Andrés Figueroa Cornejo
Uno.
¿Por qué, con fatalidad abstracta
y atávica y como si la historia no fuera un movimiento permanente y
contradictorio, en Argentina hay quienes homologan “lo popular” con
“peronismo”, inexorablemente? ¿Por qué hay gente de buen corazón, que aspira a
la justicia social, la igualdad y la libertad, el fin de la explotación, el
gobierno planetario de una sociedad sin inequidades ni discriminaciones de
ninguna especie, profundamente humanista, que piensa que el capitalismo
expansionista chino es mucho mejor y una alternativa al imperialismo capitalista
norteamericano o europeo? ¿Por qué muchas personas que quieren cambiar el mundo
se concentran en los fenómenos y los síntomas, la fachada y la anécdota, y no
en las relaciones sociales, de clase y de poder, que organizan la infamia?
Dos.
Unilateralmente, el pre candidato
a la presidencia de Argentina para el 2015, el ultraliberal y millonario
gobernador de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio “Veto” Macri, dictó la no
realización del Congreso Pedagógico porteño que debía debatir, puertas abiertas
a la sociedad, los aspectos más relevantes de la enseñanza en la metrópolis.
Macri -admirador del políticamente
fallecido primer mandatario chileno, Sebastián Piñera-, sujeto de discutible capacidad
neurolingüística, mediante un decreto intentó argumentar que discutir para
corregir el proceso educativo democráticamente, “atenta contra la agenda
educativa y el cumplimiento de los 190 días de clases previstos”. Si incluso
ese pretexto fuera cierto, de todos modos Macri privilegia peregrinamente la
contabilidad administrativa sobre el mejoramiento real de la enseñanza. ¿Olvida
el señor gobernador que los docentes son, además de formadores estratégicos de
mujeres y hombres, líderes de opinión de la comunidad? ¿Cuánto gasta en
asesorías que le agujerean los pies con municiones imborrables?
Tres.
El sistema financiero que opera
en Argentina (representante del “anarco-capitalismo”), obtuvo utilidades por casi 3 mil millones de dólares
entre enero y noviembre de 2011 (21 % más que en el mismo período de 2010).
En tanto, la Presidenta de Argentina
realizó una alocución pública para referirse
a su visión de las cosas. Ante la ocurrencia y advenimiento de las
paritarias o negociaciones colectivas por sector económico entre dueños y
trabajadores, desmintió que el gobierno haya colocado un límite a los reajustes
salariales de un 18 %, toda vez que ministros del Ejecutivo (como el de
Educación) así lo afirmaron a fines de enero.
Al respecto, CFK dijo que “”Quiero
que sepan todos, empresarios y trabajadores, que van a poder negociar
libremente sus paritarias, pero según la
rentabilidad de cada sector”. Lamentablemente, Salomón dirimía casos
particulares entre iguales y contaba con la inspiración divina. La inflación
–de acuerdo a diversos estudios no gubernamentales- se encuentra en alrededor
de un 30 %. Ello impacta en todos los índices macroeconómicos, en todas las
cifras oficiales que se ofrecen opaca y nominalmente, y, más que nada, en la
vida real de los alrededor de 17 millones de trabajadores activos (donde la
mitad se desempeña informalmente o “en negro” –sin vínculo contractual, sin
seguridad social, precaria e infrahumanamente-, obteniendo mucho menos del
salario mínimo (que para buena parte de la fuerza de trabajo formal, es el
máximo) y donde también tiene su lugar un territorio no establecido del más de
un millón y medio de niños y adolescentes que realizan labores de adulto). La
fórmula gubernamental –que poco tiene que envidiarle a la voceada por el
peronista de derecha, peón de los que mandan y líder inestable de la Central
General de Trabajadores, Hugo Moyano, que habla de “repartición de utilidades”-
resulta de un corporativismo peligroso. Si se lograran superar los escollos
contables de los propietarios y sus clásicos “lavados” para sortear impuestos,
empleo y remuneraciones según sus ingentes tasas de ganancia; de cualquier
forma un método de esa naturaleza simplemente consolidaría las desigualdades no
sólo entre capital y trabajo, sino también entre los propios trabajadores. Y,
en general, no sobre un mejoramiento de la base salarial.
