Spies
grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que
cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.
Escrito
por el independentista cubano José Martí, entonces corresponsal en Chicago para
el diario La Nación de Argentina, relatando parte de lo que fue el ahorcamiento
de los anarquistas que participaron del Primero de Mayo de 1886
Andrés Figueroa Cornejo
En una clase magistral a
salón colmado, el inagotable luchador social, anarquista, historiador, escritor
y periodista Osvaldo Bayer, ofreció una completa exposición nombrada ‘1890-2012,
historia del Primero de Mayo en la Argentina, de los anarquistas a los
piqueteros’.
“Bienvenida, querida
‘Galle’” fue lo primero que dijo el autor de ‘La Patagonia Rebelde’, cuando
avizoró entre los concurrentes a Karina
Germano recientemente
liberada condicionalmente de un cautiverio político de una década.
El conocido periodista
Herman Schiller perseguido por Mauricio Macri, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien ahora
silenció el programa ‘Leña al Fuego’ que Herman conduce, fue el
encargado de las moderaciones. Schiller, reconocido hombre de la izquierda
argentina, miembro de la comunidad judía y amigo incombustible de la causa del
pueblo palestino, presentó tanto a Ovaldo Bayer, como también al diputado
Alejandro Bodart (MST en Proyecto Sur).
CHICAGO, AÑO CERO
Osvaldo Bayer dedicó la
primera parte de su alocución a evocar el origen genuino del Primero de Mayo.
Su voz segura y pausada expresó, “1886…¡Qué acontecimiento histórico! La
primera huelga por las 8 horas de trabajo en Chicago y cómo quedo para siempre
en la historia. Nadie recuerda cuando el capitalismo hizo sus primeros actos en
la Edad Media; nadie recuerda a los ‘célebres generales’. Pero permanentemente
se recuerda la lucha de los Mártires de Chicago. Personajes increíbles: cuánta
generosidad, cuántos sueños convertidos en realidad”. Y agrega que “El Congreso
de la Internacional Socialista en Ginebra resolvió en 1866 iniciar el combate
por las 8 horas de trabajo. Los primeros que cumplieron con el acuerdo fueron
los sindicatos norteamericanos de Chicago, que en aquel tiempo eran todos de
filiación anarquista. Así decidieron hacer el primer paro el Primero de Mayo de
1886 por la implementación de las 8 horas de trabajo. Decían que el ser humano
también precisa de tiempo para otras cosas. 8 horas de trabajo, 8 horas de
sueño, 8 horas para el hogar y los hijos. La huelga fue total, menos una
empresa que pagó a rompehuelgas un alto monto para que no salieran a la calle.
Se efectuó el paro el Primero de Mayo, y al día siguiente la policía salió a
reprimir a 50 mil obreros. Hasta ese momento, se trabajaba 10, 12, 14, 16 horas
al día, y existían lugares que llegaban a las 17 horas. Principalmente en los
oficios ‘de abajo’ que hacían las mujeres textiles. El 3 de mayo, pese a la
represión, los obreros realizaron una gran manifestación en la fábrica Mc
Cormick, donde no adhirieron al movimiento por un pago. Allí habló en un mal inglés,
el anarquista alemán August Spies, explicando las razones de esa lucha en honor
de los trabajadores. Entonces comenzó una batalla entre los huelguistas y los
rompehuelgas financiados por una empresa. Ese día, la policía asesinó a 6
obreros y dejó decenas de heridos. Fue el momento en que otro anarquista
alemán, apellidado Fischer, redactor del Diario de los Trabajadores, imprimió
25 mil volantes donde se explicaban las implicancias de ganar las 8 horas de
trabajo. Decía: ‘Trabajadores, la guerra de clases ha comenzado. Al terror
blanco, respondamos con el terror rojo si es necesario. Enfrentemos a los
