viernes, 21 de octubre de 2016

Luis Suárez Salazar: “El futuro es un campo de batalla”

Andrés Figueroa Cornejo  

Una de las tareas cardinales de un periodista de los intereses de los pueblos de cualquier parte del mundo, es difundir los diversos pensamientos críticos existentes, aunque no los comparta o sólo lo haga parcialmente. Ello es parte del combate urgente por resituar al periodismo independiente desde la ética de la libertad, el disenso y la unidad en la diversidad.

La Brigada Jurídica Estudiantil de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano y Encuentro Cono Sur por la Solidaridad de Todos los Pueblos Latinoamericanos de Santiago de Chile invitó a una exposición sobre la situación en el Continente al Doctor en Ciencias Sociales y Ciencias cubano, Luis Suárez Salazar (1). Lo que viene más abajo es la ponencia del Doctor Suárez en formato de entrevista, con el fin de hacer más amigable sus ideas.

“Quiero discutir el llamado ‘fin del ciclo progresista en América Latina’ que se ha instalado en el debate político y académico. Para muchos de nosotros, esta expresión es sólo una impostura parecida a la que se generó en el siglo pasado sobre el ‘fin de la historia, de las utopías, de los grandes discursos’, y que está asociada a lo que se denomina ‘el pensamiento posmoderno’”, abrió su intervención el Doctor Suárez.

-¿Qué buscaría el relato del ‘fin del ciclo progresista en América Latina’?

“Su propósito es desmovilizar las resistencias, las luchas. Porque si se acabó la historia, ¿para qué seguir luchando? Mejor, entonces, quedarnos en el ‘posibilismo’, sin ningún horizonte utópico y programático.”

Los ciclos largos de la historia

-¿Cuáles son los fundamentos de su crítica al ‘fin del ciclo progresista’?

“Desde mi perspectiva, argumento desde lo que yo llamo ‘los ciclos largos de la historia’. No se pueden confundir los tiempos de la coyuntura con ciclos de larga duración. En esta concepción, le pedí prestado a investigaciones de los economistas, como los llamados ciclos del capitalismo de Kondratiev, que tienen de tonalidad recesiva y de tonalidad expansiva.”

-¿Cómo se desenvolverían esos ‘ciclos largos de la historia’?

“A través, por ejemplo, de los más de 200 años desde el comienzo de la independencia en América Latina y el Caribe frente al colonialismo español. Esto es, a lo largo de la historia latinoamericana se han repetido ciclos de tonalidades revolucionarias, reformadoras y reformistas, por un lado, y ciclos de tonalidades contrarrevolucionarias, contra-reformadoras y contra-reformistas, por otro. También pueden identificarse dentro de esos ciclos largos, de cualquiera que sean sus tonalidades, diferentes etapas.”

-¿Dónde comienza ‘el corte’ histórico de esos ciclos largos en Latinoamérica?

“Yo he analizado todo el siglo XIX, XX y lo que va del XXI. Mi hipótesis se inicia con la victoria de la revolución de Haití en 1804, que fue la primera revolución nacional y social que se dio en el Continente. Y que además fue la primera vez en la historia de una insurrección triunfante de esclavos originarios de África (obviamente, aliados con sectores mulatos y mestizos). Algún historiador los llamó “los jacobinos negros”. Y yo digo que si los jacobinos blancos de Francia fueron radicales, se debió a la existencia de los jacobinos negros, y no al revés. Este ciclo largo, podríamos decir que duró hasta 1830.”

-¿Por qué?

“Porque se trató de ese ciclo caracterizado por el ideal bolivariano de la unidad latinoamericana, de la federación latinoamericana, que empieza a ser derrotada por fuerzas conservadoras y que terminó produciendo la balcanización del sueño bolivariano. Y entonces, siguió un ciclo que va de 1830 a 1850 que es muy conservador en el Continente. Dentro de la independencia y de la pos-independencia, las fuerzas conservadoras, combinadas en algunos casos con el imperialismo británico (el hegemónico en aquel tiempo), comienzan a provocar una regresión y hasta un abandono de muchas de las conquistas de las luchas por la independencia, sin llegar a negar la independencia política, pero empezando a fraguar lo que muchos años después se denominaría un modelo neo-colonial de dominación. Y como respuesta a ese ciclo, aparece un nuevo ciclo identificado como de revoluciones o de reformas liberales que, para simplificar, se extiende por alrededor de 30 años.”

La emergencia de Estados Unidos como una potencia imperial

-¿Y cuáles serían sus determinaciones históricas?

