Andrés Figueroa Cornejo
El 19 de octubre de 2011 un helicóptero del ejército
sobrevoló el Liceo Agrícola de Longotoma, en territorio rural de la Ligua,
comuna de la región de Valparaíso. Al día siguiente, el 20 de octubre, en medio
de un ejercicio de guerra, un grupo de la Brigada de Operaciones Militares que
se desplazaba en la zona y a través de dos helicópteros aterrizó en el mismo
colegio de secundaria. Esta vez, los uniformados apuntaron con armamento bélico
a dos alumnos en práctica y un profesor.
Nadie sabía de qué se trataba ni había sido
informado. Ni la policía del sector, ni las autoridades municipales y locales y
menos la comunidad del establecimiento escolar.
Frente al liceo hay una escuela pública
de primaria donde, sincrónicamente mientras ocurría la ocupación del colegio,
soldados de civil solicitaban alimento.
De acuerdo a versiones ofrecidas por
periodistas de radio Bío-Bío (única emisora nacional independiente de Chile),
un testigo de los acontecimientos indicó que “luego cerca de un río que limita
con la escuela, se escuchaban disparos que según ellos eran armas de salva”.
La directora del liceo de Longotoma,
Marcela Peñailillo, informó que ya fue interpuesta una acción legal en la fiscalía
correspondiente. El comandante de la Brigada de Operaciones Especiales que
actuó en el establecimiento educacional se disculpó personalmente ante la
directora, excusando el hecho. Por su parte, el Ejército explicó que “en el contexto en que
se desarrollaba un ejercicio aeromóvil militar en la Zona General de Longotoma,
dos helicópteros se posaron y procedieron a desembarcar una agrupación de
soldados en terrenos de propiedad del Liceo Agrícola de la localidad (…), sin
previa autorización de la Dirección.”
Si un helicóptero fue avistado el día
previo al desembarco militar en el colegio, es difícil considerar el incidente
como un accidente, un imponderable, un puro error. Más todavía en el contexto
de lucha que protagoniza el movimiento estudiantil del país. Supuestamente, los
ejercicios y procedimientos militares se realizan sobre una hipótesis bélica. ¿Tampoco
sabía nada el Presidente Sebastián Piñera, ni el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter,
ni el de Defensa, Andrés Allamand? ¿El “Partido militar” de Chile, en medio de
amenazas gubernamentales de la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del
Estado (impuesta también durante el período de la Concertación), está
practicando “por si acaso”?
Que no exista el miedo y que se apresure la organización de la sociedad
civil. Una golondrina no hace verano, pero en este caso, funciona como señal de
desesperación premeditada.
Que no exista el miedo y que se apresure la organización de la sociedad
civil.
Octubre 26 de 2011
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