patrones. Tened coraje, esclavos, levantaos’. El 5 de mayo se produjo una
manifestación inmensa en el Haymarket. En ese lugar alguien arrojó una bomba y
mató a un policía, y los uniformados abrieron fuego contra los miles de
obreros, cuyo número de fallecidos jamás fue conocido. Inmediatamente, el
gobierno norteamericano estableció el Estado de Sitio. Se aprisionaron a
centenares de obreros, y se responsabilizó a 8 anarquistas por el lanzamiento
de la bomba. El juicio se inició el 21 de junio de 1886. Tres de los
anarquistas fueron encarcelados. El inglés de 39 años y obrero textil, Samuel
Fielden, recibió cadena perpetua. El norteamericano de 36 años, vendedor, Oscar
Neebe, fue castigado con 15 años de trabajo forzado. A un tipógrafo alemán de
33 años le dieron cadena perpetua. Los otros cinco imputados fueron condenados
a la pena de muerte por la horca: Georg Engel, tipógrafo alemán de 50 años;
Adolf Fischer, periodista de 30 años; el periodista alemán de 30 años, August
Vincent Spies; Louis Lingg, carpintero alemán de 22 años que se suicidó antes
de marchar a la horca para no darles en el gusto a sus verdugos; y Albert
Parsons, inglés y periodista de 39 años, que no había estado en la huelga, pero
se había adherido, durante el juicio manifestó que aprobaba todo lo que habían
hecho los huelguistas. Sus nombres quedaron para siempre. En Argentina ninguno
de los mártires de Chicago lleva el nombre de una calle.”
El autor de ‘Exilio’, continúa
acentuando los aspectos que significaron con mayor crudeza la precipitación de
los acontecimientos cuando indica que “Posteriormente hubo un gran movimiento
empresarial donde se despidieron a miles de trabajadores de las fábricas,
heridos de bala, procesados y torturados. La mayoría, por supuesto, eran
inmigrantes: alemanes, irlandeses, rusos, italianos y polacos. Sin embargo,
poco a poco, comenzaron los paros en todas las fábricas por las 8 horas de
trabajo. Y año tras año, fábrica tras fábrica, se fueron conquistando las 8
horas de trabajo. Y los organismos internacionales, tanto socialistas, como
anarquistas, proclamaron el Día Internacional de los Trabajadores el Primero de
Mayo”.
LA HORA DE ARGENTINA
Osvaldo Bayer posteriormente
se concentra en la materia particular del encuentro, comunicando que “En
Argentina, el primer acto se realizó en 1890 por iniciativa del Club Socialista
Alemán Vorwärts (“Adelante”). Se convocó a todas las teorías políticas de
izquierda de entonces. Fueron invitados los anarquistas, los sindicalistas
revolucionarios (que poco tenían de revolucionarios). Esas fueron las tres
grandes agrupaciones que constituyeron el movimiento obrero argentino”, y añadió
que “Al primer acto concurrieron 2 mil obreros y cada uno de los oradores habló
en su idioma: alemán, italiano, francés y el último en español. El conservador
diario La Nación publicó que ‘no sé por qué se reúnen y hablan en distintos
idiomas. Si no se entienden, ¿para qué se reúnen?’, en vez de decir lo
contrario. Que a pesar de que no se entendían, fue gigante la solidaridad y
marcharon juntos. Pronto llegaría el idioma que los ataría. Además, La Nación
escribió que ‘concurrieron pocos argentinos, eran casi todos extranjeros’. Y
justamente, esas ideologías del movimiento obrero habían sido traídas por los
inmigrantes”.
Sin dejar de mostrar
tristeza, el Doctor honoris causa de
varias universidades nacionales, Osvaldo Bayer, observa que “Ya en 1899,
desgraciadamente, se dividió el movimiento. Hubo un acto socialista y otro
anarquista. En 1901 se fundó la Federación Obrera Regional Argentina (FORA),
anarquista; y en 1902, la Unión General de Trabajadores (UGT), socialista.