“La revolución mexicana y las reformas de Benito Juárez; procesos que se desarrollan en Perú, en Bolivia; las insurrecciones en Colombia, y otros muchos acontecimientos. En fin. Ese ciclo comienza a agotarse cuando comienza a convertirse en su contrario, y que se llamó liberalismo oligárquico. El liberalismo pierde toda su impronta transformadora, y coincide con la emergencia de Estados Unidos como una potencia imperial. En Chile ese primer liberalismo se cierra con el Presidente José Manuel Balmaceda.

De este modo, EEUU frustra la independencia en Cuba; se divide el territorio de Panamá de Colombia; interviene militarmente en Nicaragua; en Perú hace lo suyo; en Paraguay ocurre la guerra que Galeano identificó como de ‘la triple infamia’, y que le costó a Paraguay más de un millón de muertos, enfrentado a Brasil, Argentina, Uruguay, y detrás de ellos al imperialismo británico, mientras EEUU dejó hacer.”

La Revolución Mexicana de 1910

-Según su perspectiva, posteriormente devendría un nuevo ciclo…

“En efecto, e inaugurado en el siglo XX por la Revolución Mexicana de 1910 a 1917, junto a la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia. En Chile ocurrió la insurrección de la Armada, la República Socialista de Marmaduke Grove; en El Salvador, Farabundo Martí intenta hacer una revolución; Augusto César Sandino está luchando en contra de la ocupación norteamericana en Nicaragua; en Cuba se produce la frustrada Revolución de 1933, luego que EEUU había convertido a la Isla en una neo-colonia y casi en un Protectorado a veces. O sea, se ofrece todo un nuevo momento que tiene en sus cúspides a la Revolución Mexicana y todos los procesos que desencadena el Presidente Lázaro Cárdenas entre 1934 y 1940. Ahí se observa un conjunto de políticas favorables a los intereses nacionales y populares, la nacionalización del petróleo, la entrega de tierras, el reconocimiento de los pueblos originarios, una reforma agraria más radical. Se pueden debatir sus distintas etapas, pero se extiende hasta aproximadamente el fin de la Segunda Guerra Mundial.”

-Entonces, ¿qué ocurre?

“Ya EEUU sale como la potencia hegemónica global en alianza con los gobiernos de las clases dominantes, e inicia una brutal ofensiva contrarrevolucionaria, contra-reformista, ahora con los códigos de la Guerra Fría. Pero no se trató sólo de derrotar a los comunistas, sino que a cualquier gobierno y a cualquier fuerza social que ellos entendieran como anti-estadounidense, o lo identificaran como opositores a su sistema de dominación. Hegemonía acorazada con fuerza y todas las alianzas. Empezaron a pasar cosas terribles en todas partes. Aquí en Chile, tal vez el punto está en el gobierno de Gabriel Gonzáles Videla, rompiendo incluso con las alianzas previas que se habían hecho con el Partido Comunista de Chile. En Argentina fue el derrocamiento de Perón; en Brasil fue llevar al suicidio a Getulio Vargas; en Cuba fue el golpe de Estado de Batista. Y este ciclo se cierra con la feroz invasión mercenaria organizada por EEUU en contra del gobierno de Jacobo Árbenz en Guatemala.

Al respecto, yo siempre digo que veamos las políticas norteamericanas en alianza con los representantes políticos, militares, ideológico-culturales de las clases dominantes. La historiografía menciona el final de este ciclo como agraria, democrática; en algunos aspectos, antiimperialista, pero todavía sobre la base del concepto de que era posible crear capitalismos fuertes en América Latina. Ninguno de los gobiernos se planteó hacer el socialismo. Pero la dialéctica de la historia es así. Terminado ese ciclo largo, ya se están engendrando las fuerzas para iniciar el ciclo siguiente.”

La Revolución Cubana

-¿Cuándo arranca el siguiente ciclo?

“Desde mi punto de vista, con la Revolución Cubana. Porque es ella la que inicia el ciclo largo de las revoluciones socialistas en América Latina y el Caribe. No es que no existieran idearios y luchas socialistas previas, pero ninguna había triunfado. La Revolución Cubana es la que coloca en el imaginario, en el programa, en el horizonte, al socialismo como alternativa a lo que entonces se llamaba capitalismo subdesarrollado, dependiente, deformado. ‘Mal desarrollo’ lo nombró el Che Guevara, desarrollo desigual y distorsionado de la Revolución Cubana. En ese marco, se emprende ese proceso. En medio de muchas luchas, muchas derrotas, muchos avances. En ese ciclo se inscribe la experiencia chilena de Salvador Allende; la Revolución Sandinista en Nicaragua; la Revolución en Granada; e incluso se puede mencionar la experiencia más nacionalista y popular de Velasco Alvarado en Perú; el gobierno panameño de Omar Torrijos, y que no eran precisamente gobiernos socialistas.”

-Para usted, ¿ese ciclo es en el que todavía estamos?

