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nuestro pueblo comprendió desde el primer momento la necesidad de la unidad, y
la unidad se convirtió en una cuestión esencial para la Revolución, la unidad
se convirtió en un clamor de las masas, la unidad se convirtió en una consigna
de todo el pueblo. (…)"
Fidel Castro
“El Proletariado sólo puede hacerse y se hará
inevitablemente una fuerza invencible siempre y cuando que su unión ideológica
por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material
de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores…”
Vladimir Lenin
1. “Hoy es una jornada de
lucha por la independencia política de los trabajadores, por la unidad
socialista de América Latina; por el salario, las condiciones laborales, la
tercerización; contra la burocracia sindical para que los sindicatos se
conviertan en efectivas herramientas del mejoramiento material, moral y
político de la clase trabajadora”, dice Néstor de la Asociación de
Profesionales en Lucha bajo la tarde del primero de mayo en Buenos Aires y
agrega que a la hora de defender trabajadores castigados por la patronal o en
huelga “no hacemos discriminaciones partidistas”.
Matías Cisneros, dirigente
de los asalariados de Metrovías que integra la Asociación Gremial de
Trabajadores del Subterráneo y Premetro, afirma que “en estos momentos estamos
peleando la paritaria salarial y que se respete nuestra demanda de un 28 % de
reajuste, mientras nos imponen un 18 % y los precios están disparados”.
Por su parte, el secretario
general del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Construcción
(Regional Sur), Víctor Grosi expresa que su agrupación lucha “por 4.500 pesos
de salario básico (US$ 1.022); recategorización; jubilación a los 55 años; ley
penal para los accidentes de trabajo y mejores condiciones de seguridad e
higiene”.
La profesora Claudia
Conciglio de la corriente Tribuna Docente informa que se moviliza con sus
compañeros, tanto para recordar a los Mártires de Chicago, como “por las
reivindicaciones del magisterio, ya que nos han colocado un salario muy por
debajo del valor de la canasta familiar: nos pagan entre 2 y 3 mil pesos
mensuales (US$ 454 / US$ 681) y la canasta está en alrededor de 6 mil pesos
(US$ 1.363). Las escuelas públicas se están cayendo a pedazos por la mala
infraestructura. En particular, en la provincia de Buenos Aires hay un
presupuesto muy insuficiente para la enseñanza. No hay nombramientos ni
cobertura de cargos. Y en la Ciudad Capital están cerrando cursos. Aquí el
gobierno de la Ciudad con la venia del nacional, deja correr el achique de
grados, sobrepoblando las salas de clases, desmejorando la atención de los
chicos y despidiendo docentes.” Sobre el mismo ámbito, la maestra, luchadora
social y dirigente de la Asociación de Maestros, Ademys, María Laura Frecha,
esclarece que “continuamos con la campaña contra el cierre de cursos en la
Ciudad. Ya hemos logrado reducir más del 50 % de los cierres programados.
Estamos defendiendo uno por uno los cursos. Lo que hemos advertido es que la
política contra la educación pública corresponde a una estrategia nacional,
donde varía sólo la forma según el lugar. El objetivo es dejar la escuela
pública para pobres y la escuela privada para quienes puedan pagarla”. A su
vez, el maestro Domingo Garro del Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras de
la Educación de la provincia de La Plata
suma que “no podemos perder la memoria, antes que todo. Y en materia de
enseñanza, siempre hemos tenido problemas con las organizaciones sindicales
burocráticas que terminan acordando a espaldas de los docentes, salarios a la
baja. Luchamos contra el mal llamado ‘impuesto a las ganancias’, que se nos
cobra a los que sobrevivimos de un salario. Remuneracionalmente, estábamos por
un básico de 4 mil pesos (US$ 909 mensuales), y los de arriba acordaron la mitad.
Sin contar a los maestros que trabajan ‘en negro’ (informalmente) o en ‘gris’
(mitad ‘en blanco, mitad en negro’).”
Resulta indudable la unidad
de sentido, demandas y horizonte de lucha y sociedad de los trabajadores que
salieron a la calle el Primero de Mayo en Buenos Aires. Sería todo un avance
-notable en los tiempos de la hegemonía transitoria, pero brutal de los
intereses de la minoría dueña de todo- que los asalariados, las fuerzas
sociales aún insuficientes, pero condición necesaria para cualquier transformación popular,
hubieran hecho un punto de fuerza para expresar la madrugada de un nuevo
proyecto y sus reivindicaciones.
Sin embargo, los
trabajadores entrevistados en este artículo estuvieron en la misma ciudad, el
mismo día, a la misma hora y a 10 calles o menos de distancia, en distintas
concentraciones. En Buenos Aires hubo por lo menos 5 manifestaciones convocadas
principalmente por organizaciones políticas de izquierda. Pero no como parte de
una estrategia de distribución de fuerzas bajo una convocatoria unitaria y
común. Por el contrario. Unas más, otras menos, las convocatorias se efectuaron
precisamente para no fundirse, para no ser uno. Más de algún patrón sonrió con
placer de clase.