Precisamente en 1902, el presidente de la Nación, Julio Roca, impuso la Ley de
Residencia, la más cruel de la legislación argentina. A través de ella se
expulsaba a todos los obreros extranjeros que practicaban ideologías ‘contrarias
al ser nacional’. Se deportaba sólo al hombre y se quedaba en Argentina su
mujer con los hijos, con el fin de que la esposa le dijera a su marido ‘no te
metas en el sindicalismo que te van a echar, ¿y qué hago yo con los niños, cómo
los alimentos?’ Entonces había muy poco trabajo para las mujeres. Fueron
deportadas centenares y centenares de personas, casi todas españolas,
italianas, algunas polacas, y casi todas de ideas anarquistas. En aquel tiempo,
los inmigrantes vivían en conventillos en el barrio porteño de San Telmo,
construidos por la gente del barrio norte. Conventillos para 140 personas con
un solo excusado. Y en el baño pendía un cartel que decía que ‘se prohíbe a las
mujeres y a los niños hacer uso del excusado entre las 05:00 y las 09:00 hrs.’,
porque en ese horario los hombres formaban fila para hacer sus necesidades
antes de partir al trabajo. Además se recomendaba a las mujeres comprarse
escupideras para hacer sus necesidades en esas habitaciones de 2,5 por 3,5
metros donde vivía el matrimonio con todos los hijos. Esto retrata el
sufrimiento de los primeros inmigrantes que llegaron de Europa.”
Bayer no deja de referirse a
principios del siglo XX, enunciando que “En 1904, 70 mil obreros asistieron a
la manifestación del Primero de Mayo. ¡Cuando Buenos Aires tenía una población
de apenas 900 mil habitantes! Y no era un día de fiesta ni un feriado, había
que ir a trabajar. Es decir, quien participaba en la conmemoración de los
Mártires de Chicago corría el riesgo de ser despedido. Allí, Julio Roca, en el
último año de su segundo mandato, ordenó la represión. La policía atacó a las
columnas obreras y fue asesinado el marinero Juan Ocampo de 18 años. Los
anarquistas tomaron el cuerpo de Juan Ocampo y lo llevaron al local del
periódico La Protesta, donde lo velaron. Por la noche, el presidente y general
Roca dictaminó el allanamiento policial del lugar. Los uniformados destruyeron
las imprentas y se llevaron el cadáver de Juan que jamás volvió a aparecer. Fue
el primer detenido desaparecido en la historia de Argentina. Pero no existe ni
siquiera una callecita en un barrio obrero con su nombre” y continúa relatando
que “En 1905 también habrá represión hasta 1909, donde se produjo la gran
matanza del coronel Ramón Falcón en la Plaza Lorea en Buenos Aires. Marcharon
75 mil obreros. Caminaban por la calle Rivadavia ese Primero de Mayo y Falcón
que se encontraba cerca, mandató a la fusilería de la policía para que recibiera
a los trabajadores con fuego. Los obreros iban con sus mujeres y sus niños
porque querían que vieran el recordatorio. Cayeron inmediatamente 6 obreros.
Luego Falcón ordenó a la caballería atacar a sablazo duro. Se produjo una
masacre. Los trabajadores se retiraron. Naturalmente, al día siguiente los
diarios conservadores felicitaron a Falcón porque los obreros en vez de ir a
trabajar, ‘molestaban ocupando las calles principales’. Oficialmente aseguraron
que hubo 14 muertos y 80 heridos graves. Por supuesto, el 3 de mayo hubo un
paro general. Y cuando los soldados vieron a los trabajadores cargando y
acompañando los ataúdes de los recién muertos hacia La Chacarita se originó un
tiroteo. La policía debió evacuar”.