“Sí, porque la Revolución Cubana todavía está ahí. Con todos los problemas que tenemos enfrentar en Cuba y que son grandes y complicados. Todavía no ha sido derrotada, a pesar de todo lo que ha hecho EEUU y sus aliados por intentar destruirla.

Más bien, podemos identificar diferentes etapas en este ciclo. Y una de las etapas más recientes, y que se abre a fines del siglo XX, es la Revolución Bolivariana en Venezuela. Anteriormente hubo una serie de etapas contrarrevolucionarias, contra-reformadoras  y contra-reformistas, como la ocurrida luego del golpe de Estado de 1973 en Chile. Y que después devinieron en las salidas de los ordenamientos dictatoriales en Uruguay, en Argentina, en Chile, a las que se les llamó en la literatura, la re-democratización de América Latina. Para mí concepto, eso que distingo como contrarrevolución neoliberal, duró mucho menos que los ideólogos del neoliberalismo pretendían. Coincidió con la implosión de la Unión Soviética y el relato del ‘fin de la historia’, y donde estas reformas liberales parecían la única alternativa.”

El triunfo de Hugo Chávez

-Pero adviene la etapa inaugurada por la Revolución Bolivariana…

“Ciertamente. El triunfo de Hugo Chávez por vía electoral en 1998, la aprobación de la Constitución Bolivariana en 1999, y un conjunto de procesos que comienzan a librarse en el Continente, y que van desde el alzamiento Zapatista en México, hasta los triunfos electorales que empiezan a producirse en Argentina, en Brasil, luego de muchas luchas, en Bolivia, en Ecuador. En Nicaragua, por cualquier juicio que de él se haga, se recobra el liderazgo del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Algo parecido ocurre en El Salvador con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional el 2010 y el 2014. En Brasil, 12 años del PT encabezado por Lula; en Argentina, 12 años encabezados por el kirchnerismo.

En particular en Venezuela, el desarrollo de la Revolución Bolivariana no ha navegado sobre un mar de flores. Ahí están el fracasado intento de golpe de Estado de 2002, el fracasado golpe petrolero de 2003, los intentos de derrocar a Chávez por vías electorales revocatorios. Pero la Revolución Bolivariana se fue realmente consolidando en todos estos años. De allí salieron proyectos de concertación política tan importantes, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, el Tratado de Comercio entre los Pueblos, Petrocaribe. Y en esa confluencia de procesos surge algo que hasta ese momento había sido imposible en América Latina: la fundación de La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Eso corresponde a una reunión de fuerzas y gobiernos de distinto signo, que, en general, se asocia al deterioro de la hegemonía norteamericana y a la aparición de otros actores internacionales que están impulsando lo que se llama ‘un mundo multipolar’.

Venezuela es actualmente un campo de batalla entre la Revolución Bolivariana y las estrategias golpistas de EEUU. Por otra parte, el año que viene hay elecciones en Ecuador. Si se mira el mapa de hoy, los muchos partidos de la derecha y de algunos partidos de cierta izquierda ecuatoriana, están apuntando a una segunda vuelta que los unifique en contra del candidato de Alianza País. Pero si hoy fueran las elecciones, Alianza País saldría con la mayoría en todos los niveles.

En Bolivia, es cierto, se perdió el plebiscito de una eventual reelección de Evo Morales. Sin embargo, también sabemos que en aquella consulta se montó una campaña de desprestigio de proporciones en contra de Morales y de García Linera, que desgraciadamente tuvo impacto incluso en sectores populares. Pero el gobierno de Evo Morales no está derrotado. Aun es presentado por el Fondo Monetario Internacional como uno de los países con mejor desempeño económico en América Latina. Y nadie discute la distribución de ingresos que se ha producido en Bolivia.

Lo cierto es que, cuando observamos el panorama total, sin negar que se ha provocado una ralentización de los procesos mencionados, todavía no podemos decir que ellos están acabados.”

“Comienza a configurarse otra etapa de tonalidad contra-reformista, contrarrevolucionaria, contra-reformadora”

-Si usted señala que no existe un fin de ciclo, ¿qué es lo que sucede?

“Yo percibo que comienza a configurarse otra etapa de tonalidad contra-reformista, contrarrevolucionaria, contra-reformadora. Más allá de lo que ha ocurrido en Argentina con la victoria de Macri, más allá del golpe parlamentario contra Dilma en Brasil (tal como pasó en Honduras y Paraguay). Y al respecto, he evitado la palabra ‘progresista’, porque ella es de una ambigüedad tal que en este Continente se han hecho cosas horrendas en nombre del progreso. Basta recordar la norteamericana y contra-insurgente Alianza Para el Progreso que preparó el camino a los golpes militares de seguridad nacional, partiendo por Brasil y toda la llamada ‘noche oscura’ que se sufrió en los 90 del siglo XX. La transición a gobiernos liberales tutelados por los militares, después de las dictaduras, no cambiaron las estructuras económica, ni sociales, y continuaron monitoreadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o sea, por los mecanismos de poder global.