Los obreros textiles ya
alcanzaron un 28 % de reajuste y a mitad de año van por más; mientras los
educadores a nivel nacional demandan un 32 %, es decir, 700 dólares. Un arriendo
habitacional, aun más barato que el promedio, cuesta 350 dólares (en los barrios
exclusivos de Buenos Aires, el precio del metro cuadrado de vivienda es de 3
mil a 4 mil dólares). Las paritarias docentes se han postergado por parte del
gobierno con el fin de que al borde del inicio del año lectivo, los profesores
se vean arrojados a la eventualidad de una huelga. Y las huelgas del magisterio
son el argumento tradicional que usa la enseñanza privada para liquidar a la
pública ante las madres, padres y apoderados.
Lo anterior es sólo una parte del
programa de ajustes económicos post electoral del gobierno, frente a la propia
inflación, el déficit fiscal y la colección de divisas. La retirada de
subsidios al capital, lejos de los discursos, paulatinamente ha liberalizado al
alza las tarifas de los servicios públicos, la telefonía, el transporte. Porque
en el capitalismo, independientemente de sus variantes –que desde abajo apenas
se distinguen-, el Estado se encuentra al servicio del capital y su
reproducción ampliada. Y el gobierno de turno puede malograr su voluntad y
bienintencionadas medidas redistributivas, de no ser un producto político del pueblo
trabajador en acción de acuerdo a sus intereses históricos, y terminar sólo
administrando el propio movimiento del capital y facilitando el fortalecimiento
de las clases mandantes. Por más fútbol y carreras de autos que compre para ser
transmitidas por televisión abierta; haga bravatas patrióticas, o reajuste las
pensiones de miseria bajo los números de la inflación (17 %). En el marco de
una crisis económica global, cuando nunca antes en la historia del trabajo
asalariado, el capital había estado más transnacionalizado, más mundializado y
sus flujos financieros y especulativos fueron más hegemónicos, el Ejecutivo adopta
medidas pseudo autárquicas en vez de impulsar decidida y no sólo teatralmente
la relación complementaria sur-sur, a escala continental, para empezar. Porque
la contradicción esencial de la actual fase no es capitalismo nacional versus
capitalismo mundial. Es simplemente capitalismo versus proyectos de sociedad no
capitalistas; capital versus trabajo, capitalismo versus humanidad.
Desde la Casa Rosada se dice que
se creará una comisión “para que evalúen
la competitividad de cada área. Porque para nosotros la competitividad lo es
sólo con respecto a la inclusión social, si no no lo es. En ese caso es
explotación”. Pero donde se afirma “inclusión social”, debe ir pacto social de
intereses irreconciliables de los pocos que concentran privadamente el
excedente que produce la mayoría. ¿O sentar a la servidumbre mal pagada en la
misma mesa de su propietario resuelve la falsa conciencia del que administra la
opresión? ¿Y la explotación del hombre por el hombre, el despojo de los
recursos naturales, la destrucción de los pueblos originarios, el patriarcado y
las relaciones de poder se acaban con la capacidad de endeudamiento de los
empobrecidos? Lo trabajadores y el pueblo son objeto de explotación o sujeto
protagónico de la historia. Subordinados o hegemonía libertaria. En el trance
dinámico y complejo de ese combate antiguo se dirime el porvenir.
Los nudos de lucha
anticapitalista no pueden distraerse con el corporativismo ni el cooperativismo
funcional o “de mercado”. El anticapitalismo y su organización nuclear, hace su
día en el continente del pueblo trabajador. Desde las luchas espontáneas,
primeramente económicas; desde el ambientalismo consecuente y las demandas
genuinas de la mayoría; desde la resistencia de los originarios, la
emancipación de la mujer, los migrantes expoliados. Así adquiere su forma y su táctica, multiplica
sus fuerzas y precipita, como una alternativa proveniente del movimiento real y
no desde afuera, la convicción de poder político sin mediaciones de las clases
subalternas y sus particularidades. De lo contrario se transforma en puro
decorado que legitima el orden impuesto por arriba. En el “niño terrible” que
testimonia la injusticia, pero no la trueca; que se emborracha con manuales
inútiles, pero es impotente cuando se trata de rimar y remar junto a los
tiempos y modos de los desheredados.
Febrero 5 de 2012
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