SIMÓN
Bayer toma un respiro breve
e insiste en que “Los obreros de entonces no eran nenes de pecho. En
noviembre de 1909, el joven anarquista de nacionalidad rusa, Simón Radowitzky,
esperó al coronel Falcón a la salida de La Recoleta que iba en coche a caballo
con su secretario, y le arrojó una bomba. El jefe de la policía voló por el
aire y cayó muerto igual que su secretario. ¿Por qué la bomba? Porque los
anarquistas sostenían que la bomba era la expresión de la ira del pueblo que
‘aguanta, pero termina por explotar’. Simón Radowitzky fue perseguido por la
policía, intentó suicidarse de un tiro, pero no murió. Después de su
apresamiento fue condenado a muerte. Pero el joven ruso demostró con su partida
de nacimiento que apenas contaba 18 años, que para las leyes de entonces, lo
situaban como un menor de edad, y los menores de edad no podían ser condenados
a muerte. A cambio de ello, fue condenado a prisión perpetua en Ushuaia. Roca,
imitando a los zares de Rusia, había convertido la cárcel de Ushuaia en
Siberia, donde los prisioneros políticos y comunes morían de frío. En la época,
se realizaban manifestaciones donde se denunciaba esta situación y poetas
populares y payadores cantaban y hacían poesías en los actos políticos obreros
al respecto ((…) “La conciencia y la cultura / una forma de educación / la ley
es oposición a los derechos de gente / la razón más sorprendente la ley la
absorbe y la niega / las leyes de esta alma ciega y el juez es un
delincuente”). Simón Radowitzky pasó 21 años en Ushuaia. Tenía una resistencia
impresionante y sobrevivió. En 1930, estando Yrigoyen en el poder, los
anarquistas realizaron un paro, exigiendo la libertad de Simón. Como los
panaderos adhirieron, Yrigoyen debió ceder. Antes de pisar el puerto de Buenos
Aires, arteramente, Radowitzky fue expulsado a Uruguay donde permaneció preso
durante varios meses hasta que, nuevamente deportado, se fue a Brasil. Y en
1935, cuando la República Española se encontraba a las puertas de la guerra civil
contra el fascista Franco, Simón se ofreció para luchar, pero no como
combatiente, sino para mensajero en el frente. Si triunfaba la República, el
ruso le pidió a sus compañeros que quería terminar sus días fabricando juguetes
para los niños”.
LAS MATANZAS
El fundador de La Chispa,
enfrenta los sucesos de la primera década de la centuria anterior, comentando
que “En 1910, los ‘niños bien’ del barrio norte el Primero de Mayo asaltaron
los periódicos anarquistas y La Vanguardia socialista e incendiaron los
locales, las bibliotecas, y los sindicatos. En 1919 se produjo la Semana
Trágica de enero. Los metalúrgicos se fueron a paro porque todavía laboraban 10
horas diarias (los panaderos consiguieron las 8 horas de trabajo en 1895, tras
dejar a la ciudad sin pan una semana). El presidente Yrigoyen mandó la
represión contra la huelga donde serían asesinados 4 metalúrgicos que quisieron
impedir la actuación de la policía. Al día siguiente se desató el paro nacional
de todos los gremios para enterrar a esos muertos. Nuevamente, la marcha obrera
avanzó sobre La Chacarita a despedir a los mártires, y nuevamente fueron
reprimidos por la policía. Ocurrió algo que jamás había pasado en la Ciudad de
Buenos Aires: una batalla, pero esta vez, con obreros que ya usaban armas. Como
los trabajadores estaban venciendo a la policía, Yrigoyen cometió su peor
error: ordenó el accionar del ejército en la calle Corrientes. Como la
Revolución Soviética había acontecido sólo dos años antes, la gente bien del
barrio norte temía una réplica en Argentina. Entonces, se originó la Liga
Patriótica Argentina desde esa minoría privilegiada socialmente. Yrigoyen
permitió que la policía los apoyara contra los inmigrantes judíos que vivían en
el barrio Once, porque, como habían llegado con pasaportes rusos y la
Revolución fue allá…Estalló una verdadera masacre contra los judíos, que
entonces también llamaban ‘rusos’. Destruyeron sus tiendas, incendiaron por
doquier, etc.”.