Ahora bien, volviendo a los gobiernos revolucionarios, reformadores y reformistas, no existe nada irreversible. La Revolución Cubana también puede ser reversible. Ya la historia nos demostró que hasta la que se llamaba ‘la indestructible Unión Soviética’ fue derrotada por una contra-revolución encabezada por sectores de la burocracia del propio Partido Comunista de la URSS. Fidel Castro ya lo dijo el 2005, ‘la Revolución Cubana no puede ser derrotada por el imperialismo norteamericano, pero la podemos destruir nosotros mismos’. El sentido de lo que afirmó Fidel fue un llamado a pensar en que todos los procesos pueden ser reversibles si sus actores se equivocan, cometen errores, desconocen los procesos internos y se les dan salidas inadecuadas. Lo mismo ocurre con la Revolución Bolivariana.

Yo trabajo mucho desde la ‘prospectiva crítica’. Y desde mi enfoque teórico y metodológico, el futuro no está predeterminado. El futuro es un campo de batalla entre los actores sociales y políticos que pugnan cada uno de ellos por defender su poder e intereses. Y al respecto, no hay que simplificar: son muchos esos actores sociales y políticos.

Ahora me voy a poner en el escenario más negativo, ubicándome en todos los extremos. La Revolución Bolivariana es derrotada el 2017; el gobierno boliviano pierde las elecciones el 2020; etc. En esta hipótesis mantengo a la Revolución Cubana existiendo. Si ocurriera lo anterior, ¿quiere decir que se acabó la historia? En lo absoluto. Mirando históricamente, nunca antes en América Latina y el Caribe habían convivido tantos procesos contra-hegemónicos, alternativos, emancipatorios.

Cualquiera que sea el desenlace de la Revolución Bolivariana, si ustedes comparan lo que es hoy la izquierda social, política, intelectual en Venezuela, respecto de la que existía hasta que emergiera una figura aglutinadora como la de Hugo Chávez, verán un cambio sideral. Lo mismo en Ecuador y en Bolivia.

Los cambios que más tardan son los culturales, son en la subjetividad. Una revolución política se puede hacer, incluso, en unos pocos días, ‘tomando el cielo por asalto’. Pero una revolución política no es igual que una revolución económica y social, ni una revolución cultural, en el sentido civilizatorio, de crear nuevas relaciones sociales emancipatorias de todos los seres humanos, sin discriminaciones de ningún tipo y además, respetuosa de la naturaleza. Eso no se logra de la noche a la mañana.”

“El conjunto de esos polos siguen funcionando bajo la lógica del capitalismo”

-Finalmente, ¿cuál es la naturaleza de la mutipolaridad planetaria a la que se refiere?

“Durante toda la Guerra Fría se hablaba de un mundo ‘bipolar’. Junto a otros autores, yo siempre cuestioné que en la Guerra Fría sólo existieran dos polos. Hubo otro grupo de naciones que se articuló en lo que se llamó Países No Alineados, Los 77+China, etc. Otro polo, allá por 1964, comenzó a denominarse Tercer Mundo.

Cuando se derrumbó el campo socialista europeo e implosionó la Unión Soviétiva, se empezó a hablar del mundo unipolar, hegemonizado por EEUU. Entonces yo propuse que no había que hablar de un mundo unipolar, que por lo menos era preciso notificar otros polos. Paralelamente y desde los años 80’ del siglo pasado, comenzaba a conformarse una tríada. Ya bajo la administración norteamericana de James Carter, esa potencia intentaba colocar sobre un mismo eje de articulación a Japón, las potencias dominantes de Europa y EEUU. Allí se habló de un mundo ‘tripolar’. Luego emergió una crítica al respecto que señaló que no se trataba de una tríada, sino que de un sexágono, porque no se podía a sacar a Rusia, a China y a India.

En mi concepción del sistema mundial de Estados y en el funcionamiento en ciertas esferas de la economía mundial, lo que ha venido ocurriendo es que desde China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica comienzan a crearse los nominados BRICS, buscando alcanzar concertaciones políticas y acciones en el terreno económico, con el fin de sacar de la dimensión hegemónica  que todavía conservan EEUU, Japón y las potencias dominantes de Europa. Ello se refleja en las potencias que forman el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que son las que tienen poder de veto.

