186 millones de pesos; Quiñenco (Grupo Luksic) con $ 156.904 millones de pesos; Banco Santander Chile (Santander Central Hispano) con $ 156.095 millones de pesos; Enersis (Emel (Italia) - Acciona (España)) con $ 155.940 millones de pesos; Endesa (Emel (Italia) - Acciona (España)) con $ 135.261 millones de pesos; Banco de Chile (Grupo Luksic) con $ 122.083 millones de pesos; Inversiones CMPC (Grupo Matte) con $ 119.582 millones de pesos; Falabella (Grupo Solari-Del Río) con $ 110.195 millones de pesos; Empresas CMPC (Grupo Matte) con $ 110.195 millones de pesos; y SQM (Julio Ponce Lerou) con $ 100.210 millones de pesos.
Al respecto, Minera Escondida rentó sobre el patrimonio 163 % en cifras anualizadas; mientras en 2007 fue de 170,9 %.
Las utilidades del cobre se explican por la alta demanda china –que, por su gran dependencia mercantilista exportadora respecto del mercado norteamericano, de contraerse significativamente el consumo allí, podría repercutir negativamente en la compra de metal rojo chileno y, por tanto, disminuir su precio-. Las corporaciones eléctricas aumentaron su ubicación económica debido a una legislación altamente favorable, que permite una acelerada rentabilidad por las fuertes alzas tarifarias a cuenta del debilitado salario de las grandes mayorías. La industria de la celulosa, en cambió, sufrió un duro revés como efecto de los costos crecientes de producción (de hecho, aumentó sólo un 2,3 % en relación al mismo semestre del año anterior). Por otro lado, las AFP’s experimentaron una reducción de un 37 % comparativamente con el primer semestre de 2007. Las grandes empresas de comercio al detalle también disminuyeron sus utilidades; las de Falabella bajaron en un 6,1 % y las de Cencosud en 48,9 %; ello causado por la contracción de la demanda. En el otro extremo, el Administrador Financiero del Transantiago obtuvo una tasa sobre el patrimonio de 63 %, subsidio estatal mediante.

2. Los números enunciados expresan una alta concentración de la propiedad capitalista que más renta (ley de hierro bajo los gobiernos concertacionistas); la superdependencia respecto de las desventuras de la economía mundial; el impacto manifiesto del congelamiento de los salarios (en rigor, su baja, si se desagrega la inflación que ya supera el 10 %); y el aumento del desempleo en el último mes de un 8,4 %, fenómeno que paulatinamente va constituyendo una tendencia y cuya cifra debe ser superior si se consideran los criterios del Instituto Nacional de Estadísticas para medirlo (para el INE no importa que el empleo sea ocasional, precario, sin contrato, etc.). A lo anterior, vale añadir la política proveniente del Banco Central de aumentar las tasas de interés con el fin de destruir inflación a costa de la baja masiva de la demanda.