Bayer se detiene en la
figura de Yrigoyen. “En la primera presidencia de Yrigoyen se producen las más
grandes matanzas de obreros de la historia argentina, incluso más que en
dictaduras, y eso que Yrigoyen fue electo ‘democráticamente’. Entre 1921 y 1922
fueron duramente reprimidas las huelgas patagónicas. Allí Yrigoyen envió al
ejército, al 10 de caballería, a las órdenes del teniente coronel Varela,
quienes fusilaron a alrededor de mil 500 peones rurales. La pena de muerte
había sido eliminada en 1918, pero se inventó la categoría de ‘subversión’
contra los trabajadores. Pero una huelga obrera no es subversión. Eso es cuando
se levantan los militares. Lo mismo ocurrió en la empresa de capitales
británicos La Forestal, esta vez, contra los hacheros, casi todos
pertenecientes a los pueblos originarios. Primero fueron castigados por la
policía privada de la empresa, permitida por Yrigoyen. Como no pudieron contra
los hacheros, entonces el gobierno envió al 12 de infantería”.
Refiriéndose a los inicios
de la segunda década del 1900, Osvaldo Bayer recalca que “El Primero de Mayo de
1921 en Río Gallego (dos mil habitantes), en medio de la represión, afirmaron
los dirigentes obreros antes de los crímenes patagónicos, ‘Compañeros, nuestro
triunfo se avecina a pasos agigantados. Ya han sido puestos en libertad 15 de
los compañeros presos. Quedan 12. De ellos aún 8 son los que el señor
gobernador interino y secretario de la Sociedad Rural, alzándose contra las
leyes, se niega a poner en libertad, desobedeciendo hasta las órdenes
terminantes e imperativas del Poder Ejecutivo Nacional. Pero ya le llegará su
hora y la justicia triunfará por sobre el capricho. La huelga continúa, lo
mismo que el boicot. Ni una ni otra cesarán mientras no estén en libertad todos
los compañeros. No hagáis caso de las mentiras que hacen circular muchos
enemigos porque ellos no reparan en medios para obtener lo que no pueden
conseguir por las vías legales que violan abiertamente. La marcha de la huelga
os la daremos a conocer por medios adecuados y las noticias que os
comuniquemos, buenas o malas, serán la expresión fiel de la verdad. Estamos
dispuestos a obrar así porque tenemos conciencia de la responsabilidad que
hemos contraído. Se pretende hacer de nuestra justa actitud una cuestión de
nacionalidades. Compañeros, rechacen semejante absurdo porque los obreros no
ven un enemigo en aquel que no sea un connacional, sino una víctima del capital
que todo lo corrompe y lo avasalla. Los hombres, sean donde sean nacidos, somos
todos iguales y por eso no puede haber entre nosotros diferencias de
nacionalidades. Adelante, pues, hasta conseguir nuestro justiciero triunfo.
Permanezcamos unidos que esto nos hará vencer las dificultades que nuestros
enemigos nos crean. (La Lejana Patagonia)’.
Y afirmándose sobre unos
pobres apuntes manuscritos, Bayer dice que “En 1919 Yrigoyen transformó el
nombre del Día de los Trabajadores en Fiesta del Trabajo. ¿Fiesta para quién?
En 1925, el presidente de turno ubicó el Primero de Mayo como asueto
nacional. Pasó a ser día de fiesta. ¿Para qué? Para que la gente se quedara en
la cama y no hubiera más actos. En su segundo gobierno, Yrigoyen, en 1928,
bautizó una plaza con el nombre Primero de Mayo para quedar bien con los
sindicatos, y en Balvanera se erigió un monumento al trabajo que esculpió
Roberto Soto”.