Ahora bien, el conjunto de esos polos siguen funcionando bajo la lógica del capitalismo y de su reproducción. Esa es la realidad, más allá de que en términos ideológicos, se trate de proyectos diferentes.”

viernes, 7 de octubre de 2016

Chile. Hacia un Movimiento Amplio por los Derechos Sociales

"Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas."
Mario Benedetti

Andrés Figueroa Cornejo  

1.    El articulado sintetizado en “Una línea política provisoria de las y los comunes” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216070), se funda sobre la lectura de las inestables relaciones de fuerza internacional, continental y chilena. Se trata de una propuesta de línea política de los intereses históricos y objetivos de las y los oprimidos, de las y los comunes, para enfrentar el aquí y el ahora. Es una táctica en desarrollo e inconclusa, necesaria y provisoria, cuyo horizonte de sentido último es la socialización de la vida, la liberación, la igualdad, el establecimiento de las relaciones solidarias y la superación del modo de producción y dominación denominado capitalismo. Y el capital es valor que se valoriza a expensas de la súper explotación de la fuerza de trabajo humano, la destrucción de la naturaleza, y la deuda, con el fin de la apropiación privada del excedente mediante las formas mencionadas. Esto es, a través de la privatización del valor producido por la venta de la fuerza de trabajo de mujeres y hombres, del extractivismo que devasta comunidades y biodiversidad, y del sistema financiero.

2.    La proposición tiene una forma específica de acuerdo a las relaciones de fuerza en Chile, condicionadas por las relaciones de fuerza en América Latina y a escala mundial. La propuesta es la creación de un Movimiento Amplio por los Derechos Sociales (MADS). No de un derecho social particular que es preciso conquistar, sino que del conjunto de derechos sociales por los cuales las y los dominados deben luchar para realizarse libremente. Entonces, uno de los objetivos cardinales del MADS, es la articulación de las fuerzas reales en lucha. No de los aparatos políticos y sus agendas, por muy disidentes del capitalismo que se proclamen. No tiene que ver con una mesa política o una coordinación de grupos insubordinados. No es un agrupamiento ‘hacia adentro’, sino que una corriente política y social que se vuelve, en su devenir, en un mismo conjunto con las luchas y resistencias diversas realmente existentes. En consecuencia, su comportamiento principal es ‘hacia afuera’, como un todo que paulatinamente fraterniza y contiene a la multiplicidad individual y colectiva dispuesta a batallar por sus derechos. Sobre sus tareas subsecuentes, es el mismo MADS el que debe democráticamente presentárselas como desafíos según se transformen en necesidades de su propio proceso.

Como se habla de un Movimiento Amplio, no tiene otra alternativa que volver sencillo lo complejo y acentuar los puntos de convivencia y no de quiebre. Porque el MADS no es un partido político. Se trata de la forma que adopta, en sus distintos momentos, la lucha de las fuerzas sociales y políticas concretas y reales que buscan hacerse de todo el poder, modificando de manera orgánica y estructural la totalidad del orden establecido se acuerdo a sus propios intereses históricos y objetivos. Es un movimiento político y social amplio.

Por otra parte, el partido político de la emancipación y la revolución de las y los oprimidos, que aún no existe en Chile, tiene que ver con el MADS, pero no es el MADS. La presente propuesta no pretende resolver esa cuestión aquí.

3.    El MADS arranca desde el momento actual del estado de la lucha de clases en Chile. Y clases sociales son grupos de personas respecto de la posesión  privada o no del gran capital. La inmensa mayoría de las personas comunes sobreviven de la venta de su fuerza de trabajo y carecen de capital e incluso de capacidad de ahorro. Por eso, por ejemplo, la lucha de No más AFP y el regreso a un sistema jubilatorio de reparto solidario, es justo, pero insuficiente si no se liga a un aumento sustantivo del salario mínimo. De lo contrario, ¿de dónde saldrán los recursos para una pensión que alcance para vivir? No basta con el incremento de los llamados ‘pilares solidarios’, tanto del empresariado como del Estado. ¿Por qué? Porque los ‘aportes’ del empresariado y del Estado salen del propio trabajo de las y los asalariados. La demanda de un aumento del salario mínimo debe cobrar la fortaleza suficiente para emplazar, al menos, a la inversión productiva del Estado, convirtiéndose así en una lucha económica y política de mayor dimensión ligada al pleno empleo de calidad, duradero, facilitador de la organización de las y los asalariados, y negación de la flexibilidad laboral reinante.  De lo contrario, aunque aumenten los salarios, la inflación haría trizas su crecimiento real. De ese modo, un derecho social puntual abre un complejo de derechos sociales intervinculados sistémicamente.

Ahora bien, un pequeño productor o comerciante, en efecto, posee cierto capital. Pero está subordinado a los precios impuestos por el gran capital y sus poderosos grupos económicos, cuyo movimiento tiende a la formación de oligopolios, a la concentración y a la destrucción de competencia. Por ejemplo, el gran capital y su despliegue se observa en la reciente compra de la transnacional agroalimentaria Monsanto por la transnacional química Bayer. Sus propietarios y accionistas ya controlan buena parte del mercado mundial y pueden imponer sus precios, siempre y cuando no tengan que encarar a fuerzas sociales organizadas cuyos intereses se ven dañados por esos precios. Esa pugna también es lucha de clases.