3. Estos fenómenos, en su conjunto, explican dos aspectos centrales de la actual etapa: por un lado, el descrédito creciente y mayoritario ante el sistema político y de partidos políticos dominantes; y un clima de opinión nacional revelado por las encuestas que plantea el retorno de la regulación estatal, al punto de que el Fisco debería ocuparse más que la empresa privada de dotar de empleo al conjunto social, y controlar áreas estratégicas de la economía. De este modo, un plebliscito, por ejemplo, arrojaría sorprendentes resultados que correrían en sentido contrario al consenso político-económico convenido por el bloque en el poder (Alianza por Chile y Concertación) respecto del tipo de patrón de acumulación dominante desde hace más de 30 años y asociado al manual de la ultra capitalista. Contradictoriamente, las encuestas castigan una y otra vez al gobierno de Bachelet –estabilizando el descontento mayoritario frente a las políticas del Ejecutivo- y benefician al candidato de la derecha histórica, el empresario Sebastián Piñera (en un complejo general que en un 50 % no se pronuncia por ninguna de las componendas políticas visibles, incluida la izquierda tradicional). Frente al cuadro es posible observar la activación de cierto sentido común, fundado en la tradición, que no necesariamente rima con los contenidos de la alienación diseñados por arriba para el control y la condescendencia social ante un modelo íntegramente antipopular. Si se siguen las encuestas –que no hay mucho más a qué echarle mano en un Chile profundamente antidemocrático y sin participación más que en el ámbito estrictamente privado y de consumo- los chilenos miran al Estado como un refugio seguro ante la incertidumbre de los primeros signos potentes de la desaceleración económica y una eventual crisis. De algún modo, la explotación, el mal empleo, e incluso la calidad de los servicios privados, paulatinamente desmontan la ilusión librecambista, la retórica vacía e imposible del “emprendimiento” privado como manera sustentable de resolver la economía familiar y social. A la hora de la mala evaluación, ¿Hay una relación entre el sistema de partidos políticos y el tipo de democracia oligárquica imperante, por un lado, y la desacreditación explícita de la hegemonía de la empresa privada como plataforma de la totalidad de las relaciones sociales y vitales? Absolutamente sí. Y la relación es por negación. Encuesta tras encuesta, la gente sostiene invariablemente que los políticos (los del poder, los que aparecen permanentemente en los medios de comunicación de masas) están ocupados en reyertas mezquinas, intereses particulares, asuntos irrelevantes, cuestiones disociadas de la cotidianidad dura del chileno de a pie. Y, en cambio, en el padecimiento concreto del ejercicio de las relaciones de poder fundadas en la lucha de clases en el lugar de trabajo, en la escuela-guardería, en la casa-opresión y TV, es donde efectivamente se vive lo auténtico, lo acuciante, lo que quita el sueño y oprime. Es el jefe la figura material y tangible que somete, resta tiempo libre, paga mal y castiga. Y del jefe al dueño hay una frontera difusa, una opacidad que se simplifica en un malestar, miedo e insatisfacción únicos. El poder desplegado sin báscula del dueño, sin contraparte en general, se asocia al fuero ilegítimo que provee la propiedad contra el trabajador. Entonces no resulta extraño confiar en un Estado de relaciones más compensadas, donde pareciera que no hubiera dueños, y donde todavía funciona el mito de la estabilidad laboral del trabajador y el tipo de relaciones humanas que emanan de un trabajo, popularmente, entendido no bajo presión, no contra el tiempo, no contra metas imposibles, no sin contrato, no sin carrera al interior de una industria de cualquier índole. Por abajo, primero sin palabras propias, apenas como una sensación punzante, pero luego como un malestar agregado, de muchas fases y alta frecuencia, salta la convicción de que contenidos ligados a cierta idea de igualdad y seguridad, más allá de la corrupción posible y real, tiene un campo con mayores expectativas de realización en un Estado que ofrezca garantías mínimas. Si los empresarios “hacen lo que quieren y viven en otro mundo”, y los políticos “están distraídos y sólo persiguen su beneficio”, el Estado, como construcción histórica de atributos míticos después de su desactivación económica y desmantelamiento ocurrido hace dos generaciones, aparece como solución plausible en el sentido común ante la inestabilidad que gobierna, la desazón generalizada, y la mala vida.

4. La lucha de los empeños anticapitalistas, en una de sus tareas sustantivas, debe aportar a la construcción de conciencia, a la desalienación de las clases subalternas, a la edificación de la convicción de poder y la confianza popular en las fuerzas propias en permanente autoformación. Más allá de ciertos relatos idealistas –muchas veces justificados por traumas históricos-, el socialismo se levantará transitoriamente sobre un Estado regulador, combinado con fuertes desplazamientos de poder auténtico a los trabajadores y el pueblo en organización estratégica, sobre relaciones multidimensionales radicalmente otras que las actuales, y en pugna contra tentaciones burocratizantes y totalizadoras (en el peor de sus sentidos). Será la hora de sintetizar la igualdad con la libertad, en un tramado de contradicciones internas, temperatura de las correlaciones de fuerzas regionales y mundiales, maduraciones subjetivas y materiales, y caminando hacia un tipo de sociedad sin explotados y explotadores.
Pero para ello queda un derrotero complejo, lleno de incertidumbres, no fatal; extraordinariamente volitivo, tanto como objetivo. El combate mestizo de construir fuerzas a través de la organización y la lucha pareciera tener tiempos incalendarizables. Y la flexibilidad táctica debe ser un atributo constitutivo de los empeños anticapitalistas. Si el campo de conciencia de las grandes mayorías –no transferibles mecánicamente a fuerza social transformadora- se inclina positivamente hacia la regulación estatal, ¿No comporta ello una oportunidad de politización en su sentido liberador? Es decir, si en cierto tiempo concreto la lucha contra el capital se expresa como destrucción potencial, en ciernes, palpitante, de un orden fundado en la propiedad privada de los medios de producción mediante la recuperación de derechos sociales anclados en el Estado, para potenciar su intervención –que hoy, ciertamente, atentaría contra los intereses del capital en su actual manera extremista de desenvolvimiento- con la condición insustituible de una alta participación social, ¿No debería propulsarse con contenidos de inspiración revolucionaria, como si fuera una palanca que pusiera a los trabajadores y al pueblo en franca contradicción con la dominación de la minoría? La estatización por sí sola, deidificada, como fetiche o punto crucial de llegada, convierte cualquier estrategia en el peor sueño y predice su bancarrota. Pero si se emplea como táctica que empuja, crea fuerzas, organiza y politiza liberadoramente, ¿No la convierte en demanda tangible, paso concreto y previo? De algún modo, para los empeños anticapitalistas, la lucha por volver propiedad social de administración estatal derechos y servicios hoy privatizados, al menos revelaría los límites de la ultra capitalista, acentuaría las contradicciones sociales, podría ser contenido táctico, y obraría como facilitador de la construcción necesaria de poder popular. Estas razones deberían, de algún modo, ser punto de un debate amplio, fraterno y unitario.

Andrés Figueroa Cornejo
Agosto de 2008




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