EL FACTOR PERÓN
Bayer, como a través de un
camino indeleble, avanza, señalando que “Durante la Década Infame que inauguró
José Uriburu (1930), los gobiernos prohibieron la conmemoración del Primero de
Mayo. Los obreros hicieron manifestaciones de todos modos, en medio de enormes
peligros. Yo me acuerdo de pequeño de esos Primeros de Mayo. Los maestros nos
pedían no salir a la calle en esa fecha. Nos decían que sólo ‘los
revolucionarios salen a la calle’. En 1944, los comunistas hacían su acto
separados de los socialistas y anarquistas. El anarquismo había perdido muchos
adeptos. Comenzó la industrialización del país, sin inmigración europea y con
criollos del interior de Argentina. La reacción luego los llamó ‘cabecitas
negras’, invasores de la ciudad. Cambió la composición de los trabajadores. El
Primero de Mayo de 1944 que organizaron los comunistas en Plaza Once, fue
reprimida por la policía y detenidos más
de 100 comunistas. El Primero de Mayo de 1945, el ejército marchó sobre los
actos para vigilar a los trabajadores”.
Aquí Bayer hace una inflexión.
“En 1946 fue elegido presidente Juan Domingo Perón y la mutación fue profunda.
Por primera vez, fue el presidente quien iba al Primero de Mayo. El 47’ el acto
se efectuó en Plaza de Mayo. Perón y Evita salieron al balcón. Se perdió el
carácter internacional y no se escucharon los cantos obreros ni la
Internacional, sino que la música estuvo a cargo de compositores criollos.
Habló el secretario general de la Central General de Trabajadores (CGT), Evita
y Perón. A los comunistas, socialistas y anarquistas se les permitió realizar
manifestaciones lejos del centro de la Ciudad de Buenos Aires, y el día
anterior al Primero de Mayo, el 30 de abril. Los actos se modificaron
totalmente. Perón jamás se refirió a los Mártires de Chicago, sino que se
dirigía sólo a los obreros argentinos y desde un prisma nacionalista y de apoyo
a los sindicatos adeptos a él. Con el tiempo, se reconocieron sólo los
sindicatos asociados a la CGT, la que fue reconocida por el Ministerio del
Trabajo. El sindicalismo pasó a ser peronista. Quedó como Día del Trabajo y no
de los Trabajadores, y definitivamente feriado. Todas las expresiones fueron
para glorificación del líder y para hablar de las últimas leyes ligadas al
mundo del trabajo. El peronismo, naturalmente no cambió el capitalismo. Se
vivió un capitalismo con algunas leyes obreras, como el Estatuto del Peón Rural
y otras. La primera parte del gobierno de Perón fue muy afín a la iglesia, pero
con una relación muy contradictoria en el andar. En 1955, en el acto del
Primero de Mayo, el secretario general de la CGT atacó a la iglesia católica, y
se planteó que se lucharía por eliminar la enseñanza religiosa en las escuelas
y se separara la iglesia del Estado por
vez primera. La iglesia católica fue siempre la iglesia oficial del Estado.
Perón dijo entonces que si los obispos ‘han de irse, se irán’. Dos meses
después caería. Así comenzó la dictadura de Lonardi y siguió la de Aramburu.
Como el Partido Socialista estuvo con la dictadura de Aramburu, ellos
organizaron el acto de 1956, como en tiempos anteriores al peronismo, pero
reivindicaron a Mayo y a Caseros y marcharon hasta el monumento de Sáez Peña
(!)”.
Ya dedicándose a la plena
modernidad histórica, Bayer comenta que “En 1964 los gremios siguieron siendo
peronistas. Antes, el dictador Aramburu había permitido la realización del
Congreso de la CGT en el cual se llevarían a cabo las elecciones de la central.