4.    Este articulado propone, más allá de ser un debate abierto, que el fascismo es el último recurso que emplean los opresores para mantener sus privilegios. Y fascismo es el nombre que se le pueda dar, no ya a la probada dictadura planetaria del capital, sino que a un tipo de régimen político dictatorial y autoritario basado en el poder explícito, sistemático y violento del Estado capitalista, apoyado por bandas armadas privadamente, mediante el monopolio y en acción de su poder militar, dirigido por la doctrina del enemigo interno y culturalmente antiliberal. Para el Estado capitalista el enemigo interno es el conjunto de las fuerzas sociales, o voluntades colectivas y sociales disidentes que se oponen multidimensionalmente a sus intereses objetivos.

Pero los textos sólo cobran sentido en los contextos.

América Latina, África, parte de Asia y los países del sur de Europa corresponden a regiones dependientes respecto de los polos nucleares del capital internacional o imperialismos. Esto quiere decir que toda lucha por la independencia de un pueblo geopolítica y económicamente delimitado, es antiimperialista, anticapitalista y antifascista al mismo tiempo, porque el imperialismo sólo es un estadio superior del capitalismo, y el fascismo, su último recurso. Sin embargo, si se amplía estructuralmente el combate de los pueblos por la libertad del género humano, entonces las batallas sociales, no sólo tienen carácter antiimperialistas, anticapitalistas y antifascistas. Son, de igual forma, combates antipatriarcales, por los derechos de la disidencia sexual, eco-socialistas y eco-comunistas.

La contradicción que está en la base del modo de producción y dominación del capitalismo es capital versus humanidad. O como lo dicen mejor las y los luchadores populares de la comuna chilena de Putaendo y sus alrededores en su lucha en contra del extractivismo y por el agua y la tierra, “la contradicción es entre vida o muerte”. Aquí, las pulsiones elementales de la existencia humana cobran un sentido radical y diluyen las diferencias artificiales entre lo político, lo económico, lo social, lo cultural y lo individual. Así como el conocimiento es un todo que se ha ocultado premeditadamente por la opresión, debido a la súper especialización necesaria para la más eficiente apropiación privada del excedente y de la ganancia socialmente producida, el desenvolvimiento de la lucha de las y los oprimidos vuelve a expresarse también como un todo.

En el mismo sentido, el movimiento interno del capital requiere incesantemente de mercados o grupos de personas con capacidad de compra. Y de distintas maneras, desigualmente, usando múltiples estrategias y tecnologías, el capitalismo ya copa todo el mundo, aunque sea diferenciadamente. Los imperialismos capitalistas en algunos territorios usan la guerra militar abierta y en otros, el sometimiento pasivo o ‘por consentimiento’. En medio de ambos casos, existe una escala de grises que hacen la mayoría. De cualquier modo, en cada uno de ellos está involucrada la fuerza. En la forma de drones sin pilotos asesinando población civil siria, o mediante la batería alienante más sofisticada. El márquetin también es la continuación de la política por otros medios. Y la política no sólo es la economía concentrada. Es fuerza y relaciones de fuerza.

El sistema-mundo es una totalidad inestable y desde la hegemonía histórica del modo de producción capitalista, se organiza de acuerdo a la división internacional del trabajo. Ciertamente los imperialismos y capitalismos centrales se deslocalizan. Por eso por la misma cantidad de horas trabajadas, un asalariado de Alemania obtiene un precio por su labor mucho mayor que un asalariado guatemalteco, aunque sean empleados por la misma corporación transnacional. ¿Qué quiere decir esto? Que aunque se deslocalicen, los Estados imperialistas concentran en sus complejos de poder los flujos de valor producidos por las regiones dependientes. La contradicción capital versus trabajo funciona geopolíticamente. Y en cada país se reproduce a escala entre la contradicción ciudad versus campo. O sea, en esa relación asimétrica donde la miseria es todavía más dramática en las zonas rurales que en las metrópolis. De hecho, cuando las y los dominados venzan a la minoría dominante y se impongan la liquidación del modo de producción capitalista, no sólo tendrán que destruir paulatinamente la propiedad privada de los medios de producción y realizar su correlativa socialización. Asimismo, deberán destronar la concentración metropolitana y tornar trabajosamente homogéneas las relaciones entre la ciudad y el campo.