2. Que dicen que es un
problema mundial, que la ofensiva imperialista en medio de una de sus peores
crisis conocidas, encuentra al pueblo trabajador internacional y de cada país,
de capa caída, desarmado políticamente, sorprendido, sin memoria ni voluntad de
resistir. Que la caída de la URSS, que la tiranía de los relatos de grupos de
interés y la crisis de los mega relatos, que el individualismo, que los medios
de comunicación, que las condiciones objetivas (que involucran las subjetivas) no
maduran, que falta tanto, que el miedo, que la pobreza relativa no es la
absoluta, que lo último que se pierde es la esperanza, que por lo menos algo se
hizo, que ‘hacen falta dictaduras’ para agudizar las contradicciones sociales, que
todo podría ser peor.
Es cierto que sólo el
movimiento real y las formas más explícitas de la lucha de clases, históricamente,
han derrotado las diásporas políticas no capitalistas. Es cierto que cuando
la movilización, en todas sus esferas,
de los trabajadores y el pueblo, de las grandes mayorías en acción contra la
explotación, la expoliación, el arrebato de derechos conquistados, el
empeoramiento de la vida en general se expresan concretamente en un momento
dado, crean en conjunto las condiciones de la alternativa política propia de los
intereses de las clases subalternas.
Las direcciones políticas de
los partidos, organismos, colectivos, movimientos y cualquier instrumento que
declara la emancipación del género humano y el combate convincente y decidido contra
el capitalismo, con la mirilla puesta en una sociedad donde gobierne la
combinación interdependiente entre igualdad económica y social, libertad y
democracia participativa y real, lo saben.
Sin embargo, esas mismas
direcciones políticas saben –salvo que carezcan de convicción de poder y
abunden en vocación de minoría- que el movimiento e instrumento emancipador,
dialécticamente, siempre debe estar en construcción, afinamiento, en sintonía
con el pueblo profundo, es decir, con el único protagonista que puede superar
de manera histórica y objetiva las relaciones de clases y de poder, el trabajo
asalariado, los dolores inhumanos del capitalismo. Y que para ello, dado los
aprendizajes de la minoría burguesa mundial y sus extensiones nativas o
nacionales, se precisa de fuerzas sociales más que voluminosas, que trasciendan
las diferencias aparentes, las banderas que limitan y no abarcan, las visiones
sobreideologizadas, el deseo o la moral en su peor sentido y que pueden llegar
al absurdo imperdonable de cortar las piernas de la realidad para que calce en
el ataúd de los manuales.
Argentina no está
desconectada de la mundialización de las relaciones capitalistas. Como país
dependiente, tiene su lugar bien definido en la división internacional del trabajo.
Esa es su condición. Su problema, como el de toda Latinoamérica para no ir más
lejos, no es que partió ‘tarde’ en la carrera desarrollista o industrial o
progresista. Ese es su sitio estructural mientras no sea derrotado el
imperialismo. Esas son sus condiciones para la emancipación. Sin atajos, pero
sin míticas etapas que por ahí alguien todavía considere que debe quemar el país
para convertirse en potencia primermundista. En un planeta deshabitado, tal
vez.
La unidad de todos aquellos
que están dispuestos a ofrecer lucha contra el capitalismo se construye desde
ya. Con los trabajadores concientes (que no solamente con los obreros ligados a
la producción industrial de mercancías materiales), con el estudiantado dinamizador,
la juventud sin futuro, con el ambientalismo consecuente, con los pueblos
originarios, los campesinos repletos de niños trabajadores, con los
inmigrantes, con los que batallan ante el patriarcado criminal y cotidiano, con
esa inmensa mayoría que padece sin saber bien por qué la mala vida, pero que ya
perdió la paciencia.
Ante la vergüenza inoficiosa
y funcional del aparcelamiento político, esas direcciones iluminadas, pero
nunca luminosas, que pretextan con inventiva insuperable los argumentos más
peregrinos para postergar la reunión que demandan los de abajo, aquí y ahora es
perentoria la creación básica del instrumento político de las mayorías. Aunque
lo nuevo necesariamente trae de lo viejo, aquel territorio que concuerde para
combatir en mejor pie el actual movimiento del capital, por fuerza y razón, debe
hegemonizar la herramienta por venir. Y considerando que así ocurriera, apenas
se estaría ante una fuerza mínima de arranque, en el prólogo, en la edificación
laboriosa para iniciar la resistencia sin la cual no hay ofensiva posible. ¿O
es que la lucha de clases también existe en las organizaciones de izquierda? ¿O
es que a algún autodenominado militante preclaro y archirevolucionario le
conviene el actual estado de cosas?
Cuando amanecen los pueblos
reivindican la unidad. Los pueblos no subestiman jamás al enemigo de clase y
conocen por experiencia su golpe y de lo que es capaz por mantener sus
privilegios. Práctica y teoría, análisis concreto de la realidad concreta,
voluntad de victoria. Unidad inquebrantable o renuncia canina.
Mayo 2 de 2012
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