Ahí surgen las 64 organizaciones sindicales peronistas, las 32 agrupaciones
democráticas no peronistas y 7 que se distribuían entre comunistas y otras
corrientes marxistas. Yo cubrí ese Congreso como periodista. Crecientemente se
asentó una burocracia sindical muy fuerte. Tanto es así, que en 1964, con el
gobierno de Illía, el Primero de Mayo los dirigentes sindicales ubicaron una
corona de flores en el monumento a San Martín, con todo un sentido patriótico y
totalmente ajeno a las causas que originaron la conmemoración. En esa ocasión, el
sindicalista y político Andrés Framini prometió que Perón retornaría al país
luego de visitar Egipto, India,y la China de Mao. Pero no fue así. En su
exilio, Perón primero fue al Paraguay del tirano derechista Stroessner; se
refugio en la Venezuela del dictador Pérez Jiménez. Cuando esos militares ya decaían,
Perón se fue al Canal de Panamá de los norteamericanos; a la Republica
Dominicana del tirano Trujillo –el peor de todos-. Como Trujillo tambaleaba,
los adeptos de Perón informaron que partiría a Argelia, cuando ese pueblo estaba
en plena lucha anticolonial contra Francia. Sin embargo, no se asiló en
Argelia, sino que en la España de Franco. Este periplo mostró claramente lo que
ocurriría después. Perón eligió a su secretario privado en Madrid fascista, el
cabo de la policía federal argentina, López Rega. En el breve gobierno de
Cámpora, Perón lo obligó a colocar a López Rega como ministro de Asistencia
Social. Se trataba de un sujeto que carecía de toda preparación política. Su
única especialidad era la represión. López Rega fue el creador de la Triple A
(Alianza Anticomunista Argentina), la máquina de matar que antecedió la
dictadura de Videla”.
Osvaldo Bayer, honestamente,
señala las contradicciones internas del peronismo, contando que “En 1965 en
Plaza Once se dio una enorme pelea entre los propios peronistas. Comenzaba a
gestarse la izquierda del peronismo. La disputa llegó al punto que el general
Onganía –que había volteado al miembro del Partido Radical y presidente
nacional, IIlia- prohibió los actos del Primero de Mayo”, y suma que “El
regreso de Perón produjo la Masacre de Ezeiza al interior de las corrientes del
movimiento. Perón simplemente había tomado partido por la derecha. Famosa es la
acusación de ‘jovenes imberbes’ que hizo a los Montoneros y las juventudes de
izquierda”.
EL MENSAJE REBELDE
“Nuestro sindicalismo
terminó en una burocracia tremenda. Han existido dirigentes que han durado 30
años en el poder. El actual secretario general de la CGT, por ejemplo, que no
sé hace cuánto tiempo está, y aún desconocemos cuánto más estará. Además de la podredumbre
signada por una gran corrupción. Hay dirigentes con amplias fortunas y los
conocemos muy bien. ¡Pero qué claridad la de los primeros líderes sindicales, y
la mala fortuna de sus muertes tan tempranas! En el pasado reciente, primero fueron
perseguidos por la Triple A y después por la dictadura de los Detenidos
Desaparecidos”.
Con sus 85 años de combate
por la emancipación humana, Osvaldo Bayer, el rebelde, arroja un mensaje. “Volvió
a la democracia y es preciso luchar desde abajo por más democracia. Que
dictadores militares estén en la cárcel es un gran paso. Los 13 dictadores
militares que sufrí en mi vida murieron en la cama, cobrando su sueldo de
generales. El pueblo jamás salió a la calle cuando los militares se levantaron
y destituyeron a los presidentes electos y todos nuestros presidentes
derrocados, huyeron de la casa de gobierno. Algunos hasta en helicóptero desde
la Casa Rosada. Falta muchísimo todavía para alcanzar una verdadera democracia.
El futuro es nuestro. Imitemos a aquellos primeros dirigentes del Primero de
Mayo que fueron asesinados por los dueños de la tierra y los dueños de todo,
pero que continúan estando presentes en todo el mundo. Salve esos héroes.”
Abril 28 de 2012
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