Ahora bien, retornando al fascismo, es constatable la crisis global de las democracias liberales representativas. Y los denominados Estados de Bienestar o ‘de compromiso’ se han ido haciendo añicos uno tras otro desde los 90 del siglo XX. Para ilustrar, allí están las denominadas ultraderechas en las últimas elecciones parciales en la Alemania de Merkel, el fenómeno norteamericano de Trump, la xenofobia feroz en Francia, el Brexit inglés, los nazis del siglo XXI en Austria, los gobiernos del sur de Europa; los llamados ‘golpes institucionales’ en Brasil, Honduras, Paraguay; el reciente triunfo del No a la paz en Colombia, la Argentina de Macri; el poderío que ostentan las versiones más fundamentalistas del Islam y del cristianismo, etc. Esto es, que no solamente se verifica una modificación de las relaciones de fuerza entre los intereses de los opresores y de las y los oprimidos. También se verifica el fracaso de las administraciones políticas redistribucionistas o más o menos ‘progresistas’.

Y como en la guerra, todo terreno que se cede es ocupado por el enemigo, de igual modo, al resultar insuficientes las fuerzas de las resistencias organizadas en contra de la opresión capitalista, entonces ella avanza. Aquí vale la pregunta, ¿el fascismo, como el de Alemania e Italia de antes y de durante la Segunda Guerra Mundial, requiere en la actualidad de partidos de masas propios, por un lado, y de los de entonces fuertes partidos políticos de izquierda, por otro, para su emergencia? ¿Desaparece el fascismo o se usa según lo demande la opresión? ¿Una crisis y depresión mundial, como la que estalló y continúa su curso desde el 2007, también necesita de formas fascistoides de gobernanza para recuperarse? ¿Para los pueblos de Medio Oriente, como Irak, Libia, Siria, las guerras interimperialistas e intercapitalistas que se libran en su seno, son fascismo?

Ubicando la mira en América Latina, y en Chile en particular (esto es, en regiones de desarrollos históricos periféricos a veces parecidos y otros, no), puede afirmarse que ha existido un “fascismo dependiente”, distinto que el alemán o el italiano o el japonés. Las dictaduras cívico militares que asolaron al Continente entre los 60 y fines de los 80 del siglo pasado responden al fascismo como ‘regímenes políticos dictatoriales y autoritarios basados en el poder explícito, sistemático y violento del Estado capitalista, apoyados por bandas armadas, mediante el monopolio y en acción de su poder militar, dirigido por la doctrina del enemigo interno y culturalmente antiliberal’.

En Chile, el fin pactado de la dictadura cívico militar entre grandes capitalistas mediados por el imperialismo norteamericano, abrió un período de administraciones civiles, actualmente en crisis de representación y legitimidad. Ni la dictadura cívico militar, ni los gobiernos civiles restauraron las condiciones del capitalismo anterior al golpe de Estado de 1973. Y el gobierno de la Unidad Popular fue la administración del Estado con mayores libertades democráticas y civiles en la historia de Chile.

De algún modo, el golpe de Estado fue una revolución y refundación de la minoría dominante, acorde con una de las crisis profundas del capitalismo acaecida ese mismo año (la crisis de los petrodólares), y que inmediatamente devino en la generación de las condiciones para la crisis de la deuda de inicio de los 80. Se destruyeron grupos económicos que no lograron adecuarse a la nueva situación, y surgieron otros. Asimismo, la violencia popular organizada y con fines políticos, alcanzó niveles inéditos en la historia del país. La resistencia antifascista de las militancias políticas de las y los oprimidos colaboró notablemente con la masificación de la insubordinación popular gatillada por la crisis de la deuda.

Desde mediados de los 70 y como resultado de las crisis sucesivas del capital, se mundializó la deuda financiera como manera de contrarrestar la caída de su propia tasa de ganancia. Asimismo, Estados Unidos, de acreedor, comenzó a convertirse en uno de los más grandes deudores del mundo, entre otras causas, por los gastos comportados por la guerra de Vietnam.

En Chile, como un laboratorio que reunía todas las condiciones para ello, se aplicó un programa liberal ortodoxo que, con el tiempo, se volvería el capitalismo hegemónico a nivel planetario. Las administraciones civiles que se inauguraron en los 90, justo con la implosión de la Unión Soviética, no hicieron más que profundizar el programa liberal ortodoxo, esta vez, bajo un régimen político formalmente legal y sustentado por la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas y las policías. O por ‘la familia militar’ o ‘el Partido Militar’.

Los rostros de la opresión son nítidos en Chile: El imperialismo norteamericano, el chino después y luego el europeo (que son financieros, comerciales y extractivistas); la alta oficialidad de las FFAA y las policías; la jerarquía de las iglesias cristianas; el régimen político bipartidista y de matices confusos que administra alternadamente el Estado; los medios masivos de comunicación. Estas fuerzas operan como un todo de acerada unidad política y de intereses. Las fricciones intercapitalistas fueron saldadas tempranamente en la historia del país. El problema de la unidad está abajo. En el campo de las y los dominados.

¿Pero qué pasó con el fascismo? Ya se señaló que el régimen político, sus partidos políticos tradicionales, incluidas las llamadas izquierdas tradicionales, están en crisis. Participar o no de las elecciones en cualquiera de sus niveles, comporta sólo un incidente, no un aspecto orgánico o estructural a la hora del desafío de las y los oprimidos de transformar la sociedad tras sus intereses históricos. El Estado capitalista chileno no sólo es antipopular por conducta y definición. También se convierte en Estado policial cuando emerge algún movimiento de envergadura por abajo, como el estudiantil, como el del Pueblo Mapuche, como el de las y los trabajadores subcontratados, como las luchas del ambientalismo consecuente, como las movilizaciones regionalistas. El Estado capitalista chileno es precautorio, reprime por sospecha y anticipación. La doctrina del enemigo interno se mantiene intacta. ¿Es esto fascismo dependiente? ¿Qué es la militarización de los territorios Mapuche? Camino a la segunda década del siglo XXI, lo que existe es una suerte de fascismo selectivo y focalizado. El Estado capitalista de Chile dosifica su violencia y vocación represiva. Se ha perfeccionado con el tiempo, ha aprendido. Ahora adquiere formas fascistas de ‘baja intensidad’. Se comporta en ‘modo fascista’ sólo por momentos. Para cautelar la ‘imagen país’ y la inversión del gran capital, acciona la violencia militar únicamente de manera puntual.

5.    La propuesta de la creación de un Movimiento Amplio por los Derechos Sociales (MADS) entiende que la verdad es desesperada, pero más comprende que la realidad de las actuales relaciones de fuerza en Chile y de la situación concreta de la lucha de clases, condiciona los deseos y la propia voluntad de las franjas de las y los oprimidos más atentos y ya organizados o aún no organizados. El movimiento real, o las fuerzas sociales todavía descoyuntadas que en su desenvolvimiento enfrentan a los intereses del gran capital, corresponde a un momento necesario y anterior a la construcción del instrumento político de la emancipación chilena. Eso no quiere decir que, si bien el instrumento de la liberación todavía no existe, sí existan sus tareas.

De manera lógica, dinámica y contradictoria, el movimiento real de los intereses de las y los oprimidos antecede a las formaciones amplias (como el MADS). Y las formaciones amplias de las y los comunes que luchan conscientemente por sus derechos, anteceden al instrumento político revolucionario. Semejante encadenamiento se presenta de manera combinada. Sólo para la explicación y el análisis se secuencia lógicamente en sus distintos momentos. Si el instrumento de la liberación chilena, que a la vez es continental e internacional o no será, significa la condensación de la orientación política y orgánica subordinada al movimiento real, entonces precisa de la articulación de las luchas concretas de los pueblos. Si el enemigo de los intereses de los pueblos emplea como estrategia “quitarle el agua al pez”, en consecuencia, las tareas de las y los oprimidos organizados es transformarse en un océano lo más extenso posible y cuya única frontera es su independencia respecto del Estado capitalista y de las representaciones políticas de los intereses de la opresión. Al respecto, la estatura de los opresores determina la estatura necesaria de las y los dominados. De allí se desprende su talla épica, ética, estética y política.

6.    ¿Cómo construir el MADS? Lejos del presentismo y de sustituir a las facciones de pueblos en lucha tras sus demandas que interpelan al Estado capitalista. Lejos del aparatismo y del sectarismo. Desde su inicio el MADS debe contener las pistas de la superación de lo viejo. No por capricho o zalamería dedicada a las nuevas generaciones. Primero se rescatan los aciertos y lecciones del movimiento popular chileno y sus formaciones políticas históricas. Lo nuevo a construir, se quiera o no, tiene de continuidad y ruptura. Es un proceso que en su caminata destruye lo inútil e inoficioso y, al mismo tiempo, produce las nuevas formas de acuerdo a las relaciones de fuerza y al estadio de la lucha de clases. Nunca atrás y nunca más adelante que los sectores más avanzados del movimiento real. Desde un principio el MADS tiene que colaborar y ser parte de las luchas concretas. Sus tareas iniciales están asociadas a la participación generosa y protagónica en esas luchas con el fin de articularlas. Aquí debe funcionar la propaganda de manera ampliada, privilegiando el cara a cara, ofreciendo sentido y poniendo el cuerpo. Al contrario que la opresión, el MADS debe obtener su autoridad y atracción por su corrección y consecuencia política y ética, o poliética. Nadie se incorpora a lo que vacila o no sabe hacia dónde va.

La articulación va de la mano con la vocación de poder y de conducción. Por lo tanto, el MADS es un proceso que persigue disputar la orientación del movimiento real y de las luchas parciales e inestables.